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jueves, 22 de febrero de 2018

NÚMEROS

Soy de letras pero evité estudiar griego y latín. Soy de letras y me sobrepasan la pasión por la física y la química. Soy de letras y odio los números. Son fríos, calculadores y no me hablan de la vida, por mucho que los fanáticos de las matemáticas digan lo contrario. 

Aprender literatura, leer libros malos y descubrir joyas en los clásicos. Aprender a reflexionar, a saber interpretar sentimientos ocultos en metáforas o descubrir diferentes maneras de enfatizar lo que se quiere expresar. Aprendí a descifrar poemas que ocultaban realidades con palabras banales, aprendí que escribir libera al alma de mucho sentimiento escondido y que muchos de los mejores textos surgen del malestar interior de uno mismo. 

Adentrarme en la Historia Universal, zambullirme en diferentes épocas, algunas más interesantes que otras, imaginar ese mundo y sorprenderme que todo el cuento sea real, haya ocurrido de verdad, con todas sus comas, sus puntos y sus interrogantes. Descubrir qué la historia, por una extraña razón de la naturaleza humana se repite, tal y como decía aquel: "El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra". Que en la historia siempre hay un inicio en el que todo es opulencia, todo son victorias y todo parece de cuento de hadas, pero al final, siempre existe un declive, por error de poder, por error de cálculo o por rebeliones inesperadas. Sin embargo, aun sabiendo que esto se repite una y otra vez, la historia se repite, con diferentes nombres, en diferentes regiones, con diferentes ideas... pero se repite. 


Soy de letras y estoy orgullosa de serlo, porque me ha hecho crecer como persona, porque he aprendido a pensar más allá de lo obvio. Pero odio los números, o no siempre. No he odiado los números cuando estos me han servido para conectar con mi pieza TEA. No odio los números cuando los utilizo con mi pieza TEA para pasar un momento delicado, como encender el microondas, peinarse o en su momento cortar las uñas. No he odiado los números cuando un día empezó a contar en inglés  y descubrí que entiende que hay varios idiomas que dicen lo mismo pero de forma distinta. Pero a día de hoy, ahora mismo, en mi presente invernal, los odio con todas mis fuerzas. 

A mi pieza TEA le chiflan los números, se pasaría horas tocando la pantalla del móvil escribiendo números, a veces sin sentido, a veces porque el sonido al teclear le suena musical, otras porque está contando y pone 1 y lo borra, pone 2 y lo borra, pone 3 y lo borra... y así puede llegar a 100. A veces lo hace contando hacia atrás. Y mueve los dedos con tal rapidez que pienso que en cualquier momento se equivocará y se liará un berrinche histórico. Pero no, lo tiene claro y sabe lo que hay que hacer. 

A mi pieza TEA también lo absorben los números de los relojes digitales hasta el punto de no hacer nada hasta que el reloj no marque una hora en concreto que ella ha decidido. Y eso me enerva, porque nuestra vida siempre va ajustada de hora, porque un minuto a veces hace que todo se complique más de lo que debería. Vivir pendiente de un reloj que marca una hora concreta, depender de si sale el "00" (eru eru, que dice mi pieza TEA). Descolocarse porque no ha visto pasar la hora en punto  y entrar en bucle durante un largo rato.

La obsesión por los números ha llegado hasta el cuentaquilómetros digital del coche. Necesita ver 100, o 90 y sino llora y patalea. Poco a poco le vamos explicando las "normas" de circulación, como cuando hay un coche cerca debemos bajar números o si hay un círculo azul (rotonda) también toca rebajar. Pero la tensión se nota y los viajes ya no son ese momento plácido de conducir y escuchar grandes canciones.

