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miércoles, 16 de enero de 2019

ES SU MUNDO Y SON SUS REGLAS

Vuelta a la normalidad. Vuelta a la rutina, al despertarse pronto y correr y correr para cumplir de cara a la galería. Se me antoja casi pesado. El frío no ayuda. La oscuridad de primera hora de la mañana, tampoco. 

Suena el despertador con la hora justa. No se me permite desperezarme porque sino todos los pasos siguientes se atrasan. La ducha, preparar desayunos, el tupper de mi comida, vestirme, despertar a mi pieza TEA, desperezarla en dos minutos, ayudarla a vestirse y llegar al cole para "tirarlo" a la acollida tras un beso rápido y salir pitando para llegar al trabajo. No. Si me quedo cinco minutos más en la cama todo va peor. 

Pero la cama está tan calentita. Y me acompaña últimamente el abrazo inseparable de mi pieza TEA que también le ha encontrado el gusto a dormir calentito entre nosotros.

Vuelta a la normalidad. Atrás quedan esas fiestas navideñas llenas de gratas sorpresas y algún que otro chasco cortesía del sr. autismo. Atrás queda la emoción de ver a mi pieza TEA cagando el tió por voluntad propia, cantando la canción durante muchos días, pidiéndole que le diera comida para engordar el tronco antes de navidad y ver que obediente dejaba las galletas en el cuenco que nuestro tió tenía para la comida. En mi memoria quedan los momentos de abrir los regalos, de ver cómo los observa y juega con ellos aunque sea cinco minutos con cada uno de ellos. Esa sonrisa boba en mi cara mirando esas manos gorditas arrancando suavemente el papel. E intentando borrar los malos momentos que mi pieza TEA colapsada nos dio. Porque no es culpa suya, porque al fin y al cabo somo nosotros quienes le hemos pedido mucho más de lo que podría aguantar cualquier niño. Y lo ha hecho, así que le perdono su mal momento.

Las fiestas no nos permiten vivir en nuestro pequeño mundo paralelo, tenemos que ser y estar y hacerlo lo mejor posible. Y lo intentamos y lo conseguimos casi siempre. Pero porque no estamos solos, manos amigas, manos de abuela, manos de tíos, manos de primos... esas manos que nos tienden sin pensárselo dos veces, para poder disfrutar un poquito mejor de estas fiestas. Turnarnos para vigilar o jugar con mi pieza TEA, es lo que nos ha permitido sobrevivir a tantas comidas, tantas reuniones familiares, tantas idas y venidas. 

Y entre todo el ajetreo de fiestas, sí hay nuestro mundo paralelo, sí disfrutamos de nuestra burbuja particular. Y no hace falta mucho para sentir paz. Me conformo con poco, un corto paseo cerca del mar, de la mano de mi pieza TEA, sin prisas, sin mirar el reloj, olvidando horarios. Ese sol que nos calienta las mejillas e ilumina nuestro querido mar. Esa tranquilidad de los lugares de costa en invierno. Y mirar a mi alrededor, y mirar a mi pieza TEA y verla con esa sonrisa que nunca se apaga. Ese es mi mundo, nuestro mundo. Donde nada me importa más que la felicidad de mi pieza TEA. Donde las miradas extrañas me importan un pimiento. Porque me gusta verla feliz. Me gusta verla sonreír.

Y nuestros parques. No hay muchos por aquí pero si tienen columpios ya no hace falta mucho más. Porque jugamos a contar mientras se balancea, porque hablamos el uno con el otro aunque sea a través de los números. No importa si la gente ajena no entiende nuestra conversación, porque ellos nunca entenderán la grandeza de las cuatro palabras mal dichas de mi pieza TEA. Oír su vocecilla reclamando mi atención, ha tardado en pasar pero pasa y cada vez más. Son sus juegos, son sus intereses, lo que le gusta a mi pieza TEA. Y tanto superpapáTEA como yo respetamos sus conversaciones repetitivas, sus juegos con en bucle con los números. Y lo hacemos porque por fin dialogamos con ella.

La vuelta a la normalidad no me permite ir en busca de nuestra burbuja particular. El invierno es oscuro, es frío y distante. Nuestra burbuja particular es clara, es cálida y cercana. No se le cierra la puerta a nadie, pero quien entra debe jugar nuestro juego, el juego que nuestra pieza TEA propone, porque es su mundo y son sus reglas.