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martes, 15 de marzo de 2016

¿EL COMER ES UN PLACER?

Mis recuerdos sobre la comida durante mi infancia son variados. No tengo sensación de haber comido muy mal, pero sí de ser selectiva con la comida. Pero eso viene de familia. SuperabuelaTEA siempre explica que su mamá la consentía en lo que a comer se refería. Le gustaban pocas cosas, disfrutaba con todo tipo de carne. Ternera, cerdo, pollo, conejo... Daba igual, mientras no fueran primeros platos. Y yo salí igual. O quizás, metiéndome en la  mente de una niña pequeña, se tratara de imitar a mamá. Lo que sí sé de mi infancia en cuanto al comer es que era lenta. Muuuy lenta. Recuerdo perfectamente las bolas de pollo pasando de un lado al otro de la boca. Ayudarme con agua para tragar lo que no quería viajar hacia el estómago. En mi mente aparecen múltiples escenas relacionadas con el comer de niña. Recuerdo la primera y única vez que me quedé a comer en el cole. Estaba en preescolar y tengo bien viva la imagen del menú de aquel día: sopa (bueno escudella barrejada, que viene a ser sopa con fideos garbanzos, alubias, arroz y patata hervida) y lomo rebozado con patatas chips. Supongo que debí comer bien... Y si no fue así lo borré como suelo borrar las cosas menos buenas de mi vida.
También, escarbando en la memoria, veo a mi abuelo, sentado en la mesa mirando la lentitud con la que me comía el arroz a la cazuela, que no me gustaba demasiado. Y encima me entretenía a separar los guisantes, el pimiento y los trozos de ajito picado, porque sólo me gustaba el arroz. Cucharada tras cucharada me lo paseaba de izquierda a derecha de la boca y de derecha a izquierda... Y vuelta a empezar. Y la intervención chantajista de mi abuelo: "si te acabas el arroz te doy cinco duros". Y yo, inocente, me lo comí todo, pero de modo peculiar. En cada cucharada una gotita de limón. Y así, poco a poco, me terminé todo el plato.
Sin embargo, a veces me acababa los 
platos haciendo trampa. Y es que mi lentitud en el comer agotaba la paciencia de todo el mundo y me quedaba sola, ahí sentada en la mesa, con mi plato, mi vaso de agua y la luz apagada. Sólo superabueloTEA me acompañaba de vez en cuando. Mientras yo terminaba con la comida, mi madre fregaba los platos, con la puerta de la cocina abierta. Y yo vigilaba que no se girara, puesto que parte de la comida iba directa a mi perro. En realidad, Banner, el primer perrito que acompañó mi infancia, era de gusto selectivo también. Como a superabuelaTEA, sólo le gustaba la carne, así que sólo podía desprenderme de los trocitos de salchicha, lomo o pechuga que quedara en el plato. Cuando años más tarde llegó mi querida perrita Nil, ella sí que era de buen comer. Le daba igual, carne que pescado, verdura que macarrones, lo que le echara lo engullía.
¿Por qué explico esto? porque con el tiempo, mi lentitud, mis gustos, el odiar macarrones, arroz, lentejas, verduras, etc., todo este cúmulo de números para ser mal comedor, han desaparecido. Como de todo, menos cebolla cruda y tortilla de patatas con cebolla. Y ahí es donde encontré la clave para no agobiarme con el comer de mi pieza TEA.

extraído de como tener el vientre plano
Es cierto que, salvo que tardó en comer entero, mi pieza TEA come bien. Le encantan los canelones, la sopa de pescado, el caldo, las hamburguesas caseras que le hace superpapáTEA, espaguettis, macarrones, lentejas, garbanzos, pollo rebozado, croquetas, cremas de verduras y un sinfín de platos de mayores que hacen que la dieta de mi hijo sea más o menos equilibrada y variada. En cambio,  es difícil que coma patatas fritas, tortillas a la francesa, pizza, chucherías o embutido.
De fruta, tenemos poca variedad, puesto que sólo come pera, plátano y manzana, y en verano probamos alguna vez melocotón y melón.
El tema lácteos, debido a un costipado se olvidó de la leche y ahora sólo come yogures y petitsuis (uno de cada al día) y por el tema cereales estamos cubiertos puesto que el pan es el manjar de los manjares para mi pieza TEA.
Así que visto así en general, creo que no debo preocuparme mucho por la alimentación de Arnau. Sé que debería seguir probando de darle algo de embutido o queso, que probara nuevos alimentos, pero pienso, ¿de verdad hace falta que coma kiwi o fresas? ¿de verdad es necesario que le gusten las patatas fritas? ¿a caso no puede vivir sin tomar zumos? un sinfin de preguntas, a las cuales respondo con un rotundo NO. Si miro la pirámide alimenticia veo que más o menos vamos por el buen camino.
Y por otro lado, si yo pasé de comer mal y poco variado a comer de todo, ¿por qué no le va a pasar a mi pieza TEA?

Sé que a muchas piezas TEA les cuesta comer. Que se aturullan con las texturas, los colores o el orden o desorden en el plato. Sé que es complicado cuando son tan absolutamente selectivos. Pero hay que pararse a pensar un poco. Primero, hacer un listado de todo lo que come. Segundo, ver cuáles son sus manías. Tercero, buscar alternativas.
Me explico con un ejemplo de mi pieza TEA. No le gusta mucho el pescado, pero, la sopa de pescado, con todo el pescado y verduritas (llámese patata, tomate, cebolla y zanahoria) tritutado y con su pasta de bolitas le encanta. Así que la mayor parte de pescado la come en forma de sopa. No le gusta encontrarse el pescado (manía), pues bien, superpapáTEA, se inventó las croquetas de pescado para que nuestra pieza TEA comiera pescado fresco (alternativa), le vuelven loco las croquetas caseras, las congeladas dale a otro. O hacer espaguettis de atún, con su sofritito de tomate, con sus especias y mucho atún. Porque no todo ha de ser espaguettis de carne.
Esta es la opción que hemos elegido para mi pieza TEA. Disfrazar un poco las comidas. Ya tenemos suficientes quebraderos de cabeza como para encima obligarle a comer las cosas por separado o tal como deben ser. Vivimos felices así. Tenemos opciones para ir a comer de restaurantes, podemos ir a casa de quien sea porque come bien variado. Y además suelo probar a darle de comer lo mismo que los mayores, pero con variantes. Las albóndigas se las come a la perfección pero con patata chafada de acompañamiento.
Sé que no come bocadillos, que no le gusta el chocolate, que la bollería se la puedo ahorrar, que los ganchitos se los puedo regalar al vecino, pero ya llegará. No niego que debería ir probando sin prisas todas estas cosas, pero al final siempre pienso... "tampoco le hace falta".

 


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