MUCHAS GRACIAS POR SEGUIR NUESTRO BLOG

miércoles, 14 de agosto de 2019

LARGO VERANO

Silencio. Silencio y quietud. No hay prisa. No hay que correr. Como siempre el tiempo pasa demasiado deprisa. Los días caen uno detrás de otro como las hojas en otoño, cuando el frío viento otoñal las arranca de cuajo para no volver a la vida. El tiempo no da treguas. No es benevolente. Si no puedes hacer tal o cual cosa, mala suerte, mañana quizás puedas. Y si no pasado mañana. Quizás algún día llegue ese momento en que la quietud de las horas que pasan te de permiso para parar. 

Sin darme cuenta el verano parece querer escaparse. Sin apenas vivirlo todavía, se va alejando un año más. Atrás quedan ya los días de casal donde mi pieza TEA, ajeno a las difíciles historias de otros niños, ha sido feliz como una perdiz. Un mes de actividades sin cesar que le mantenían ocupado y le daban el respiro necesario a superabuelos TEA para afrontar el resto del día con uno de sus tesoros. Han pasado unas cuantas semanas ya, pero mi pieza TEA sigue pidiendo ir al casal. 

Las fotografías, que con dedos locos hacemos, me recuerdan los días que mi pieza TEA ha podido compartir con sus primos. Grandes niños. Personitas que van creciendo y siguen teniendo en cuenta a un niño que no sabe jugar con ellos, que no los aprovecha como haría cualquier niño. Sin embargo ahí están,  aceptando que mi pieza TEA es como es y aprovechando algunos momentos para conectar con ella. Como esa tremenda tarde que inventamos un baloncesto acuático con ellos. Mi pieza TEA miraba a sus dos primos como tiraban la pelotita para hacer canasta. No sé si quería o no, pero le invité a lanzar la pelota. Le ayudé a encanastar aupándola para que llegara a su objetivo. Y se rió. Y seguimos tirando a canasta por turnos, ahora tú, ahora tú, me toca a mí y esa voz de primo mayor que dice: "le toca a Arnau". Y sin más le daba la pelota y mi pieza TEA se iba directa, sin pedir ayuda a meter la pelota por el aro. Y lo ccelebrábamos, y mi pieza TEA saltaba y reía loca de alegría. Y yo me lo miraba y no cabía de felicidad en mi cuerpo. Son los momentos que valen, son las vivencias que perduran y que nos ayudan a entender que con voluntad y cariño todo se puede. 

Y el verano sigue su curso. Ya no hay primos, ya no hay casal. Quedan superabuelosTEA mientras superpapáTEA y yo seguimos con nuestras obligaciones laborales. Y ahí me sigo dando cuenta que tengo más que un tesoro. Que no hay palabras para describir los que veo día tras día. Esa paciencia infinita para distraer de algún modo a mi pieza TEA. Con sus recursos, con lo que pueden. No hay playa, porque ir a la playa con mi pieza TEA requiere mucha energía y un buen estado de forma. No hay parque porque hace demasiado calor y poco parques cerrados para que superabuelosTEA puedan estar tranquilos. No hay parque de bolas porque el único que abría por las mañanas ha cerrado este mismo verano. Pero hay una vía que mirar y esperar que pasen los trenes. Hay un superabueloTEA que se sienta al lado de su nieto a esperar. Agradecen el fresco de la terraza, esa brisa matutina y esa sombra que más tarde, cuando avance el día desaparecerá. Y cuando mi piezaTEA se tapa los oídos, sabe que en breve pasará raudo y veloz un tren. Quizás es corto, o a lo mejor hay suerte y pasa un tren de mercancías con muchísimos vagones. El caso es que pasen. 

También hay supermercados. Este año el atrevimiento ha ido más allá. Hasta este año mi pieza TEA se metía dentro del carro cuando íbamos a comprar. Era cómodo para nosotros. Pero es grandote, se hace mayor y tocaba que empezara a ayudarnos con la compra. Ha aprendido a ir andando empujando el carro hasta que encuentra su mayor vicio, el pan. No importa porque con su pan en la mano sigue ayudando cogiendo esto y lo otro y metiéndolo en el carro. Por eso, superabuelosTEA se han atrevido. Han confiado en mi pieza TEA, y ella no les ha defraudado. Gustoso ha seguido las instrucciones de sus abuelos. 

Y no acaba ahí el atrevimiento de superabuelosTEA. No. Sorpresa mayúsucula el día que recibí una foto de mi pieza TEA sentada en la mesa de un restaurante. No porque mi pieza TEA se porte mal cuando salimos fuera a comer, no porque no comiera, sino porque ese miedo que siempre llevo cuando vamos al restaurante, que todo salga bien, que no se enfade, que no quiera irse en cuanto ha acabado de comer, todo eso, parecía no existir en la mente de superabuelos TEA. Y Salió bien. Tanto que hubo una segunda vez en la que esos abuelos maravillosos solo eran capaces de decirme que se había portado de 10 o más.

Y así, con idas y venidas a los supermercados, con paseos en coche escuchando las canciones que le gustan a mi pieza TEA, los días de verano se apilan uno encima del otro y las jornadas de trabajo van siendo menos para superpapáTEA y para mí. 

También hay días de playa. Alguna tarde, superabuela y yo nos vamos con mi pieza TEA. Sé que estaré hora y media en remojo con ese lapsus de cinco o diez minutos que es lo que tarda mi pieza TEA en merendar. Pero da igual. Mis momentos de playa con mi hijo son únicos. En el agua mi pieza TEA se destapa y habla, sus cosas, sus juegos inocentes, sus canciones queridas. Pero conectamos,  el uno con el otro. No hay nada más alrededor. Ni niños gritando con las olas, ni parejas jugando con las palas, ni castillos de arena que derrumbar. Solo ella y yo. Hay días que esperamos las olas, otros que jugamos a zambullirnos, otras que nos sentamos uno al lado del otro en la orilla nos dejamos mecer por tenues olas que vienen y van. 

Y hemos tenido suerte porque vinieron refuerzos para superabuelosTEA. Mis tíos también se han ocupado de entretener a mi fierecilla. Hubo día de playa con ellos, hubo caminatas por el paseo marítimo, paseos en coche, comida en restaurante y momentos de aceptar siestas breves porque mi pieza TEA ocupaba media cama. 

El verano sigue su curso y parece que se va yendo pero no. Aun quedan cosas por hacer, momentos que disfrutar. Nos queda una semana compartida con superpapáTEA. Los tres. Juntos. Repetimos aventura. Un año más con la esperanza en positivo, con la idea de disfrutar los tres y compartir momentos únicos. Queda otra semana más mi pieza TEA y yo mano a mano. Para estar en nuestra playa querida, si el sol lo permite y la lluvia y el mal tiempo no amenaza. Y queda otro mano a mano, esta vez con superpapáTEA.

El verano es largo, puede ser agobiante, estresante, aburrido, pero para nosotros es y seguirá siendo vida, momentos que valen la pena, historias compartidas, anécdotas para recordar y días para tener presente que sólo vale el aquí y ahora.