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viernes, 14 de octubre de 2016

BLAU

Blau es azul en castellano. Blau es blue en inglés. Blau es bleu en francés. Y en euskera... pues no lo sé... pero seguro que mi vasca favorita nos sacará de dudas... Blau, azul, blue o bleu... es un color. El color que suele definir un día de primavera, con ese cielo azul intenso, sin rastro de nubes, ni blancas ni grises... solo una mancha amarilla que da más brillo a ese azul aéreo. Azul también es el color del mar en verano, cuando el calor no respeta edades, cuando las olas parecen estar más que dormidas, cuando la calma del agua se rompe con el chillido de criaturas adentrándose en ese azul. Azul también es el color que eligen los niños para pintar las gotas que marcan el inicio del otoño. Todas y cada una de las gotas que se dibujan y colorean son azules. Gotas grandes, pequeñas o medianas, da igual.. Son el azul del otoño. Y azul son muchas de las bufandas, gorros o guantes que en invierno se hacen imprescindibles para salir a la calle. El azul está en todas partes, tiene su lugar en cada una de las estaciones, en cada uno de los días. Azul para todo, azul que siempre gusta, azul que combina poco con otros colores, porque el mismo tiene su elegancia, sus tonos... oscuro, clarito, celeste, marino, turquesa, acero... él consigo mismo constituye la combinación perfecta. Y azul, como sabéis, es el color que nos une a muchas familias TEA. De azul se tiñen los edificios el 2 de abril, de azul son los globos que aparecen en las ventanas de las casas el 2 de abril, azul es la marea que nos mueve pa'lante, siempre pa'lante. Azul, aunque a muchos no les guste, es el color del autismo.    
Pero Blau, este azul en catalán, es mucho más que el color que en todos lados está. Blau es un nombre. El nombre que superpapáTEA y yo elegimos para él. Blau es la esperanza de un compañero para mi pieza TEA. Blau es un ser multicolor. Tiene tonos marrones, negros, grises, blancos... un arcoiris de colores de pelo que jamás pude imaginar que se pudiera dar. Blau es el nuevo miembro de nuestra familia. Blau es nuestro superperroTEA. Fue casi sin pensarlo demasiado. A pesar de que superpapá TEA era reacio a tener un perro, accedió a llevárnoslo para casa. A regañadientes y sabiendo que las mascotas tienen un temprano final, me concedió el deseo de volver a tener un perro en casa. Despertó la esperanza de que Blau se convirtiera en aliado inseparable de mi pieza TEA, que mi pieza TEA quisiera empezar a jugar con él, y despertara un sinfín de sentimientos hacia esta pequeña preciosidad. 
Blau, es un perro de montaña. Nació porque tenía que nacer y si no lo hubiéramos adoptado no sabemos si viviría porque tenía que vivir. Blau no se dejó ver mucho antes de acogerlo, correteaba libremente por un pueblo de la Cerdanya. A veces estaba al lado de su madre, a veces se escapaba por ahí. Nos costó dos días encontrarlo, porque no estaba con su madre. Y yo, yo pensaba que el sueño de disfrutar de un perrito, como cuando era niña se esfumaba. Pero dimos con él. Lo encontramos junto a su viva imagen pero en grande. En una casa ajena, entre las patas de su padre, jugaba sin apenas cansarse. Le mordía las patas y el perro grande lo revolcaba con el hocico. Y mientras mirábamos de hablar con el dueño de esa casa ajena, vimos desaparecer como gamos al perro pastor y su miniyo. Felices, libres. El grande con dueño y el pequeño con un futuro incierto. Un cachorro de tres meses más o menos que no había recibido cuidado alguno. Un perro que se topó con una familia con un niño especial, diferente, que se lo miraba y se reía si le perseguía mordisqueándole el culete, pero que chillaba si le oía ladrar. Un niño al que no le apetecía tirarle la pelota ahora sí, ahora también y otra vez y otra. Un niño que se dejaba lamer la mano, pero solo un rato. Un niño que quería y no quería. Sin embargo, a Blau le da igual. Tiene debilidad por mi pieza TEA. Estaría siempre a su lado durmiendo, comiendo, en la bañera... Jamás le ha mordido ni jugando. Parece que espere tranquilamente a que mi pieza TEA se de cuenta que está por él, para él. Inlcuso vigila sus cubos, sin apenas tocarlos ni llevárselos para morderlos. 


Blau ha llegado como un huracán. De hecho, aún tenemos que hacernos a él. Su efusividad matutina, con lametones, saltos, patas en el pecho,... esa alegría sencilla, verdadera cuando llegamos de la calle, todavía nos abruma. Ese robar todo lo que pilla, nos agobia y a la vez nos hace reír, porque el pobre no sabe disimular. Cuando coge un calcetín y estamos nosotros por ahí, no vemos una sombra que se va a la estampida hacia el jardín, sino que vemos un perro que va como si fuera de puntillas, lento, sin hacer ruido, hacia la puerta de la terraza, con las orejas gachas, consciente que lo que está haciendo no es correcto .. y sí, lo pillamos cada dos por tres con las manos en la masa, abortándole la misión de requetuchupetear ese calcetín acabado de lavar, o esa toalla que cuelga del tendedero, o tal vez el trapo de la cocina. 
Y odiamos que cuando se aburre deje el jardín como un campo de minas, lleno de hoyos que escarba en busca de no sabemos qué.
Pero da igual, poquito a poquito, sin prisas, Blau va aprendiendo, es más bueno, sigue intentando tumbarse cerca de mi pieza TEA, lo sigue despertando a lametazo limpio pero sin meter las dos patas en su cara, sino con más suavidad. Y mi pieza TEA se ríe cuando medio dormido nota las cosquilas de una lengua rasposa que le limpia cuidadosamente los pies. Y superpapáTEA se enfada con él pero después babea viéndolo correr haciendo ochos por el jardín. Y yo, lo echo del baño cuando mi pieza TEA va a la bañera o me hace tropezar porque le gusta perseguir mis zapatillas. Pero después, me gusta verlo ahí, tendido bajo mis pies o cuando duerme panza arriba en su camita (que ya ha destrozado).
Y aunque todavía no sea el inseparable amigo de mi pieza TEA, no pierdo la esperanza de que Blau sí sea su fiel guardián. Que quizás algún día sea mi pieza TEA quien lo pasee o que le tire una y otra y otra vez la pelota. Que se ría si Blau se le tira encima cuando mi pieza TEA juega por el suelo. Pero aún es pronto. Mientras, seguiré embelesada mirando a este par de niños que se quieren y se odian. Que juegan pero no del todo, que quieren estar separados pero que el deseo de estar tocándose es más fuerte. Ese pie gordito acariciando la panza de Blau, o esa mano tocando ese pelo largo y suave de Blau. Juntos.




   

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