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viernes, 29 de abril de 2016

PRIMAVERA

Por fin he parado. Silencio en casa. Fuera, la primavera suena con sus pajarillos como si sonara la Primavera de Vivaldi. Parece todo armonía. Y se agradece. Después de unas semanas en las que mi pieza TEA se vio desbordado por la explosión del cambio de estación, volvemos a la normalidad, al poder jugar juntos, al poder pasear sin problemas, a relajar sus rigideces en la calle. Cuando esto ocurre, parece como si viviéramos en un mar tranquilo, azul, como siempre, pero tranquilo. Donde las olas van y vienen con esa lentitud rítmica, que no puedes para de observar, de admirar, de sentir. Es un fluir de la vida, de nuestra vida. 
Y es que esas semanas atrás, mi pieza TEA me mostró por primera vez lo que es sentirse enfadado de verdad, lo que podría llamarse primera crisis. Y duele. Porque la primavera llevó a mi pieza TEA a desbordarse, a salirse de madre, con mucha rabia, con mucho movimiento, con una intranquilidad desmesurada. Era como cuando un bebé empieza a andar, que no puede evitar parar porque es la novedad, es lo que mola, es esa incapacidad de regular el movimiento... como un huracán. 
Y además, en el momento que intentábamos pararlo aparecía la parte negra de mi pieza TEA. Una agresividad que nunca antes le habíamos visto, todo era negativo, todo era sacar lágrimas, llevar la contraria y mostrar su enfado a base de golpetazos donde encontrara. 
Nada le distraía, nada le gustaba, el parque no lo disfrutaba, los paseos eran un poco angustiosos porque no quería ir por según donde. Ir al cole, ya no era solo pasar por todos los portales, era quiero ir por aquí y punto, y si no, me tiro al suelo y te aguantas.. y tener que ceder porque hay que llegar al cole como sea. 
Lidiar con todo esto, que vino de golpe, sin previo aviso, ha sido duro. ¿Cómo manejarlo? Pones todo lo que crees que puede servir y sólo ves que no, que esto no, lo otro tampoco. Y te asustas. Mucho. Porque los pensamientos son malos, siempre van por donde les da la gana. Algunas veces te llevan hacia algo estupendo, a una genial idea y otras muchas a oscurecer tu vida. Pensaba:"¿será así siempre? ¿irá a más?"... un sinfín de malas preguntas que solo hacen crecer la incertidumbre del mañana, del futuro y no ver más color que el negro.
Porque encima por razones de la mente de mi pieza TEA, se hizo imposible ir al supermercado con él. Si no me acompañaba superpapá TEA se hacía difícil moverse por todos los pasillos del súper. Perdía una opción más de enseñar a mi pieza TEA los diferentes alimentos, a disfrutar viendo cómo me ayudaba poniendo los diferentes productos que le daba al carro, o simplemente pasar una tarde de lluvia paseando por el centro comercial. No poder hacer la compra con mi pieza TEA, aunque parezca una tontería, era una tremendísima "putada".
De golpe aparecieron miedos donde antes había atracción. Las puertas que llevan al almacén en los supermercados se convirtieron en un obstáculo para seguir comprando con tranquilidad. Pasar por según que pasillo era misión imposible. Debía dejar a mitad de camino a mi pieza TEA y correr a coger el azúcar con la posibilidad que por algún chispazo saliera corriendo. Sólo superpapáTEA era capaz de conseguir que andara cuando se bloqueaba. Y durante unas semanas sólo he sido capaz de ir a comprar sola o con superpapáTEA. Pensar en ir yo sola con Arnau era empezar a alimentar una ansiedad tremenda que no llevaba a ningún lugar.

