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domingo, 22 de enero de 2023

RELACIONES

Y me llega una foto por WhatsApp. Me la envía superabuelaTEA. Es mi sobrina. Feliz con su "fanalet" para recibir a los reyes magos. Hecho en un taller que hacen cada año en un centro comercial de la ciudad. Un poco antes había enviado otra foto en la que estaban desayunando en una cafetería. 

Me gustó verlo. Me gustó saber que superabuelaTEA, también es superabuela a secas, que, aunque la edad no perdona, la ilusión de disfrutar de su nieta, con un mano a mano, prevalece y un año más se fueron las dos. Y me gustó porque Laia, solo tiene dos meses menos que mi pieza TEA, y ha tenido que crecer un poco a la sombra de la peculiaridad "extraña" de su primo. Todos mirando por el bienestar de mi pieza TEA, cediendo con sus particularidades, sus maneras locas y poco adecuadas de hacer. Tener que "vigilar" a un niño que es de su misma edad, querer jugar con los juguetes de su primo y no poder hacerlo porque para mi pieza TEA lo suyo es solo suyo, tener que buscarse la vida para jugar cuando están todos los primos ( todo chicos, todos 5 años mayores que ella). 

Cuando veo a mi pieza TEA con su prima muero de amor porque Arnau quiere con locura a su prima... Esos abrazos que casi ahogan, esa obsesión por verla. Y ella, santa paciencia. Acepta sin rechistar, aunque no le guste, aunque la agobie. Si tienen que ir cogidos de la mano, aún lo hace.

Ella observa a mi pieza TEA. Sabe por qué es diferente, porque en su casa se ha explicado, porque superabuelaTEA se lo ha explicado. Sonríe ante las locuras de su primo y a su manera lo acepta y lo quiere.

Y sigo muriendo de amor... Y sigo muriendo de pena. Imagino cómo hubiera sido si mi pieza TEA solo fuera mi pieza. Como estos dos enanos seguramente hubieran creado una relación de amistad compartiendo juguetes, creando juegos, corriendo juntos, compartiendo y peleando. De igual a igual. Me lo he imaginado mil veces... En la playa haciendo castillos de arena juntos, jugando a pelota juntos dentro del agua, sonriendo felices si los lleváramos a comer una hamburguesa, aprendiendo con superabueloTEA a jugar en el minigolf... Mil cosas de niños... Mil cosas de adolescentes ... Quizás mil cosas de adultos. Pero no.

Y por eso me enternece que superabuelaTEA tenga ese corazón tan grande que reparte para todos. Lo mejor para uno, mi hijo, lo mejor para otro, mi sobrino, el primer nieto, y sobretodo para su nieta. Porque por alguna razón tengo la convicción que esa relación abuela-nieta es única. Que si pudiera le diría a Laia que la disfrute, que la quiera como nada en el mundo, que confíe en su abuela, que la respete, que se rían juntas, que si la iaia quiere bailar con ella, que no deje pasar la oportunidad para hacerlo, que si la iaia le pide ayuda para cocinar que lo haga, que le pida hacer un bizcocho juntas, que se vayan de compras juntas. 

Arnau no hace ni hará muchas de estas pequeñas grandes cosas con la iaia Montse, pero hace otras pequeñas grandes cosas, acordes a mi pieza TEA, que le gustan a ella como cantar dancing Queen, como ir de paseo en coche con superabueloTEA, o pelearse o reír con las bromas inocentonas que se le ocurren al loco de mi hijo.

Laia es grande pero lo esconde. Tiene un poco de reparo en mostrarse, necesita la confianza que superabuela a secas le puede brindar y ojalá la aproveche. Porque no hay nada más bonito que verla reír cuando superabuela hace tonterías, cuando decidimos jugar a cosas que no se deben como encanastar huesos de cereza en el vaso bajo la mirada de desaprobación de  superabuela que al final cede y participa en el juego.

Me encanta verlas. Me chifla escuchar a mi madre explicarme la merienda que le ha preparado a su nieta y lo feliz que la hace cuando Laia se la come con gusto.

Me gusta cuando veo la carpeta de pelis de dibujos para Laia y la carpeta de canciones para mi pieza TEA en su ordenador.  O las chocolatinas para Laia y las galletas para Arnau. Esa capacidad de dividir su corazón a partes iguales...

Reflexiones que vienen y se van a partir de una simple fotografía. Sentimientos que aparecen sin reprochar nada a la vida ni al autismo, porque aunque totalmente distintas, Laia tiene su relación cómplice con superabuela a secas y mi pieza TEA la tiene indiscutiblemente con la misma superabuela pero con apodo TEA.