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sábado, 16 de julio de 2022

BAÑOS DE REALIDAD

No es un secreto que el tiempo pasa, que los años pasan y que en un parpadeo mi pieza TEA ha crecido.
No es un secreto que cada etapa conlleva triunfos pero que también hay dificultades, disgustos y lágrimas.
De pequeño el triunfo fue que era un bebé risueño, gracioso, achuchable pero nos derrotó el diagnóstico.
Seguimos andando, pasando por unos meses donde nos derrotaban sus berrinches sin entenderlos pero triunfamos cuando empezamos a comprender que había cosas que le molestaban, que la hacían sufrir pero sobretodo había una cosa llamada rigidez con la que tendríamos que lidiar hasta el día de hoy.
Seguimos con derrotas a veces en el cole, a veces en casa, otras en lugares públicos. Sin embargo ganaban los triunfos, cuando se portaba de diez en fiestas y restaurantes, cuando empezaba a expresarse con palabras.
Y seguía creciendo y disfrutando de la vida. Sus parques, sus playas, sus piscinas, sus juegos. Y me gustaba verla feliz cuando lo llevaba a las colchonetas o al parque de bolas. Y yo lo veía. Lo sabía. Cada vez más mayor, más grande y cada vez más pequeños los niños que compartían esos toboganes y piscinas de bolas. Y era consciente que llegaría el día que no podría entrar, por edad y por tamaño, aunque no hiciera mal a nadie, aunque tuviera cuidado con los más pequeños.
Y ayer llegó este día temido, este día imaginado en secreto. 
Mi pieza TEA, investigando el móvil de SuperabuelaTEA, encontró una foto de superabueloTEA donde en segundo plano aparecían las anheladas colchonetas y el insuperable parque de bolas. Acto seguido me miró y sentenció: "colchoneta Divendres". Quería evitar ir, porque sabía que este año la cosa se pondría difícil. Sin embargo, me rendí a la petición de mi pieza TEA, que pide poco, que no es como los demás niños que quieren quieren y quieren más. Así que lo prometido es deuda y ayer con todos mis miedos y con todas mis esperanzas nos fuimos a las colchonetas.
Al sacar la ficha de las colchonetas explique la condición de mi pieza TEA y pregunté si era posible que también se metiera en el parque de bolas. El chico muy amable me dijo que seguramente sí pero que se lo comentaría al encargado de la zona de colchonetas y parque de bolas.
Crecía en mi el color esperanza, hasta que el jarro de agua fría cambio mi color. El señor encargado, muy amablemente también, me dijo que no. Que había niños muy pequeños, en concreto conté dos, y que se tenía que conformar con las colchonetas. Obediente, mi pieza TEA empezó a saltar en la colchoneta y con la emoción de no haber nadie en las cinco restantes iba de una a otra como un loco. Yo, diciéndole que solo en una, ella obedecI
endo tres minutos y vuelta a pasearse por las otras colchonetas. Y yo cada vez más ansiosa, hasta que oí al señor decir: "déjalo que no hay nadie. Que disfrute". Pero empezó a señalar el parque de bolas, y yo como un mantra maldito le decía que no podía ser que ya era muy mayor, y mi pieza TEA, negociaba con una hora en concreto para entrar en el parque y yo repetía lo mismo. Y la cara de pena de mi pieza TEA me dolía cada vez más, y ella empezaba a gritar un poco, negándose a salir de las colchonetas porque solo saldría si entraba en el parque. Al final, llorando salió. Miré el parque de bolas, solo una niña de unos 7 años. Mi pieza TEA señalando el parque mientras se ponía los zapatos. Yo derrotada, porque ni un atisbo de compasión ni comprensión. Mi pieza TEA chillido va chillido viene. Y de golpe oigo: "déjalo entrar, lo que cuenta es que sea feliz". El señor encargado. Yo agradeciendo mientras miraba a mi pieza TEA entrar con una ancha sonrisa al parque de bolas. Yo intentando no soltar más lágrimas de lo debido. El señor diciéndome que no sacara ficha, que no pasaba nada. 
Diez minutos más tarde, hice salir a mi pieza TEA, no quería abusar de la bondad del señor. Salió, se puso los zapatos y abrazándola y dándole un fuerte beso nos fuimos.
Se acaba la infancia, lo sé. Hay que buscar otras opciones, otros lugares, otras diversiones. Es la realidad, es la vida, que sigue adelante, sin tregua, para bien o para mal. Habrá que seguir, por ella, solo por ella.