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jueves, 21 de marzo de 2019

MOMOQUI

Momoqui... Momoqui. Se me antoja al nombre de un niño con carácter, quizás algo asalvajado... o mejor asilvestrado. Un niño con energía, un niño con ganas de divertirse, de descubrir el mundo que se esconde por cualquier rincón. Un mundo que debido a su asilvestramiento le cuesta comprender. 

Momoqui... Momoqui se me aparece grandote y fuerte. Me mira con esos ojos lejanos que a veces ven y a veces miran. Podrían ser ojos enormes y claros, pero no, sus ojos son peculiarmente pequeños, de un color indefinido que a días se ven marrones simples y a veces un verdoso profundamente oscuro. 

Momoqui. Me lo imagino como un ser libre. Que necesita ver el cielo azul sobre su cabeza y notar el calor del sol en su cuerpo. Que salta y trota allá donde va desprendiendo esa alegría genuina que pocos son capaces de contagiar.

Momoqui. Me adentro en su cabecita y le escucho decir que no sabe a qué ha venido a este mundo. Que mira a esos seres que pululan a su alrededor y no entiende que se diviertan juntos, que se muevan raro cuando escuchan canciones, que rallan con mil colores un papel en blanco. Los mira pero no le apetece verlos. Aun no, le dan miedo porque no los entiende. Son diferentes, no son como él. Son raros, definitivamente, son raros.

Momoqui se siente solo, indefenso ante tal avalancha de seres extraños. Por suerte se divierte a diario con un gran descubrimiento que los seres extraños llaman tobogán. Y lo extraordinario es que a ellos también les gusta. Y eso es un pequeño problema. Porque hay veces que le empujan para que baje, otras que no le dejan bajar porque se sientan ahí arriba y de ahí no se mueven. Y Momoqui se desespera, y Momoqui espera impaciente que esos seres extraños se decidan. Y sin poder evitarlo su cuerpo se balancea de un lado al otro... Hasta que una voz diferente a la de los seres extraños sale en su ayuda.


Momoqui... Momoqui que con miedo ha encontrado cobijo en los seres de voz diferente. Son muy altos y diferentes de los seres extraños. Los seres de voz diferente le cogen de la mano, fuerte para que se sienta seguro. Estos seres lo estrujan hasta dejarle sin aliento contra su cuerpo e incluso a veces le permiten que suba a ver el mundo desde lo alto, a su altura, con brazos que abrazan y labios que besan. Con manos que acarician y dedos que borran lágrimas de indefensión...

Momoqui. Que mira atónito los gestos inacabables de las boca de los seres extraños y que los seres de voz diferente también hace. Que parece que debe hacerse. Y Momoqui lo intenta pero no suena igual... aaa uuuu iiii pero nadie parece entender esos gestos. Incomprensión, indefensión, miedo, esconderse... o coger esas manos de los seres de las voz diferente. Esas manos que quieren acompañarlo, que lo quieren proteger, que quieren mostrarle el mundo desde otra mirada. No la suya, no como la ve Momoqui, sino raro, absurdo, extraordinariamente complicada... Y sé que Momoqui se agarraría con fe ciega a esas manos apaciguadoras.

Te acogería siempre Momoqui. Porque serías como ella, como mi pieza TEA, o quizás eres ella. Mucho que aprender y mucho que enseñarte. Mucho que enseñarme y mucho que aprender de ti... tu otro nombre Arnau, Momoqui...

Los juegos que aparecen a veces en las redes sociales son pura tontería, mero entretenimiento para las horas muertas. Momoqui sale de uno de estos juegos. Y Momoqui, decirlo, pensarlo y escribirlo me llevó a imaginarme a ese niño de nombre original. Y cuanto más pensaba más veía a mi pieza TEA.

Así que mis sueños fantásticos mi pieza TEA serás Momoqui, fruto de varios nombres, el mío y el superabuelos TEA.



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