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lunes, 12 de diciembre de 2016

PARQUES Y TRIUNFOS

Desde muy pequeño, los parques han sido como el refugio de diversión de mi pieza TEA. Desde pequeño los toboganes le encantan, grandes o pequeños, eso de igual. Y de hecho todo lo que sea algo plano e inclinado suele servir para hacer de tobogán. No importa que sea la rampa de un garage de juguete, tiene forma de tobogán y yo me siento e intento tirarme, o que sea un tobogán tamaño playmobil, yo me pongo encima e intento tirarme. O quizás los espejos inclinados de las zapaterías que, evidentemente parecen un tobogán y para eso lo voy a usar. También un sillón que con gran trabajo ha aparecido tumbado del revés... pues sí, también es un tobogán. Y así con un montón de objetos o piernas o bañeras que tengan cierta inclinación... Y sólo toboganes, y sólo los que fueran abiertos, no en forma de tubo, y solo los que fueran rectos, sin curvas ni formas raras... 

Desde siempre, en busca del tobogán perfecto, de aquel que le entusiasmara. De pequeño con un tobogán dentro de casa durante los meses de invierno, para que pudiera disfrutarlo. Ya más grande y con el buen tiempo el tobogán salió al jardín. En casa de los demás, si hay un tobogán no importa nada más, ni coches, ni pelotas, ni muñecos, ni nada.  Su vida pasaba por probar todos los toboganes. Y así sigue.


Durante estos primeros años, un parque sin tobogán, no era un parque en el que estar y pasar el rato. Mi pieza TEA se dedicaba a correr arriba y abajo del parque, observando extrañezas suyas como los bancos alineados, las columnas de la rampa alineadas, la distancia de aquí a allí o ensimismado en el miedo a las palomas. Probábamos sin éxito los columpios. Era subirse y mecerlo y empezar a hacer pucheros, querer bajarse. Cuando empezó a decir cositas, un día que lo subimos a uno directamente nos miró y dijo:"ui aijar" (vull baixar/quiero bajar). Empezó a perderle un poco el miedo, pero no era lo suyo. Mejor correr y sus toboganes, algo que conoce a la perfección y que controla.  También intentamos subirlo a los muñecos balancín que de pequeño ni caso y un día descubrió que el vaivén le gustaba, pero lo descubrió tarde y la mayoría le quedan pequeños. Sin embargo él insiste en subir y ahí le ayudamos y hasta hace muy poquito éramos superpapáTEA o yo quien lo impulsábamos para que se moviera. Así que en dos minutos se cansaba y a correr otra vez o a probar de nuevo los toboganes mil veces probados. 

Así que, los parques eran para mí un rato de diversión, de verle feliz y jugando como los demás nenes, y un rato de descubrir nuevamente que mi pieza TEA tiene su peculiaridades y es un nene que juega diferente a los demás. ¿Pena? No. La verdad es que no. Lo que más valoro cuando voy a un parque, es que él esté feliz, que disfrute del ratito que estamos allí. Que me pida ayuda si quiere subir por unas escaleras difíciles o que desborde energía  bajada tras bajada. 

Nunca se ha escapado. Pero también es verdad que aunque ya casi tiene cinco años, sigo siendo su sombra, esa sombra pesada que no le quita ojo, que comenta la jugada si hay otro niño para que el otro tome paciencia o la madre no se preocupe. Soy de esas mamás que van diciendo: "vigila el nene que es pequeño" o "no te tires que tiene que salir la nena" o "espera a que el niño baje"... Frases que digo para protegerlo en realidad. De los otros niños, de malas miradas de las otras mamás cuando se le ocurre pasar sí o sí por ese lugar haya o no un niño primero. Evitar entrar en posibles problemas y evitar tener que dar explicaciones que si no hacen falta, no hacen falta.  

¿Por qué cuento esto? pues lo cuento porque los avances de nuestras piezas TEA a veces son tan sutiles y parecen tan poca cosa vistos desde fuera que a veces me da la sensación de estar loquísima. Es cierto que celebrar que dice sílabas o palabras enteras tiene su lógica cuando durante cuatro años las conversaciones entre mi pieza TEA y yo eran conversaciones silenciosas, basadas en miradas conocidas, en manos que cogen y arrastran, en abrazos inesperados o en gruñidos enfadados. También es cierto que celebrar que come sólido o ha probado un alimento nuevo es gran motivo de celebración y satisfacción. O controlar el pipi, o controlar la caca, o beber solito de un vaso. O ver que tiene la suficiente fuerza en la mano para coger la cuchara y comer solo. O cuando supera rigideces extremas o miedos inoportunos. Esos son los avances obvios, los que la familia y no familia celebra, los que son importantes... Se hace mayor, es más autónomo, ha madurado, empieza a hablar... es una luz brillante en el camino.

Y contenta, evidentemente, con estos superavances. Toda superación de miedos de mi pieza TEA es para mi un triunfo, al igual que cuando decidió por él mismo comer sin ayuda de mamá o papá. Sin embargo hay otros, que esos sí, esos me encantan, me emocionan, me dan vidilla. Son esos que más de uno pensará que vaya estupidez. Y yo pensaré no sabes bien que la estupidez es lo que tú estás pensando. Estos otros avances, los  he visto en los parques. ¿Qué he visto? he visto superar miedos. He visto subirse a mi pieza TEA a lo alto de unas escaleras y no pedir ayuda para saltar. He visto cómo prueba su fortaleza. He visto a mi pieza TEA reírse a carcajada limpia porque de golpe se ha dado cuenta que estaba pasando por una red por arriba, como hacen los demás niños. Ha sido consciente de que se ha superado a sí mismo. 

He visto a mi pieza TEA ir a probar otros juegos además de los toboganes. He visto correr a mi pieza TEA hacia los columpios y pedirme que le suba y se ha dejado empujar. He visto a mi pieza TEA, reírse y disfrutar sobre un columpio. He visto como se mecía solo en el balancín. Y ayer, ayer vi, algo grande, muy grande. Ayer vi mil maneras de subirse a un columpio, sin miedo sin titubeos. Vi ponerse en marcha la imaginación de mi hijo. Vi a mi pieza TEA haciendo algo que casi todos los niños hacen. Como un niño cualquiera. Y celebré ver esos pies que se ponían de puntillas tirando columpio y culete atrás atrás para darse impulso. Vi a un niño que prueba columpiarse boca a bajo, columpiarse de pie, caerse de culo, hacer girar sobre sí mismo el columpio. Vi un niño disfrutando en el parque.

Y eso, aunque suene frívolo, aunque sea un nimiedad, es lo que celebro cada vez que vuelvo del parque, lo que me entusiasma. Y lo que me decide a seguir llevándolo al parque. Porque llevarlo no es problema... Toca trabajar el irnos... Así que pa'lante, siempre pa'lante.