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domingo, 31 de mayo de 2020

TORMENTA

Veo los relámpagos y oigo los truenos. Están lejos todavía. El cielo ya ennegrecido por los nubarrones termina de oscurecerse para dar paso a la noche. Siento la tormenta, pero no ha llegado. Miro el cielo y los vuelvo a ver. Iluminan la noche allá a lo lejos. Ahora, sin embargo, han iluminado mi rostro. Espero la tormenta, deseo que ese trueno que retumba a lo lejos lo haga aquí cerca. De fondo, oigo mi pieza TEA con su cantinela incesante. Empiezan a pesar los días de encierro.

Insisto en mirar el cielo y en escuchar el clinc clinc de las primeras gotas. Pero no llega. Necesito oír y ver y disfrutar de esa tormenta que amenaza pero que de momento solo se queda en eso, en amenaza.

Que llueva, que limpie el ambiente, que se lleve ese agobio que cada día se hace menos llevadero. Son muchos días, son demasiadas anormalidades en esta nueva normalidad. Un resquicio de lo que debería ser. 

Ya podemos salir a pasear, sí, pero ya no es lo mismo. Pendiente siempre de lo que toque o no toque mi pieza TEA. Parando cada vez que toca una barandilla o se me escapa para sentarse en un banco, sacando el gel y limpiándonos a la vez las manos... Por si acaso.

Hemos ido a la playa, a nuestro mar. El primer día mi pieza TEA convencida que se podía bañar. Pero no, solo mojarse los pies. Al día siguiente cedo a sus deseos y nos zambullimos en el agua fría y limpia de nuestro mar. Media hora, no más. Hemos bajado tarde para evitar que haya gente, tan tarde que casi nos da la hora de cenar.

Evito nuestro paseo favorito en patinete porque termina en un pequeño parque al que mi pieza TEA por ahora no puede ir. Necesito ahorrarme un berrinche. Quizás no, quizás lo entendería, pero ante la duda, mejor evitarlo. 

Mi pieza TEA, pide y pide autopista, Barcelona. Sus indicaciones de "cap allà" O "cap abaix" señalando con su mullido dedo índice me quieren llevar a la entrada del peaje, pero no puede ser. Todavía no. 

¿Y el cole? El cole quizás pueda ir una hora pero eso no es volver al cole. Es arriesgarse a encontrar lo que no tenemos. Mi pieza TEA quiere su cole, como siempre con sus compañeros, con esos abrazos sinceros y esos besos alegres que ahora no se pueden dar... Hay que mantener la distancia social. Así que ese volver al cole no es volver al cole, es otra cosa. Pero no es lo que anhela mi pieza TEA.

Ir al súper. Con mi pieza TEA no me atrevo. Echo en falta esos días de ir a comprar con ella, de enseñarle a llevar el carro, de animarle a coger las cosas que le pido. Pero mi miedo, nuestros miedos y llevarte del super lo que no tienes y no necesitas... Pues tampoco.

Dos meses y medio. Casi un cuarto de año perdido en una realidad surrealista. Lo hemos superado con nota. Mi pieza TEA lo ha puesto fácil y le agradezco que se haya comportado como una campeona. Pero ahora empezamos a necesitar más. Porque cuesta, cuesta no saber, cuesta mantener la alegría y la sonrisa, cuando todo es tan distinto a lo de siempre.

Y sigo esperando esta tormenta tardona que se insinúa pero no se deja ver en todo su esplendor. Necesito que llueva y limpie mi cabeza algo negativa y cansada. Porque ya se sabe, después de la tormenta viene la calma.





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