Pero los primeros días de primavera ya han pasado. La explosión de vida, ruidos, luz del sol, los primeros calores ya empiezan a ser algo normal en la vida de nuestra pieza TEA. Todo parece que vuelve a su particular cauce. De nuevo, el camino parece llano, y es un alivio. He podido ver este cambio primero con su reacción ante las palomas. Como ya conté, superpapáTEA le enseñó a perseguir las palomas. Ya no las evita, ni aparta la mirada de ellas. Ahora la cosa ha cambiado. Las mira, se ríe cuando las localiza, avanza una distancia prudencial hacia ellas y disfruta viendo cómo las espantamos. Incluso es más, hace un par de días, estando en el parque, él subido en un tobogán, de golpe bajó y echó a correr, feliz como una perdiz... y es que se fue a asustar una paloma que picoteaba por allí. Ésta, asustada alzó el vuelo hacia otro lado del parque. La mirada mi pieza TEA la siguió y cuando la paloma aterrizó de nuevo al suelo, otra vez, mi pieza TEA se largó a asustarla. 
Poco a poco, me he ido atreviendo a ir al supermercado sola con Arnau. Decidí que era absurdo, que debíamos hacer algo y que yo debía enfrentarme de nuevo a esta situación. Mi pieza TEA, las dos veces que hemos ido al supermercado ha respondido como un campeón. Hemos podido pasar por delante de las puertas del almacén. Hemos podido recorrer todos los pasillos sin muchos problemas y me ha vuelto a ayudar a poner la compra en le carro. 
De nuevo, ir al cole se ha vuelto algo más plácido, he cedido en dar la vuelta al cole para entrar y él ha cedido en que si le digo por aquí, no hay lloros que valgan. Podemos ir paseando tranquilamente hacia el cole, cantándole las canciones que alegremente me pide.
Ahora puedo disfrutar de ver a un padre y un hijo, disfrutar el uno del otro. Verlos jugar, ver que ya no tan solo existo yo, si no que papi también mola y le gusta estar con él. De casi casi desvivirse el uno por el otro. Lo dije hace poco y lo repito, superpapáTEA me da día tras día pequeñas lecciones para tratar a nuestro hijo, de otra forma, muy fácil y que sí, que funciona. 
La primavera ha traído además, nuevas expresiones de mi pieza TEA. Por fin, se ha dignado a dejarse oír un "Bon dia" en el cole. Inlcuso nos ha regalado canciones enteras infantiles ... con su lenguaje rudimentario pero lo ha hecho. Disfrutamos de esas palabras dichas inocentemente, con esa vocecilla que creemos quiere hacerse oír, deseando que no se las calle de nuevo, si no que vaya a más, cada día un poquito más. Pasito a pasito, sin prisas pero sin pausas.

Y es que ahora, en nuestra humilde familia TEA, ha llegado la primavera. Y eso quiere decir que sí, que seguiremos pa'lante, siempre pa'lante.



jueves, 21 de abril de 2016

Y VUELVE SANT JORDI

Un año más, estamos a la vuelta de la esquina de uno de los días que más me gustan: Sant Jordi. Ya expliqué en otra entrada cómo se vive este día por estos lares, así que si queréis recordarlo, podéis pinchar aquí.
Un año más, volveré a mira cuentos para mi pieza TEA, esperando que quizás se interese por él, aunque sólo sea para pasar las páginas y no prestar atención al contenido. Cada año, me miro la gran cantidad de cuentos ilustrados que me gustaría leerle a mi hijo, y cada año pospongo su compra porque sé que no le van a interesar. Cada año recibe su cuento, y cada año se lo mira y remira, pero tal vez pasen tres semanas, o un mes o hasta un año para que se dé cuenta que en ese hatillo de hojas, puede observar imágenes, normalmente fotografías, de niños, animales, vehículos, etc. Inlcuso otras veces descubre que aparecen los números del 1 al 10 y se los mira y se los repasa una y otra vez. Alguna vez, se ha encontrado a Peppa Pig entre las páginas y la ha señalado feliz... Sin embargo, sé que es incapaz de seguir una historia, de entenderla y disfrutarla, así que este año volveré a buscar un cuento con imágenes, tipo abecedario que le llame la atención. 
Pero como Arnau no es el único niño del plantena, ni todos los niños son iguales, me apetece recomendaros dos cuentos. Con ellos podréis jugar con vuestras piezas TEA, reír, inventar.. o quizás no. Pero vale la pena probarlo. Son dos cuentos para los más pequeños, porque voy al ritmo de mi pieza TEA, de lo que conozco y me es cercano. Quizás un día pueda empezar a buscar cuentos y libros para más mayores... pero ya llegará. 

