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jueves, 6 de agosto de 2020

CASI TODO TIENE SOLUCIÓN

Dicen que lo único que no tiene solución es la muerte... Bueno y por ahora el autismo, aunque eso es otra historia. 

La vida te propone retos, te pone trabas, algunas fáciles de solucionar si la mente lo permite, si somos dueños y señores de nuestras, a veces, cabezas locas. No permitir que nuestros pensamientos caminen por andurriales oscuros y embarrados. Ponerle un prohibido a esa dirección tenebrosa de fácil acceso pero difícil salida. No dejar que la mente vague libremente hacía allí, porque le parezca más fácil hundirse que salir a flote.

Quizás permitirse el lujo de mirar qué hay por ahí pero sin ensimismarse en ese paisaje abrupto y escarpado.

Mejor girar los ojos hacia la búsqueda de alguna opción menos mala, con un camino algo más llevadero aunque encontremos algún pequeño obstáculo.

La vida me ha enseñado eso. A pensar en positivo, buscando opciones, esperando un giro inesperado que nos permita encontrar la solución. A no ahogarme con lo que parece no tener buen final, pensar opciones, por inverosímiles y difíciles que sean, pero que aportan cierto resultado menos negativo, para salir del paso. Para poder seguir pa'lante.

Este verano, en un determinado momento me encontré en un continuo bucle de noes. No casal adaptado, no casal del pueblo, no ver claro que mi pieza TEA tuviera que estar más de ocho horas en casa de unos abuelos u otros. Esa obligación de ir a trabajar porque ya tocaba después de un confinamiento largo y nuestras vidas suspendidas en el limbo.

Busqué opciones. La primera y la más fácil era dejar a mi pieza TEA y sus rigideces, chillidos y alegrías en casa de los abuelos, con el consiguiente agotamiento de éstos y un supuesto histerismo (que mis pensamientos dieron por seguro) de mi pieza TEA por un "encierro" en un apartamento o en una casita con un pequeño jardín. No me gustaba la idea. Sólo de imaginarme dos meses así se me revolvía el estómago. 

La segunda opción era pedir un excedencia durante el verano. No me gustaba la idea. Y no me gustaba porque mi pieza TEA ya había pasado más de tres meses encerrado conmigo, ella y yo, yo y ella. Y de nuevo volvía a mi mente el pensamiento perverso de dos meses que no acabarían bien, ni para ella ni para mí.

Finalmente propuse la opción de reducir algunas horas mi jornada, poder entrar a trabajar más tarde para que mi pieza TEA tuviera su rato matutino tranquilo en casa, los abuelos lo tuvieran otro rato más y finalmente superpapáTEA lo recogiera al cabo de pocas horas. Y así fue... Deseo concedido.

Sin embargo, mi cabeza aún lloraba por la negativa de un casal de pueblo. Y lo hacía porque después de todo lo ocurrido durante tres meses, la oportunidad de volver a estar en un entorno más o menos conocido con sus compañeros del día a día del cole me parecía lo mejor que le podría haber pasado a mi pieza TEA. Durante tres meses, casa noche hablaba del cole, nombraba a sus maestras y apoyos, nombraba a los niños de su clase, con cierta pena y los domingos con cierta esperanza de que le dijera: "demà al cole". Era pura necesidad.

Y me resigné. A un largo verano sin ninguna actividad salvo un rato de playa y un rato de piscina en casa. Con mi pena, con mi rabia, ambas guardadas bajo llave porque es mejor así.

Y un buen día, me informaron de un casal adaptado TEA. Y mi corazón sañtó, se emocionó. Y yo me informé y lo vi claro y lo apunté. No sin cierto temor por ser un lugar nuevo, con gente nueva, con normas nuevas y niñas y niños que no conocería y que no conocería a mi pieza TEA como la conecen todos los compis del cole.

Había temores, como la piscina porque mi pieza TEA es algo temeraria. No sabe nadar pero le chifla bucear. No tiene miedo del agua y no sabe los peligros (o eso creo). También dudaba del interés por las actividades deportivas que proponían. Pero había que probar. 

Los primeros días reconozco que dudaba de si habíamos hecho bien. De si realmente había sido buena idea.

Y el mes de julio pasó. Y durante ese tiempo cada mañana y cada noche mi pieza TEA solo tenía en la boca la palabra casal. Sé que disfrutó a su manera. Sé que entendieron que mi pieza TEA es de intereses muuuy restringidos y que en muchas de las actividades participó poco o incluso nada. Pero su carita de felicidad, su manera de entrar al casal a las 9:00 en punto olvidándose de que existíamos me lo decía todo.

Así que solo puedo dar las gracias por estas cuatro semanas a la Associació Supera't por esta oportunidad, por la paciencia con mi pieza TEA y todas las otras piezas TEA que disfrutaron de esos días. Por saber que cada una es un mundo y que cada una debe tratarse diferente, concediendo a veces, disciplinando otras.

Se ha hecho corto. Una vez más, cierta tristeza porque el casal llegó a su fin, pero infinita alegría por un nuevo verano diferente, que ha permitido que todos disfrutemos mejor de este locuelo de pelo largo. SuperpapáTEA y yo tranquilos porque estaba en buenas manos, los abuelos porque lo podían disfrutar sin tiempo a agotarse y mi pieza TEA se ha disfrutado a sí misma dándose día tras día un baño en las piscinas de sus sueños.


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