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domingo, 10 de mayo de 2020

HOY BAJO A LOS INFIERNOS

Y bajo a los infiernos. Porque lo necesito. Porque yo también tengo derecho a la pataleta, a dejar que el pesimismo se apodere un rato de mi mente. A ver las cosas con menos tonos gris claro e irme de rositas con los grises oscuros casi negros. No pasa nada y pasa todo. En el fondo, no hay necesidad de que pase nada para dirigirme a las escaleras que bajan al infierno. Sólo con que me levante con falta de color o que el día no acompañe con su sol radiante y su cielo azul deslumbrante, con eso puede ser suficiente, y, de hecho, es suficiente, para dejarme arrastrar a los infiernos.

Y ahí, en las tinieblas, dejo a un lado las fortalezas. Me despojo de ese entrenar la mente para ver lo bueno y positivo de todo y obviar los pequeños deslices y doy paso a lo contrario. Toca mirar lo malo. Hacerlo grande, porque sí. Porque es un poco una dosis de realidad que hay que recordar de vez en cuando. 

Y repaso mi vida. Y alguna vez pienso que he hecho algo mal o que me creo lo que no soy. Que de alguna manera he fracasado en mi proyecto de vida. Sí, tengo un trabajo que adoro, pero muchas veces pienso que han sido carambolas de la vida y nada más. 

Miro a mi pieza TEA y es lo que más me duele. Porque a pesar de ser lo que más quiero en el mundo, a pesar de ser la mamá más orgullosa de su hijo, a pesar de ver que andamos pa'lante sin casi vacilar.... A pesar de todo, es injusto o a lo mejor es lo que me merecía. Una lección de vida. ¿Para qué? No lo sé. ¿Me la merecía? Quizás sí. Y que si ya que tocaba aprender la lección, sea la que sea, podría haber sido un pelín más fácil. Mi pieza TEA podría hablar algo más, podría ser más tranquilo, menos rígido, menos grandote, más delgadito,... Podrían haberle caído los dientes como a todos los niños y no tener que sufrir extraerlas. Podría gustarle toda la comida del cole, enfadarse menos por las dichosas horas, distraerse con más juguetes y menos tecnologías... Podría, podría, podría... Y ahí salgo yo diciéndome a mi misma que en parte es culpa mía, que no he hecho todo lo que he podido cuando he podido con mi pieza TEA, que solo hago una milésima parte de lo que debería y podría hacer. Y que he dejado escapar un tiempo precioso, cuando mi pieza TEA era pequeña para trabajarla, para hacer las cosas mejor.... Autoflagelarme un rato, sí. Pero ese pensamiento es real, a veces sale, a veces se deja ver y deja en nimiedad lo poco que he hecho.
Y sigo dando rodeos por mi vida. Y no me gusta como soy. Callada muchas veces, exigente con quien no toca, distante con quienes adoro... A saber, pero no es como me gustaría que fuera. Me gustaría ser importante más allá de mi familia, pero es que quizás no he cuidado mucho mis relaciones ... Puede que no sepa... A saber. Y sigo pensando y tampoco me gusta lo que estamos viviendo con el puto bicho. Dos meses, dos meses de incertidumbres, lejos de mi día a día, de mi ir a pasear, de juntarnos para comer con la familia, sin celebrar nada, sin alegrías que valgan la pena. Dos meses encerrados en nuestra burbuja pero que por una vez desearíamos que chocara para que se rompiera sin más. Volver a lo de siempre a lo que queremos y estamos cómodos. Se han roto mil cosas y aunque mi pieza TEA lo lleva bien, su vida sería mejor si no estuviéramos obligados a permanecer en nuestra burbuja. Y me da rabia, mucha rabia saber que después de esto nada volverá a ser como antes. Que no será mejor, que habrá un abismo, un salto hacia algo que nada tendrá que ver con lo que estamos acostumbrados a vivir.

Hoy bajo a los infiernos para quejarme en silencio de imágenes que pasan por mi mente, que ya no volverán. Hoy bajo a enfadarme con la vida porque no me creo que tenemos lo que nos merecemos, porque no me merezco lo que me ha tocado vivir. Y tengo derecho a enfadarme, aunque mañana vuelva el color a mi vida, aunque vuelva a encontrar cosas buenas donde parece que no las hay.
Hoy bajo a los infiernos porque soy humana y no soy de piedra. 

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