El primer cuento es "Mamá, ¿de qué color son los besos?" (Elisenda Queralt, Carla Pott, ed. Imaginarium). A mi modo de ver, un cuento dulcísimo, de aquellos que no tan solo vale leérselo al pequeño, sino que debe sentirlo y como mamis (o papis) seguro que lo haríamos bien. Habla de besos, de diferentes tipos de besos, y colores de muchos colores. Se puede disfrutar de las sensaciones de un beso azul o de uno amarillo y también de uno blanco. Se puede enseñar a dar besos rojos o verdes. Se peuden hacer cartulinas de diferentes colores y jugar a hacer besos del tipo del color que toque, se pueden aprender colores, imaginar como sería un beso de colores mezclados... No sé. Creo que hasta a mi pieza TEA le encantaría, sobretodo la parte de enseñarle cómo son los distintos besos. Un album ilustrado que da pie y mucho a interaccionar con nuestros peques, a disfrutarlos a tope, en cualquier momento y en cualquier lugar.
Por si queréis verlo, os dejo aquí el vídeo cuento.  



El segundo cuento es "¿A qué sabe la luna?" (Michael Greniec, ed. Kalandra), uno de los primeros álbumes ilustrados adaptado con pictogramas que podréis encontrar fácilmente, por ejemplo, en amazon (aquí). 
Lo recomiendo porque es de esas historias que se repiten una y otra vez y que es fácil entenderla y seguirla. Incluso si sois maños@s hay un momtón de actividades por la red para que podáis jugar con vuestros hijos y los diferentes animales del cuento a alcanzar la luna y probarla. Quizás, y esto se me acaba de ocurrir, pueda serviros de ayuda para probar nuevos alimentos. O aprender a jugar por turnos poniendo los animales primero tú después yo, hasta alcanzar y comer la luna.
Cómo no, una muestra en forma de vídeo esta sencilla pero magnífica historia.

  
Podría seguir con más, y buscarle opciones diferentes para disfrutar con los peques, pero creo que es mejor sacar todo el jugo a estos dos, disfrutarlos y paladearlos como si se tratara de un chocolate caliente. Estrujarse la cabeza buscando qué podemos hacer con los dos cuentos. Los seres humanos somos creativos pro naturaleza, así que no hay peros que valgan... Eso sí, podéis ayudaros del señor Google o de una de las mejores herramientas del momento como es Pinterest, a la que con mucho gusto os invito a conocer. 

Ah! SuperpapásTEA, recordad regalar la rosa más hermosa que encontréis a vuestras respectivas mamás TEA. Mi piezaTEA ya me la ha regalado. Hecha por él con ayuda de Esther y su paciencia. La rosa más hermosa del mundo. Gràcies Arnau. 


 

viernes, 15 de abril de 2016

PAJARRACOS

Nací en Barcelona. Es mi ciudad, la que, a pesar de la distancia, llevo siempre dentro. La que cada vez que vuelvo la disfruto como un turista más. Me la conozco y muy bien, pero el no verla cada día, el no pasear por el barrio Gótico de vez en cuando, el no pisar las Ramblas sólo que en ocasiones contadas o disfrutar del mar por el Port Vell o por el Puerto Olímpico, hace que cuando hay ocasión me la mire como si la pisara por primera vez. Y es que Barcelona es muy cambiante, cada vez más lejana de lo que era hace años. Es una ciudad preciosa, llena de rincones por descubrir, por ver, miles de edificios y espacios singulares que la hacen única a mis ojos (y quizás también para los que la disfrutan por primera vez). Sin embargo, mantiene su esencia en algunas "tradiciones". En Navidad se puede y se debe disfrutar de la fira de Santa Llúcia, en primavera, disfrutar de parques como el de la Ciutadella o el Parque Cervantes (este pobre es precioso, pero está mal ubicado) o el Parc Güell. También pasear por Montjuich y aprovechar las calurosas noches de verano para ver la fuente de colores, un espectáculo genial de música y luces de colores acompasadas. Y durante todo el año pasearse por las Ramblas, agudizar los ojos y observar cómo van pasando las estaciones del año con sólo mirar los árboles que dan sombra a toda la Rambla. Disfrutar de las paradas de floristas, llenas de color que inundan la parte fácilmente llamada Rambla de les Flors... 

