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lunes, 23 de agosto de 2021

VERANO

Agosto. Finales de agosto. Sin darme cuenta, el verano casi ha terminado. Sin casi poder degustarlo, ahí está casi despidiéndose ya. Con la mano alzada, con ojos jocosos que me explican que ya empieza a ser tarde para hacer planes de verano, para ir aquí O allí, para ir a cenar, para reunirse con mi gente, para pisar la arena húmeda de la orilla, para dejarnos llevar por olas minsas, o sentir el golpetazo fresco de olas grandes, alegres y locas que no dan tregua entre una y otra. 

Un verano más a nuestras espaldas. Y me paro a pensar el verano de mi pieza TEA y pienso que ha sido algo aburrido. No ha habido días de vacaciones familiares porque es prácticamente imposible coincidir con superpapáTEA, no ha habido escapadas, ni excursiones, pero es que el calor no ha ayudado... Y miro el móvil y encuentro un exorbitante número que me indica las mil fotos hechas este verano. Y las empiezo a mirar, a veces sin fijarme, otras emocionándome con esos rostros que sonríen a la cámara y justo, en esos momentos son felices, disfrutan del verano.

Y es que en nuestro verano sí hemos hecho cosas, sobretodo mi pieza TEA. Días de casal de verano, donde acudía cada mañana con una alegría inconmensurable. Donde había días que las actividades las disfrutaba y otros días que el disfrute quedaba reducido a la piscina. Horas en las que he visto a mi pieza TEA resignarse a echar unos patosos pasos de baile, horas de risas en psicomotricidad y abrazos sinceros que iba regalando mi pieza TEA a cualquier monitor que los aceptara.

Y sigo pasando fotos y me encuentro a mi pieza TEA feliz como una perdiz al lado de su prima. Cogidos de la mano, haciendo puzzles, bañándose en la piscina o simplemente compartiendo mesa.

Y fotos de encuentros de comidas y cenas con los nuestros. Con esas risas que durante el invierno hemos echado tanto de menos. Degustando el momento, olvidando por unas horas muchos de los problemas del día a día. Sintiéndome orgullosa del comportamiento más pausado, menos nervioso, menos enfadón de mi pieza TEA.

Y nuestra playa. El lugar donde mi pieza TEA es más feliz, más libre. Tardes con superabuela TEA, en el papel de vigilante de la playa, mientras mi pieza TEA y yo nos olvidamos del resto del mundo y nos revolcamos con las olas, donde nos sumergimos y salimos, donde, aunque cueste, la tiro con fuerza para que se hunda. Lugar de risas incontroladas que más de una vez le han hecho tragar agua. Nuestro momento. El lugar donde el presente se hace realmente presente. Allí donde mi hijo és niño, niño en mayúsculas. Prisa por entrar cuanto antes, jugar y jugar con el agua y sus olas, y pequeñas reprimendas por mi parte para que decidia salir, con todos sus dedos arrugados de tanto mar.

Y mañanas que se intenta que sean menos aburridas, con C. que hace de canguro a primera hora de la mañana y con quien mi pieza TEA se siente muy muy a gusto. Después con superabuelos TEA, que le pasean en coche por pueblos cercanos, que sin pensárselo se lo llevan a comer de restaurante, quienes, a pesar de los ratos pesados de mi pieza TEA, lo dan todo por ella, le enseñan a crecer, un pasito pa'lante, siempre avanzando. Mi pieza TEA que les respeta y a su manera intenta portarse bien. 

El encuentro familiar de verano, donde me maravilla cómo todos, sin excepción tienen a mi pieza TEA como uno más, que miran por ella, que la hacen sentir bien y feliz, que sus primos adolescentes no duden en llevársela de la mano a la piscina y después coma con ellos.

Un verano donde cada uno ha aportado su granito de arena para hacer feliz a mi pieza TEA. Porque la conocen, porque la quieren y porque sé que mientras puedan la arroparán como mejor saben.

Un verano sin muchas pretensiones, un verano quizás más plácido que otros, donde mi pieza TEA está demostrando que está creciendo, que nos ha sorprendido a todos con su "calma", con sus pocos enfados, con sus conformismos ante cualquier situación.

Un verano más, que va empezando la cuenta atrás, que se va, però deja muchos momentos, muchas anécdotas y mucho presente vivido.