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miércoles, 25 de abril de 2018

DISFRUTAR DEL CAMINO

Dicen que cuando las aguas están calmadas, cuando todo fluye y todo va bien, no hay tanta necesidad de expresarse. No hace falta decir nada porque no hay sentimientos ni emociones que te desmonten por dentro, día día, hora tras horas, minuto tras minuto. No notas ese corazón encogido, haciéndose cada vez más débil, más pequeño. Solo sientes que late, jovial y feliz. Y eso no hace falta decirlo. A veces creo que sentirse bien, tranquilo, como en una pausa alegre, y expresarlo es como algo mal visto. Alabamos día tras día los malos momentos, les damos una importancia extrema porque necesitamos decirlo en voz alta, vomitar todo nuestro malestar a quien nos quiere bien y nos sabe escuchar. Y ahí, ese sentimiento crece, sólo eso. No se va con decirlo. El problema, la persona o la circunstancia que nos hace sentir mal sigue ahí aunque digamos, expliquemos o lloremos. Sin embargo lo necesitamos. Compartir nuestro pesar con otra persona, que nos entiende, que es capaz de intentar subirnos la moral, nos ayuda a rebajar el dolor que sentimos.

Pero, ¿ y cuando todo vale la pena? Nos olvidamos la mayoría de las veces de proclamarlo a los cuatro vientos. No le damos la importancia que realmente tiene. No nos acordamos de que es precisamente cuando todo vale la pena lo que nos da alas para seguir caminando pa'lante. No lo guardamos en nuestra memoria todo el tiempo que se merece, tal y como hacemos cuando han venido malos tiempos, que tienen siempre el privilegio de estar presentes.

En nuestra familia TEA estamos pasando una época de tranquilidad después de la tormenta del invierno. Ha llegado la temida primavera con sus cambios abruptos en mi pieza TEA, y nada ha cambiado para mal. De hecho las rigideces, son menos rígidas, las rabietas son menos rabietas, las risas son más risas, las canciones son más canciones y las palabras son más palabras. 

Parece un río que fluye con sus aguas tranquilas. Pasan cosas bonitas como que cuente hasta cien, como que reconozca a las personas de su entorno por su nombre, que de pronto agradezca el calor de mi cuerpo para dormirse en su cama, que podamos ir por diferentes caminos al marcado habitualmente... esas pequeñas cosas que suceden sin mucho esplendor y que pasan desapercibidas si no observas, si sólo estás pendiente del gran objetivo, sin tener en cuenta nimios objetivos que deben sí o sí llegar. 

En nuestro camino hay muchos objetivos, aunque el mío, mi sueño, mi meta, es que sea capaz de utilizar el habla para comunicarse. Que poco a poco entienda que decir palabras le abrirá un nuevo mundo. Sueño, bueno, creo que en nuestra familia todos soñamos, con el día que sea capaz de decir hola por propia iniciativa, que nos diga dónde le duele algo, que nos diga qué ha hecho en el cole (me conformo con un pintar, correr, jugar, matemáticas o inglés... con eso sería feliz). Sin embargo sé que este objetivo es lento, es ser constante, es darle pistas día a día, es forzarle a decir la palabra. Pero mientras llegamos a este punto, valoro cada nueva palabra que aprende, cada nueva vez que la usa para expresar lo que quiere, que no es mera repetición sin intención. Y de estas ha habido y hay muchas, más de las que cree más de uno. Y me chifla escuchar su vocecilla diciendo "a oche mama" o " a arre" (a la calle). Me pirra su sonrisa victoriosa cuando me dice algo y lo acabo entendiendo. Esos son los pequeños objetivos que sé que le harán conseguir el gran objetivo.

También hay otro gran objetivo y es la autonomía. Ahí también vamos avanzando sin casi enterarme. Ponerse los calzoncillos, los calcetines, los zapatos o plantarse su mochila del cole a la espalda son metas conseguidas no sé bien bien cómo. En todo esto he sido de poca ayuda porque las prisas casi siempre me han podido. Y un día te dice alguien que se ha puesto solo la mochila y no lo crees hasta que lo ves. Y otro día lo sorprendes poniéndose los calzoncillos con total experiencia que pienso que algo me he perdido. 

Así que estos pequeños pasitos son los que me llenan de verdad. Poder grabar su voz, hacerlo participar a su manera en los vídeos dedicatorias de aniversarios importantes. Poder enviar mensajes hablados a superpapáTEA... es tan grande. Esa envidia sana del grupo de mamis del cole cuando los niños empezaron a hablar y enviaban audios ha quedado en el olvido porque mi pieza TEA también puede hacerlo. Ese dolorcillo cuando veía a niños jugar a saltar baldosas de la calle mientras mi pieza TEA se entretenía ( y entretiene) con los cables de la luz, ya no existe, porque de vez en cuando mi pieza TEA mira al suelo y ve rectángulos que debe sortear. Esa tristeza de preguntar algo fácil y no recibir respuesta alguna ya es menos porque más de una vez he recibido por fin respuesta. 

