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sábado, 22 de octubre de 2016

ANORMAL COTIDIANIDAD

Duermen. SuperpapáTEA y mi pieza TEA se han quedado fritos en el sofá uno junto al otro mirando las canciones infantiles que tanto le gustan a mi pieza TEA. Hoy en esa escena yo sobro. No hago falta, no es necesario que esté a su lado, porque es una siesta de padre e hijo, de aquellas que se dan pocas veces pero que cuando se dan son de lo mejor. Por eso no estoy con ellos. No pinto nada, no quiero hacer ruido, no quiero que ninguno de los se despierte, porque es su momento. 
Acaban de marchar unos amigos y se respira una tranquilidad de las que pocas veces se notan. Es como cuando mi pieza TEA se rinde al fin después de un largo día. Sólo oigo la televisión de fondo y el clic clic clicclicclic de las teclas mientras escribo. 
Hace una semana, estábamos de paseo, por la playa. Llevamos a Blau a pasear y a mi pieza TEA a que jugara un ratito en los toboganes de la playa. SuperpapáTEA se encargaba de Blau. Lo llevó a la orilla a notar el agua fría del mar y yo, como siempre, me ocupaba de mi pieza TEA que subía y bajaba del tobogán y se atrevía a saltar desde el peldaño más alto de una escalera de madera. Quería hacerlo solo, ser valiente, pero a la vez tenía miedo y me pedía mi mano, queriéndola coger pero rehusándola cuando me acercaba. Tarde plácida, tarde de la vida cotidiana. Atardecer con luna llena, tremenda luna llena, atardecer con colores imposibles. Una tarde relajada, un fin de semana tranquilo. Eso es lo que pensaba, eso es lo que estaba viviendo. Yo contenta y feliz porque mi pieza TEA me imitaba cuando tosía, que era a menudo porque me había resfriado.
Llegamos a casa con la idea de seguir la rutina diaria de bañito, cena, un ratito de juego y a dormir. Mi pieza TEA se reía a carcajada limpia cada vez que tosía. Y se bañó y partir de ese momento, todo lo idílico de la tarde desapareció de un plumazo. No sé el porqué, no sé que desencadenó la pesadilla que vivimos ese fin de semana, no sé cuándo a mi pieza TEA le dio por cambiar la risa loca por chillidos y lloros histéricos al oírme toser. Como quien no quiere la cosa, empezó a repetir incansablemente el inicio de la canción de "La lluna la pruna" ... Allu allu" decía y yo se la cantaba y él insistía medio llorando. Hasta que el forzar la garganta me llevaba a mi a toser. Lo que quedó de día fue así... "allu allu"... se durmió llorando pidiendo esa canción.
Pero a las cuatro de la madrugada desgraciadamente mi tos le despertó y se iniciaron dos horas terribles para ambos. Por un lado él lloraba de pánico y se mecía repitiendo "allu allu", sin poder sacarlo de ahí, por otro, yo intentaba tranquilizarlo cantándole la canción con tan mala suerte que la tos aparecía una y otra vez. Comí mil caramelos de miel y limón para no toser. Al cabo de una hora con la misma canción y él semidormido pero sin llegarse a dormir, decidí dejar de cantar, obviar su repetida petición y empecé a hablar, de los columpios, de los parques, de lo contenta que estaba de ver cómo se subía él solito al columpio, cosas y más cosas, todo lo que me venía a la cabeza todo se lo decía. Y por fin, a las seis, cerró los ojos, cesó de repetir "allu allu" y el silencio reinó de nuevo. Me fui al sofá con mi tos deseando que todo lo ocurrido no se repitiera. Tuve miedo, mucho miedo. Vi un niño encerrado en una cárcel, lejos de todos nosotros, sin querer coger nuestra ayuda, perdido, vi un niño olvidar de golpe todos los avances de lenguaje que había hecho, ni bona nit, ni gracias, ni aigua, ni nada... todo olvidado. Tuve miedo por si realmente todo eso se acababa de perder. Me dormí pensando que tal vez mañana sería distinto. Pero no, solo verme al día siguiente empezó a repetir el inicio de otra canción... " o inc o de es" (no tinc por de res), solo eso una y otra vez y me cogía fuerte de la mano y me pedía que se la cantara. Y yo intentaba no hacerlo, intentaba desviar su atención y solo lo conseguimos cuando nos fuimos a dar un paseo en coche. Al volver, volvió el "o inc o de es" y se escondió en nuestra habitación con varios juguetes y sin querer estar con nadie. Comió mal y se volvió a la habitación. Por suerte se durmió. De nuevo pensé que quizás era el sueño y que despertaría siendo la alegría de casa, con su risa contagiosa y sus saltos mortales en la cama. De nuevo, el bofetón fue grande porque se despertó peor. Para calmarlo le pusimos videos de canciones que le gustan y estiradito en el sofá se estuvo hasta que a las doce y media de la noche se durmió. Aquella noche dormí de nuevo en el sofá por miedo a despertarlo con mi tos. Decidimos no llevarlo al cole porque no estaba en condiciones, estaba en bucle y no atendía a nada. Eso sí lo llevé al pediatra por si acaso, por si tuviera otitis, o mal la garganta, pero estaba bien. Así que solo podía esperar a que se le fuera pasando su miedo, su odio hacia mi tos. Mientras, cada vez que me entraba la tos me escondía. Al final  de la mañana parecía que por fin volvía a tener mi pieza TEA conmigo, como es ella, alegre, feliz y saltando.
Y en mucha parte así fue y es. Pero ha habido un cambio. Cuando todo empezó a volver a la normalidad, si yo tomé como solución esconderme a toser, él buscó su propia solución. Se quedaba en la habitación y si yo iba a verlo me decía "houa" (hola), saltaba de la cama, me cogía de la mano, me sacaba de la habitación, me decía "adéeeeuuu" y me cerraba la puerta en las narices. Entendí y entiendo que fue una solución inteligente por su parte, evitar lo que no te gusta, así, sin más. Incluso en el coche, hace el esfuerzo de no chillar ni llorar y yo le aviso cuando me viene la tos. 
Pero no vi que era una arma de doble filo. No vi que no querer tos también es no querer mami. Y hoy por hoy, aunque vamos juntos al cole, a pasear o al parque, en casa me evita y no quiere estar mucho rato conmigo. Yo ya casi no toso y espero que poco a poco pueda todo a la nuestra anormal cotidianidad. 
O quizás, quizás va siendo hora de romper un poco esa necesidad de mamá para todo para abrirse paso a él mismo, él por él, él y su espacio, él y otros. Quizás quiera abrir más los ojos al mundo en el que vivimos. No sé. Hoy es así y mañana... mañana quien sabe. 
Mientras tanto, seguiremos pa'lante, siempre pa'lante. 

  


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