Llegar hasta la estatua de Colón, girar y perderte por todo el barri del Born hasta arriba y finalizar por todo el recorrido Gótico... Todo esto no cambia. Todo esto es mi Ciudad. Pero también se puede degustar un buen chocolate calentito en la calle Petritxol o ir al parque de atracciones... Pero lo que nunca, nunca puede faltar si eres de Barcelona, es la foto en Plaça Catalunya, dando de comer a las cientos de palomas que allí engordan fácilmente. Es fácil ver disfrutar a un montón de niños persiguiendo a las palomas, obligándolas a levantar el vuelo o a correr desesperadas con sus dos patitas. O ver niños con tremendo miedo a esos seres voladores que se menean cual pavo en busca de más comida y cómo sus papis les animan a no tener miedo o les olbigan a dar de comer para conseguir esa foto, la foto de las palomas. Y yo la tengo.
Recuerdo perfectamente el día que fuimos. Era sábado, y mi papi fue el encargado de llevarnos a los cuatro primos a pasar la mañana de paseo. Yo era la única niña de los cuatro y la pequeña, así que tanto me mimaban (y miman) demasiado como se reían y  me hacían bromas algo pesadas. Compramos unas bolsitas de comida para las palomas y a darle de comer. Creo que me daban un poco de miedo porque la verdad es que siempre he sido miedosa y así creo que voy a seguir. Supongo que es por eso que la foto es casi que forzada, que no se diga que no tengo foto en Plaça Catalunya dando de comer a las palomas. Juzgad vosotros mismos si me gustaban o no las palomas.
Tengo más recuerdos sobre las palomas. En el cole. En el patio. Cada mañana, compartíamos el patio con valientes palomas que llegaban para picotear las migajas que caían del desayuno. Y yo me las miraba, y en mi imaginación me hice amiga de una paloma con muñones en las patas. La consideraba mi amiga y la esperaba cada día. Es lo único que recuerdo, que tenía las patitas mal, pero que a mi era la que más me gustaba. No sé si me pasaba toda la hora del recreo persiguiéndola o viéndola volar, o si iba a jugar con los demás niños. No tengo ni idea, sólo sé que cuando terminaba el patio y nos íbamos en fila india hacia la clase me despedía de ella mentalmente, mirándola, cómo iba en busca de comida, a su paso.
Y también están los recuerdos feos y los que me llevaron a odiarlas un poquito. Son los recuerdos de ir paseando y que desafortunadamente (y perdón por la expresión) se te cague una paloma en la ropa, o lo que es peor en la cabeza. Qué odio! O cuando paseando pasan sobre la cabeza cual kamikazes desbocados... Y si encima escuchas que son ratas con alas pues ya acabas por repelerlas en cuanto las ves. Así que a base de los años, de lo sucias que son y lo sucio que lo dejan todo, acabé por odiarlas. Hasta que mi pieza TEA reparó por primera vez en ellas. 

Fue en San Sebastián. Las primeras vacaciones de verdad que hicimos con mi pieza TEA. Tenia un añito y había empezado a andar solo hacía cosa de un mes. Fueron unas vacaciones muy tranquilas, las primeras en busca de parques para que mi enano disfrutara. Y en San Sebastián mi pieza TEA inició la locura persecutoria a las palomas. Corría como un loco detrás de ellas, con sus tropezones y caídas típicas de un bebé que empieza a andar. Detrás, superpapáTEA le perseguía. Y  se reía cuando levantaban el vuelo. Y a la que avistaba otra, hacia allá que iba. Y nosotros nos reíamos porque era un pequeño loco cruzando el parque de punta a punta detrás de las palomas. 

El caso es que después de aquel episodio, las palomas ya no fueron protagonistas en nuestras vidas hasta hace unos meses. Por una cuestión de observación, supongo, mi pieza TEA redescubrió esos seres que van por el cielo, pero que invaden el suelo paseando altivas por las calles. Y por una cuestión que no he logrado descubrir, Arnau les tenía miedo. A la que pásabamos cerca de una, agachaba la cabeza o se escondía entre mis piernas hasta perderlas de vista. Era un miedo extraño que yo no he entendido todavía, aunque acepto que pueda tenerles miedo, como otros niños tienen miedo a los perros o más de un adulto miedo atroz a las arañas o insectos varios. 

Sin embargo, en las últimas semanas este miedo se convirtió en un problema y grande para nosotros. En cuanto aparecía una paloma paseando cerca de mi pieza TEA, el paseo se convertía en un parón eterno hasta que la paloma alzaba el vuelo o nosotros cambiábamos el rumbo del camino. Arnau se paralizaba de tal modo que era imposible andar. Primero decidí dar rodeos, pero a veces se hacía imposible. Fueron unos días de nervios, de desesperación porque yo no encontraba solución... Y lo peor de todo es que hay palomas por todos lados. Así pasaron los días, hasta que tuvimos que ir a Barcelona a casa de unos amigos. 