No acabaría nunca de contar pequeñas grandes cosas bonitas que nos suceden día a día. Llevamos cuatro años en este largo recorrido y aunque la lágrima salta muchas veces cuando veo fotos de cuando era pequeño, pienso que el esfuerzo de todos ha valido la pena y sigue valiendo la pena. 

Seguiremos mirando al horizonte, buscando esos grandes objetivos, pero sin correr, descansando cuando alcancemos pequeños objetivos para coger carrerilla hasta la siguiente parada. Creedme, aunque ya sabemos todos que esto es una gran putada, disfrutad del camino.



viernes, 6 de abril de 2018

UNO MÁS

Veo crecer a mi pieza TEA pero no es la única. Miro a todos sus compañeros de clase y veo cómo han crecido con él. Cómo se han hecho mayores día tras día y ante mis ojos. Los miro y todavía puedo oler la inocencia en muchos de ellos. Ese poder sorprenderse de cualquier cosa, esa emoción inmensa ante un pequeño detalle, ya sea un caramelo, un diploma o un plato lleno de dulces que quizás ni prueben. Y yo me emociono con ellos ya que con mi pieza TEA las emociones surgen de otros orígenes.

Miro a sus compañeros y a muchos de ellos los he visto crecer desde que tenían un año y es una pasada comprobar que todavía queda la esencia de aquel pequeño ser que recién había aterrizado a la vida.

Los miro y mi mente viaja al pasado. A momentos que a ojos de cualquiera son una soberana nimiedad pero que valen lo indecible para mÍ.

Me busco en el pasado en el primer año de cole, a la hora de entrar. Mi pieza TEA y yo cogidos como siempre de la mano. Y veo a C., tan pequeñita, correr feliz hacia nosotros, decirle :"hola, anau" y abrazarlo como si no hubiera un mañana. Ese abrazo diario, tan sentido, cada mañana, sí o sí. Y agradezco esa criatura rubia tirando a pelirroja mostrar ese sentimiento tan puro.

Y sigo viendo escenas. Y veo la mano de M. acariciar la redonda cara de mi pieza TEA mientras le pregunta cómo está. Y recuerdo esa foto de la guardería, esos dos niños , un M.  y otro mi pieza TEA cogidos de la mano. La primera mano infantil que mi pieza TEA aceptó coger. Y de nuevo veo la bondad en unos ojos pillos.

Y sonrío cuando recuerdo a N. o a A. decirle a sus mamis: "l.Arnau parla, ha dit bon dia". Y sonrío porque en el fondo fue una victoria de todos. Una victoria celebrada como si fuera la final del mundial de futbol.

O C. que tan alegre, disfruta columpiando a mi pieza TEA en el patio y no duda nunca en sonreirle y decirle feliz: "Adéu Arnau". Y sé que esta niña siente curiosidad infinita por Arnau, que lo observa y sabe que tiene su propia manera de hablar, y se ríe de las rarezas de mi pieza TEA, y sé que es desde la inocencia y la bondad.

Y A. , que a su manera acepta a mi pieza TEA y resignada comparte a su mami alguna que otra vez con mi pieza TEA... algún día hablaré de su mami... sí, porque por muchas cosas merece unas palabras en este rincón... pero será otro día.

Y recuerdo el primer cumple al que fue invitada mi pieza TEA. El cumple de M. Y veo a M. también sonriendo a mi pieza TEA, cada día. Y esa sonrisa si se oye un adéu de mi hijo.

Y sigo andando por momentos y veo a P., cuyo nombre fue el primero que pronunció mi pieza TEA. Cómo a su manera quiere estar con ella, que sea un niño más, que se alegra si aceptamos ir a pasar la tarde a su casa o tiene la oportunidad de venir a la nuestra.

Recuerdo cuando O me llamaba mama de Arnau y le regalaba piedrecitas y mi pieza TEA la cogía con su mullida mano...

El tiempo pasa, la vida sigue su curso y sé que cada vez habrá menos momentos bonitos que recordar. Sé que la distancia entre ellos será cada vez mayor. Sé que alguno de ellos acabará por meterse con mi pieza TEA. Sé que el futuro de mi pieza TEA no está cerca de ninguno de ellos. Sin embargo, nadie me hará cambiar de opinión. Los niños son buenos por naturaleza. No hay maldad, en sus inicios por esta aventura no saben qué es lo normal y qué no lo es. Sé que todos ellos han visto en mi pieza TEA a un niño, solo eso, con sus cosas, como tienen ellos también. Me quedo con eso, con los momentos vividos con mi pieza TEA, con esa naturalidad propia de estos pequeños seres.
Y también sé, que detrás de todos estos niños hay unos papis que valen mucho la pena, porque a su manera han entendido que debían inculcar el respeto, el cariño y la aceptación hacía mi pieza TEA.

Hoy solo es un post para recordar y no permitir que se olviden estos momentos.  Que con estos momentos me queda la esperanza de que algún día, nuestras piezas TEA sean un niño más, porque mi pieza TEA así lo ha sido durante estos años.

Aquí quedan... para siempre.