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lunes, 3 de octubre de 2016

MARTINA


Martina tiene 12 años. Nació a la sombra de María, su hermana mayor, una niña dulce, con una sonrisa amable para todo el mundo, con un gesto cariñoso cuando hace falta y cuando no también. Martina nació también perseguida por su hermano pequeño, Enric, al que le costó crecer pero que lo hizo con paso firme y ahí sigue... andando y creciendo.
Martina, como más de una vez afirmó, odiaba ser la mediana porque no era nada importante, ni la mayor ni la pequeña, ni la primera niña ni el primer niño, ni fú ni fá. Martina creció con una sonrisa selectiva, con una alegría a ratos y con unos berrinches a otros. Pareciendo querer sólo a los más conocidos, a los más vistos, y esquivando a los que aparecían por ahí sólo de vez en cuando.
Yo era de los segundos. Pero eso era antes, cuando a Martina aun le costaba pensar por sí misma, y quería seguir la estela de su hermana. Eso era cuando Martina todavía no sabía que las personas somos diferentes unas de otras. Que los encantos de unos no tienen que ser los encantos de otros. Que sonreír se puede sonreír de forma afable, de forma pícara, de verdad o de mentira. Yo buscaba en Martina lo que desde que nació tuve con mi Marieta, ese quiero estar con Mon, quiero jugar con Mon, quiero que me coja Mon, me gusta escuchar los cuentos que a veces cuenta Mon... Con María solía y suele ser así. Debilidades que una tiene....
Con Martina todo fue distinto. Y lo fue porque Martina, chica lista, se inventó a ella misma, buscó dentro de ella aquello que la hace auténtica, única y diferente de cualquier otra persona. Martina decidió sonreír y enfadarse menos. Decidió tener una sonrisa alegre y sincera, parecida a la de María por lo de sincera pero diferente por lo de alegre.
Decidió o quiso ser la loca feliz de la familia, sin forzar, sin aparentar y así ha crecido en nuestra familia. Siendo eso, la locuela, la que aporta ese granito de alegría sin contemplaciones. La que sin dudarlo saca lo mejor de cada uno... bueno, lo mejor no, la parte divertida que tanto nos cuesta mostrar. Junto con María, nos hemos desmelenado las tres bailando ABBA o las canciones de la película GREASE. He intentado, con gran ridículo, seguir los pasos modernos de baile que pretenden enseñarme las dos. Pero da igual, porque me he reído, me he olvidado de muchas historias mentales que de vez en cuando me acompañan y me he divertido como si volviera a tener 16 años. 

Pero Martina, no tan sólo nos ha mostrado su vena teatrera y locuela. Como María y como toda nuestra familia, Martina tiene otro don. Un don bonito, sorprendente y que me ha dejado sin palabras. Es el don de tener un corazón enorme, donde todo el mundo cabe. Eso que parece poco y que para mí es mucho porque le ha abierto una parcelita a mi pieza TEA. Un lugar lugar luminoso y lleno de color, donde pretende que mi pieza TEA sonría, disfrute de ella, jugando con ella, interactuando como no lo ha hecho con ningún otro niño. Martina, con ese don, lo ha conseguido. Ver a mi pieza TEA coger a Martina de la mano, dejarse querer y estrujar por ella, o arrancarle cuatro repeticiones de palabras y que Martina las viva como un triunfo más en la carrera de fondo de mi pieza TEA. Dejarse abrazar y querer abrazarla fuerte, muy fuerte o descansar en el sofá pegadito a ella (cosa que no suele hacer ni con superpapáTEA ni conmigo)... Todo eso hace que Martina sea una pieza fundamental en nuestras vidas, junto con mis otras 17 piezas, claro está.

Y hace unos días Martina nos envió una fotografía en la que me decía: "Mon lee esto". 

Se trataba de una redacción sobre el tema "De mayor quiero ser..." Y Martina escribió, seguramente sin pensárselo dos veces:

"Yo de mayor quiero estudiar la carrera de Educación Especial. Todo el mundo dice que tengo una relación especial con los niños con deficiencias, yo también lo creo, tengo un vínculo con ellos muy especial. Este trabajo es fantástico pero tienes que ser una persona fuerte porque no cualquier persona podría tratar con estos niños. Yo creo que los niños con autismo , síndrome de Down y muchas más enfermedades son niños como cualquier persona, solo tienen algo especial. Sin hablar ya expresan cosas que nadie podría imaginar. Todo esto lo vivo yo de cerca, un familiar mío, pero no lo puedo querer más y él no me puede querer más a mi. Creo que para eso tienes que nacer, no cualquier persona podría tener este vínculo. Es un buen trabajo, a parte de esto, es un trabajo especial y muy bonito. Este trabajo necesita estudios, paciencia y ganas de hacerlo."

Sólo tiene 12 años y de momento así lo ha decidido. Influirá o no mi pieza TEA y esa relación especial que hay entre ellos. Da igual. Al final, lo único que veo es que con personas así, nuestras piezas TEA estarán en buenas manos, que los niños y niñas que vengan después de mi pieza TEA y tengan la suerte de toparse en el camino con Martina disfrutarán de esa auntenticidad de Martina, de ese cariño que desprende, de esa locura que exhibe y de esa seriedad que esconde. Mientras tanto, Martina aprenderá con Arnau, absorberá las cosas buenas y menos buenas de mi pieza TEA, descubrirá estrategias para conectarlo mucho más a nuestro mundo y como no, le seguirá sacando esa sonrisa que tanto me enamora.





3 comentarios:

  1. Hola, me ha encantado leer este post sobre la relación mágica de Martina con tu pieza TEA, pues expresa lo maravilloso de una persona de tener desde pequeña un don especial, que si lo sigue alimentando dará lugar a una maestra que hará de su trabajo su pasión. Ojalá todos los docentes tuviesen ese don y entrega ya desde pequeños. Un saludo.

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    1. Hola Rosa! la verdad es que estamos encantados con la relación que tiene Arnau con Martina, es algo especial y es emocionante escuchar a mi pieza TEA llamarla cuando están juntos: "atina atina". Esperemos que haya muchas más Martinas por este mundo.

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  2. Hola, me ha encantado leer este post sobre la relación mágica de Martina con tu pieza TEA, pues expresa lo maravilloso de una persona de tener desde pequeña un don especial, que si lo sigue alimentando dará lugar a una maestra que hará de su trabajo su pasión. Ojalá todos los docentes tuviesen ese don y entrega ya desde pequeños. Un saludo.

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