Allí el colectivo de palomas se multiplica por mil o más, así que andar por las calles de la ciudad se hacía complicado, hasta que descubrimos que si las hacíamos volar, Arnau seguía andando. Incluso es más, disfrutaba y sonreía viendo como alzaban el vuelo. Arnau aprendió a espantar palomas aplaudiendo, pero el pobre no las daba muy fuertes así que raramente se iban, eso sí, siempre a distancia prudencial de unos dos o tres metros. La solución que encontramos en el paseo por la tarde con nuestros amigos fue que el otro niño las espantara y así  uno disfrutaba jugando con las palomas y el otro disfrutaba viéndolas volar. Aquel día terminó con mi pieza TEA cogiéndome de la mano para ir a la caza y captura de palomas que espantar. Y su amiguito arrastrando a su mami para seguir espantando palomas. 
La semisolución ha sido ir espantando palomas  a todas horas o esperar que alguien pase y las espante (no es raro oirme de decir casi a grito pelao: "tranquil que ara aquests senyors les espantaran" a ver si se dan por aludidos y me ayudan en la difícil tarea de espantar pajarracos).
Han sido unos días muy complicados. Horribles para mí. Sin embargo, superpapáTEA, que siempre está ahí, que actúa de forma casi imperceptible, es quien ha aportado la solución. Es quien ha trabajado a su manera, este obstáculo en la vida de mi pieza TEA. Ha convertido el miedo a las palomas en un juego compartido, en el que perseguir palomas es cosa de dos. HA tenido la paciencia de enseñarle a perseguir juntos las palomas y reirse cuando escapan. Ahora mi pieza TEA las busca, todavía a cierta distancia, pero ya no les teme y ya podemos volver a caminar sin hacer rodeos. 
Y yo, yo tengo que aprender mucho, por no decir muchísimo de la santa paciencia de superpapáTEA. Así seguiremos pa'lante, siempre pa'lante.












martes, 5 de abril de 2016

QUE NO SE APAGUE EL AZUL

Se acabó el día internacional de concienciación del autismo. En breve se apagarán las luces azules que han iluminado tantísimos lugares. Como cuando termina una función y se cierra el telón. El público aplaude, está eufórico, grita, silba, está emocionado. Los actores dan las gracias por esa ovación, por ese momento de sentirse importantes, es el momento de ser protagonista pero no de la obra si no de su propia vida. Es un momento mágico, de aquellos que parece que no se olvidarán. Sin embargo la euforia dura hasta el día siguiente, cuando la realidad y el día a día te abofetean la cara. No hay respiro. Lo bonito terminó, el momento en suspenso cayó y el golpe fue duro.
Con estos días como el de el día 2 de abril ocurre lo mismo. Azul por aquí, mensajes por allá, apoyos que vienen de quien te esperas y de quien menos te lo esperas, ese sentirse arropado, ese no estás solo. Son sensaciones muy vívidas que cuando estás metido, porque te interesa, porque te concierne, porque hablan de tu problema, del camino recorrido y de lo que falta por recorrer, te abruman, te sientes fuerte y quieres seguir pa'lante. 
Pero también hay efectos menos terapéuticos. Efectos que los papás y mamás TEA sufrimos en muchos casos y es la saturación de información, de escuchar más de lo mismo, una y otra vez. De recordarnos todo lo que conllevan nuestras piezas TEA. Todo aquello malo que vivimos algunos cada día, otros de vez en cuando y otros rara vez. Pero agota. 
No me voy a meter en un debate generado por una campaña, muy muy dura pero que es así. Se ha hablado tanto que no me voy a parar, porque cada uno piensa lo que quiere, decide contar lo que desea que se sepa, cada uno es libre de opinar sobre lo que le plazca, pero siempre desde el respeto. 
Hoy me quedo con imágenes espectaculares de lugares teñidos de azul. Un color simbólico que algunos tampoco comparten porque estigmatiza porque no habla de diversidad, porque no habla del espectro, de las diferencias entre una y otra pieza TEA, pero que en realidad lo único que significa es que hay un montón de personas apoyando una misma causa, que persiguen unos mismos objetivos, que pertencen a un mismo mundo que a la vez tiene sus matices para cada uno... como dicen por ahí, la marea azul.

