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miércoles, 12 de abril de 2023

PASOS DE GIGANTE QUE NO SE VEN

Mi pieza TEA conforme ha ido creciendo ha ido deshaciéndose un poco de sus rigideces. Acepta con menos llanto que falte una pieza de puzle, acepta no repetir una tercera vez cuando lo que hay para comer le gusta demasiado. A regañadientes y con algún chillido al que se le ha bautizado como "hacer la gallina", acepta un no cuando, en nuestros paseos en coche, me niego a ir donde ella me quiere dirigir. Son pequeños grandes avances está claro, y eso conlleva muchos más días de paz que de estallidos incontrolables. Y es tan cierto que casi nos olvidamos de esos malos momentos, de esos llantos amargos y enfadados, de esos saltos y carreras descontrolados... Hasta que la realidad llama a la puerta y nos dehinchamos como un globo sin atar. 

No hace tanto que lo hemos vivido un par de veces. La primera fue hace unas semanas. En la fiesta del deporte que se organizó con dos asociaciones de autismo, lo primero que vio mi pieza TEA fue un gran castillo hinchable. El paraíso. Sin embargo, el guión que había escrito en mi cabeza no era entrar e ir a la atracción, sino seguir los tiempos programados para ese evento... Escuchar sentados el manifiesto, mirar unos minutos el partido de los chicos de la asociación, para, finalmente, pasar a la diversión... Fue imposible. Mi pieza TEA quería un aquí y ahora, un ya, un no me quiero esperar, un ¿No véis el castillo?... Intentamos en vano que se quedara sentado, que aguantara ese ratito "eterno" de parlamentos, pero no. Enfadado, se tiró al suelo, con su enorme cuerpo, con su fuerza de superhéroe. Casi imposible levantarla a peso. Porque a la que superpapáTEA y yo lo casi conseguíamos, se tiraba de nuevo al suelo. Chillidos, lágrimas y mi corazón en un puño. Finalmente logramos sacarlo del lugar, meterlo en el coche e irnos a voltear hasta que alguien me avisara que ya se habían iniciado las diferentes actividades. Mi pieza TEA lloró, frustrada porque no pudo subirse al castillo. Yo lloré de impotencia, de ver mi guión mental roto en mil pedazos. Lágrimas de rabia por ser todo tan difícil, por no salir bien las cosas, así sin más. SuperpapáTEA aguantó el tipo y me animó a volver después en vez de escondernos en casa.

Fue un final feliz. Volvimos al lugar y mi pieza TEA estuvo casi dos horas metido en el castillo.

La segunda vez, hace pocos días tampoco la esperaba. Fue en mitad de la calle. Yo quería ir a comprar un champú y mi pieza TEA quería ir en patinete. Le dije que no, que primero íbamos a comprar y después volvíamos al coche a por el patinete. Acto seguido hizo una sentada en medio de la acera. Imposible levantarla. Por una vez actué como muchas veces había leído y una o ninguna había funcionado: sentarme a su lado, abrazarle y explicarle otra vez mi plan. Estaba enfadada. Insistía en el patinete y, de repente, se abrazó a mi, callada, ni lágrimas ni chillidos, como si estuviera procesando todo lo que le había dicho. Me miró y sollozando se levantó. Se resignó. En cinco minutos o menos aceptó mi plan. No me lo podía creer. Tan rápido, tan fácil. Sin enfados, sin pellizcos de rabia. Empezamos a andar e inicié un juego para que olvidara el mal rato: leer mal las letras de las matrículas de los coches. Su cara cambió de manera radical, su sonrisa eterna volvió a brillar y jugando jugando fuimos a comprar y jugando jugando, llegamos al parque de la playa y allí nos sentamos a disfrutar una vez más de nuestro mar, de nuestras historias.

Así que me convenzo una vez más que mi pieza TEA sigue avanzando en muchos aspectos, que a veces no valoro o no veo un avance porque sigue habiendo berrinches y enfados. Sin embargo avanza, porque comprende, acepta y esto nos permite vivir mejor, vivir con menos miedos y entender que crece y que vale la pena luchar por estos pequeños pasos de gigante.