Odio los números. Mi pieza TEA me ha enseñado que están por todos lados y que él los ve e intenta controlarlos. Están en las horas, en las matrículas, en los portales, en las puertas, en los cronómetros de los partidos, en los calendarios... Los canales de la tele también son números, algunos semáforos muestran la cuenta atrás. Es una obsesión que está allá donde mires y es difícil volver a la paz cuando no puedes eliminar este mundo de números. Allá donde mira mi pieza TEA ve números que se mueven, pero no siempre a su antojo. Mira el microondas y salen números, el lavavajillas, números, la nevera, números... invadidos por números nos cuesta controlar que todo salga como mi pieza TEA espera. Porque los números siguen sus propias normas... no pasamos del dos al cuatro sin pasar por el tres, si eso no lo ve mi pieza TEA, sus cables se cruzan, a veces en silencio a veces con su chillido de cochinillo. Hoy odio los números más que nunca, porque se ha llevado la calma y la tranquilidad en casa. Poco a poco intentamos volver a ella, pero esta vez parece que la cuesta es mucho más angosta de lo normal... así que contaré hasta 10, respiraré hondo y seguiré yendo pa'lante.


jueves, 8 de febrero de 2018

TE MIRO A LOS OJOS Y ...

Te miro a los ojos cuando tú también lo haces. Fijamente, como si buscaras saber qué pienso. Y lo único que pienso es en zambullirme en tus ojos y adentrarme nervio óptico para arriba. Llegar a tu fondo, a saber si piensas hablando como yo o si sólo ves imágenes. Me pregunto si realmente piensas, si entiendes lo que ves, lo que oyes, lo que tocas. Sólo soy capaz de suponer que sí, que piensas en tus cosas, que sí eres capaz de resolver pequeños problemas cotidianos como coger una galleta que está en lo alto de la estantería. Sé que miras diferente, que ves las cosas como buscando lo que nadie puede ver. Y lo sé porque he fotografiado muchas veces tus miradas. Y he visto lo importante que es para ti que haya simetrías, que se repitan las formas o las líneas o que la perspectiva engrandezca la escena. Sin embargo se me escapa cómo miras a las personas, a los de casa y a los de fuera.

Te miro a los ojos y sé que me quieres. Observo como abrazas a tu padre y sé que le adoras. Veo abrazos sin venir a cuento a personas que te dan cariño, que te cuidan y te trabajan, aunque a veces te riñan, aunque te hagan hacer cosas que no quieres. Da igual, ese abrazo dice más que mil palabras mal dichas.

Te miro a los ojos y me pregunto qué pensarás del ser humano, de la sociedad. Me pregunto si nos entiendes al menos un poco, pero creo que no porque nosotros a pesar de intentarlo, tampoco te entendemos, que muchas veces no entendemos tus obsesiones, como mirar portales, observar números o ir y volver por el mismo sitio. Se me escapan las explicaciones. Algunas las puedo entender, otras no. Si pudieras explicarme el por qué todo sería maravilloso, quizás no harían falta tantas riñas ni tantos berrinches, quizás podríamos descubrir la manera de ayudarte a salir de esos bucles interminables que solo te hacen mal. Pero no, tu silencio, tus movimientos de ahora aquí pero corro para ver eso de allí para volver al aquí, tus miradas lejanas a veces... todo eso no me ayuda.

Sin embargo, te miro a los ojos y solo hay una verdad que me asalta. Esa verdad de que eres casi como una droga para mí. Que dueles pero no podría vivir sin tenerte cada mañana conmigo, con tu bon dia o tu bona nit. Que toda mi vida gira en torno a ti. Que no me importa ya tu condición aunque me dé miedo que crezcas. Una vez alguien me dijo que quería a su hijo con su autismo, que sin esta condición no sería su hijo, sería otro. Yo no lo entendí. Era muy al principio de nuestras andadas, pero ahora, con tus seis años, estos que estrenas hoy, comprendo que tú no serías tú si no tuvieras autismo. Serías otro Arnau, quizás menos risueño, quizás más arisco, quizás malo o quizás demasiado bueno. Pero no serías tú.

Hoy, cuando hace seis años que compartimos nuestras vidas, te miro a los ojos y pienso que todo es una putada, que no es justo, que hasta ahora parecía fácil, pero no lo será. Pero también pienso en que no te cambiaría por nadie. Eres tú, único. Hoy te miro a los ojos y sólo deseo seguir pa'lante. Con deseos quizás inútiles, quizás realidades futuras. No lo sé.

Te miro a los ojos y solo puedo decir: "com t'estimo".

Feliz Cumpleaños Arnau