Así que he hecho recopilación de lugares iluminados de azul que se han publicado en las redes sociales. Y desear que aunque ya no se vea el azul, y volvamos al gris, sigamos trabajando para dar color a nuestras vidas. Y como no, pa'lante, siempre pa'lante. 





   

viernes, 1 de abril de 2016

CANCIONES DE MI PIEZA TEA: LITTLE TALKS

La música es para muchos el bálsamo para seguir adelante. Sirve para miles de cosas, nos acompaña a todos lados, y creo que sin ella la vida y el día a día serían más que aburridos. ¿qué sería de mi sin canciones que escuchar mientras conduzco? ¿cómo me hubiera desahogado de mis penas adolescentes sin escuchar esa canción que sólo apareciendo los primeros acordes ya me hacían saltar las lágrimas? ¿Cómo podríamos revivir muchos recuerdos sin tenerlos asociados a canciones concretas? ¿Cómo podríamos mover el esqueleto sin tapujos sin canciones que nos hagan vibrar?
Parece una tontería. Quizás lo es. O quizás no. Lo que sí es cierto es que nada como una canción movidita para subir el ánimo, nada como una canción suave para aompañar deliciosas charlas, nada como una triste balada para dejar escapar aquellas lágrimas que se niegan a salir... o en los pequeños bebés... nada como una nana para dejarse llevar por el sueño. Nada como las canciones para amansar a las fieras (o eso dicen).
El caso es que, no hace mucho, confesé a una mami TEA mi adicción a cantar a viva voz todas y cada una de las canciones de mi grupo predilecto, los Eagles. Por misterios de la vida se convirtieron en mi grupo. El único grupo capaz de acompañarme en los momentos buenos y menos buenos de mi vida. El único grupo que acepto para momentos de bajón. Siempre están ahí. Si necesito llorar, desempolvo sus cds y me los llevo al coche. Y los pongo, y repito. Y si quiero llorar mucho busco mi canción favorita y la escucho y la vuelvo a escuchar y la vivo y la canto. Y si necesito algo de fuerza cojo otro cd de los suyos y busco esas canciones más cañeras suyas y las pongo y las vuelvo a escuchar y las vivo y las canto. 


Pero con lo que más disfruto es cantando con el grupo acompañándome. Mimo cada acorde, cada respiración, intento hacerlo igual que ellos, respetando el tempo, sin equivocarme una milésima, evitando entrar antes de tiempo o retrasar la entrada a las nuevas frases. Me encanta sincronizarme con ellos, hacer los uuuuuuss igual que ellos con sus bajadas y sus subidas. Chillar si ellos lo hacen, coger aire cuando ellos lo hacen y no volver a respirar hasta que ellos dictan. Parece una tontería, pero no es fácil si no te has hartado de escuchar las mismas canciones una y otra vez. 
Y a mi pieza TEA parece que también le gusta clavar los tempos. No en todas las canciones porque no siempre canta, pero hay una canción que le gusta particularmente en la que se divierte de lo lindo haciendo el EHHH cuando toca. (que en la canción aparece unas cuantísimas veces). La canción en cuestión se llama Little Talks de Of monsters and men. No sé cómo llegó a mi la canción, tal vez la escuché en la radio, me gustó y me la bajé. 
Como siempre, el coche suele ser donde Arnau escucha y aprende las canciones. Y sé que le gustan cuando miro por el retrovisor y me encuentro esa sonrisa de oreja a oreja sólo oír los primeros acordes. la canción de ahí también la aprendió y escuchó en el coche, pero fue en la bañera donde descubrí que no tan sólo era capaz de reconocer la canción si no de seguir su ritmo, respetando los tiempos y sólo interviniendo cuando toca gritar EEIII!!!. Mientras se bañaba, un día se la puse, y antes del primer EEEI! se giró hacia mi y se sorprendió con un fantástico grito que repitió cada vez que tocaba. Como un reloj, exacto, justo en el momento, mirándome siempre cada vez que tocaba gritarlo. Sonriendo porque los dos lo habíamos hecho a la vez, disfrutando una vez más de un momento compartido. 


Mi pieza TEA no baila, pero si le apetece tararea con la u. Esta canción sólo grita ese EEEI! pero la emoción que siente al saber que lo hace bien y que me equivoco yo más que él ya me sirve. Porque me hace saber que atiende, que es capaz de esperar si es necesario y que disfruta compartiendo un momento conmigo. La canción será buena o no, gustará más o menos, pero para mi es una de las canciones top de mi pieza TEA.