MUCHAS GRACIAS POR SEGUIR NUESTRO BLOG

sábado, 26 de marzo de 2022

Y TRISTEMENTE, HAN CRECIDO

Pasan los años, y muchas de las divagaciones, pensamientos y sentimientos que han dado vida al blog, siguen intactos, siguen siendo válidas años después... Incluso quizás más intensos, más reales, más duros. Es casi como no avanzar después de tantos años. Te planteas en estas horas de insomnio, si vale la pena, si nos lo merecemos o, siendo fantasiosa, todo esto tendrá su recompensa. No lo sé. Al final, la única recompensa válida sería el regalo de escuchar su voz de manera alegre, rítmica, con sus exclamaciones, sus interrogantes, su tono a veces alto para que la oigan, a veces casi imperceptible porque es un secreto. La única recompensa válida sería verlo conversar y reir y bromear con sus otros iguales, ver hacerse realidad un sueño imposible. Pero aunque aún guardo esa pequeña chispa de esperanza, la vida, los acontecimientos, lo vivido día a día me da pistas de que eso no va a ser la recompensa.
Quiero guardar para mí esa punzadita de dolor que sentí hace un mes, durante la rua de Carnaval. Sentimientos encontrados, ambivalencia de emociones que no supe con cual quedarme. Una realidad obvia ya, de la que no hay marcha atrás para cambiarla.
El tiempo, el puto tiempo, me quita la razón y me destroza las esperanzas. Media hora de rua y lo que veo a mi alrededor me abre los ojos a una realidad que tristemente era inevitable. No he querido decirlo en voz alta durante un mes, me lo he guardado y me lo he madurado, para aceptarlo y que no duela tanto. 
Y ahora, en este pequeño rato de despertar anticipado, donde dar vueltas en la cama no me apetece, pues si, ahora necesito soltarlo.
Y es que han crecido. Sus compañeros de cole han crecido. Y mi pieza TEA, pues ella, ella todavía está a un mundo. 
Con la pandemia, el Carnaval desapareció. Los días de sentirse una más porque participaba en la decisión de la temática de los disfraces, porque ayudaba ideando la carroza, yendo a última hora de la tarde a montarla... Todo eso terminó de repente. No se podía celebrar carnaval. Me entristecía porque eran días de euforia, porque mi pieza TEA parecía uno más por un día, porque los demás niños estaban entusiasmados viendo a mi pieza TEA con ellos. Lo mimaban... Abrazos, besos, coger de la mano, vigilarlo... Me sentía feliz, por ella y por mí. Y cada año deseaba que llegara el siguiente para revivir esa emoción.
Este año, con la pandemia aún dando garrotazos, parecía que no habría carnaval otra vez. Sin embargo, a última hora el ayuntamiento decidió que sí. Corriendo se decidió ser práctico y disfrazar a los niños de algún deporte. Fui práctica. Casco, chándal y patinete. Cómodo y atractivo para mi pieza TEA. Seguían contando con nosotros. Y la ilusión estaba esplendorosa en mi cara. Mi pieza TEA contenta con su casco para ir en patinete. Yo embobada porque mi pieza TEA iba dispuesta a pasarlo bien y tirar mil confetti.
Llegar a la rua. Oír voces saludando a mi pieza TEA. Ella mirando y patinando feliz. Oír una vocevilla que desde abajo la mira entusiasmada y le dice: "que guapo estás, Arnau!”.... Ver niños que se le acercan y saludan. Observar a mi pieza TEA mirarlos y no decir nada, y no cambiar la expresión de su semblante. Hacerse fotos todo el grupo, mi pieza TEA incluida. Comprobar que los niños han crecido un montón, que han cambiado una barbaridad. Ver qué las niñas han hecho grupito y empiezan a coquetear un poco, y que los niños ya no son tan niños y empiezan a ser colegas. Y empieza el paseo y la ilusión sigue intacta pero sé que se está debilitando a marchas forzadas. Feliz porque mi pieza TEA, a su manera, está feliz y disfruta del momento y triste, sí, triste, porque ella ya no va con ellos. Nadie viene a lanzarle puñados de confetti, ninguna madre va al lado de su hijo vigilando de cerca, solo los acompañan sin mezclarse con sus hijos. SuperpapáTEA y yo, seguimos como siempre atentos, a un metro de mi pieza TEA. 
La rua sigue, mi pieza TEA patina que te patinarás, y mis pensamientos que ceden y me dicen que ya no tiene sentido. Miro a SuperpapáTEA y le digo: "ya hemos cumplido. Vamos a casa".
Y nos vamos los tres, por una calle vacía, donde el suelo tapizado de confetti cuenta que antes hubo mucho bullicio. Silencio, roto por el grito alegre de mi pieza TEA por patinar con libertad.
La realidad es la que es. El autismo de mi pieza TEA es el que es. Y no se puede hacer más.
Me lo dijeron una vez y no me lo quise creer... Ahora es fácil porque son pequeños, me dijeron... Pero crecen.
Y tristemente, han crecido.