MUCHAS GRACIAS POR SEGUIR NUESTRO BLOG

jueves, 15 de noviembre de 2018

VIENEN, PERO SE VAN

Al llevar a mi pieza TEA a terapia hemos pasado por una puerta automática. Cuando la he visto a lo lejos casi me da algo. Íbamos justitos de tiempo y sólo pensar que tocaría entrar a la farmacia para satisfacer la necesidad de mi pieza TEA de ver la magia de una puerta que se abre sola, me ha angustiado.

Sin embargo, cuando la puerta se ha abierto sola no ha mostrado ningún interés, no curiosidad, no ganas de entrar para volver a salir. Y en ese momento me he dado cuenta que se ha hecho mayor. Y por mi cabeza han pasado muchos de los bucles que han pasado a lo largo de estos años.

Una sensación de tiempo pasado. De una paciencia tremenda que ha valido la pena. Recordarme a mi misma que me negué y me niego a pelear contra las rigideces que van surgiendo año tras año en mi pieza TEA.

Pasan imágenes de ese pequeño de dos años que lloraba sin consuelo cuando se cantaba cumpleaños feliz y que a los cuatro era mi pieza TEA quien la cantaba y que incluso ya se da cuenta que en su cumple es mi hijo el protagonista. No soplamos velas todavía pero sí asocia que las velas siempre acompañan esta canción.

Veo a mi pieza TEA con sus cubos en la mano desde los pocos meses hasta los cuatro años. Cómo el paso del tiempo y el uso que le ha dado mi pieza TEA les ha pasado factura. Aparecen fotos con los cubos en la playa, con los cubos en la nieve, con los cubos en la bañera, con los cubos de vacaciones. Inseparables cubos que ahí se han quedado, en el olvido, guardados en una estantería de su habitación. Están roidos por los dientes de mi pieza TEA, la pintura de decoración ha desaparecido. Podría tirarlos, pero no. Forman parte importante de la historia de mi pieza TEA, y no una parte pequeña no. Los cubos son ella y ella fue los cubos. Así que si algún día salen de la estantería irán directos al baúl de buenos recuerdos.

Y sigo viendo rigideces. Y me veo a mi cada día saliendo temprano de casa para poder aparcar delante del cole y no tener problemas para entrar. Un año entero haciendo eso cuatro veces al día. Por no verlo llorar, por no tener que montar un espectáculo delante de tantos ojos ajenos. Porque si la solución era avanzar la hora de llegada al cole pues eso hice. Y en ese episodio más de una y dos mamis del cole me cedían su aparcamiento. Sabían que aquella pequeña cesión me salvaba de muchos problemas. Hubo mamis que sabiendo que mi pieza TEA se negaba a moverse de la puerta del cole si nuestro coche no estaba en esa calle, corría a buscar su coche y nos llevaba donde estuviera aparcado el nuestro. Pequeños grandes gestos, empatía que me han hecho saltar lágrimas de agradecimiento infinito... momentos que no olvido. Fue todo un curso y tal como llegó se fue. Sin muchos berrinches, con muchas risas mientras esperábamos la hora de entrar, con muchas canciones cantadas alguna vez a dúo... momentos buenos dentro del trajín de torear una rigidez.


Y sigo urgando en las rigideces y aparecen las puertas de los coches y  maleteros abiertos. Incapaz de moverse si veía puertas abiertas o maleteros abiertos. Intentando él mismo cerrarlos. Y yo pidiendo disculpas y explicando que no le gusta ver las puertas abiertas. Y de nuevo, en el cole, ver cómo muchos papis y niños miraban a mi pieza TEA y le decían: "mira ya cierro" y con un gesto a sus hijos hacerles cerrar las puertas.

Y una que al final nos lo tomábamos a risa eran las puertas automáticas. Para entrar en el super, farmacia o cualquier sitio con puertas automáticas, éstas debían estar completamente cerradas. SuperpapáTEA y yo hemos hecho verdaderas carreras para satisfacer esta rigidez. No sé cuantas mil veces, ni tampoco cuanto tiempo hemos tenido que esperar a que no entrara nadie para ser nosotros quien la abriéramos. Sólo lo recuerdo con una sonrisa en los labios porque conseguir tal gesta conllevaba la risa facilona más bonita del mundo.

Y ese miedo atroz a los pajaritos o palomas que caminan por la acera. Aún está con nosotros. Pero cada vez tolera mejor esos bichos que andan cuando deberían estar volando. Sigo pidiendo alguna que otra vez si me pueden espantar aquella paloma si yo no puedo hacerlo desde cierta distancia.

O aquel año que se negaba a entrar al aula de psicomotricidad en el cole por alguna razón que siempre ignoraremos, pero que a base de estrategias y paciencia lograron superar. y ya nunca más se supo de esa negación a entrar en un lugar que sé que disfruta como el que más.

Y las lágrimas que derramé aquella época con la maldita bajada del tobogán cada vez que salía del cole. Que tal y como vaticiné, vino y un buen día desapareció. Pudimos esquivar berrinches inútiles para encontrarnos con salidas alegres, de sonrisas impagables.

Pasan los años, van y vien mil rigideces que ponen a prueba nuestro ingenio para tratar de llevarlas lo mejor posible. Veo que cómo va quedando todo atrás. Observo a mi pieza TEA y veo un niño que ha aprendido a aceptar que un no es un no, que hay cosas que ya no interesan aunque tiempo atrás nos llevara a grandes quebraderos de cabeza. Veo un niño que aprende, que avanza y sigue el camino que tiene ante sí. Veo un niño feliz, que nunca sabrá todas las lágrimas que hemos derramado.

Recuerdo los malos inicios, las penas, las rabias... Un túnel sin luz al final. Ahora veo un túnel, paseamos por él. Sabemos que es largo, pero si volvemos la vista atrás y vemos todo lo andado, sacamos nuestras alas para tirar pa'lante, siempre pa'lante. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario