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viernes, 24 de julio de 2015

CANCIONES DE MI PIEZA TEA: SWEET CHILD O' MINE

Me gusta conducir. Ir por carretera esperando que suene aquella canción que me hace sentir viva. Que aunque sea en inglés la letra me la sé de pe a pa y la canto y la degusto, la disfruto cantando de viva voz. Pero no siempre es la misma canción. No siempre me apetecen canciones que activan la energía perdida, a veces tampoco apetecen canciones que abran el grifo de las lágrimas, incluso a veces, canciones a las que normalmente no presto atención se convierten un determinado día en un momento único, dentro de mi coche, yo conmigo misma. Por eso me gusta conducir. Es mi lugar, es mi momento. Puede sonar peliculero, pero quienes disfrutáis del coche y la música a la vez sé que lo entenderéis. En el coche no me vale cualquier música de la radio, ni me valen canciones archiconocidas del momento. Sólo me valen mis canciones. Y las canciones que me llevan a otros lugares, a pensar en otras personas, las que están a mi lado, las que un día estuvieron y compartimos canciones y también el vivo recuerdo de las que no están.



Hace poco, una chiquilla de 13 años, en su bonita adolescencia y las ganas de ser protagonista y hacerme partícipe de sus gustos e inquietudes (muchas veces divertidísimas y que me hacen ver que me hago mayor), me prestó un libro llamado "Las ventajas de ser un marginado"  de Stephen Chbosky (leer reseña). Se trata de un libro de adolescentes, hecho para ellos, donde el amanecer de amores, instituto, amistades nuevas, asuntos familiares, y todo aquello más introspectivo está a la orden del día . Un libro que habla de lo que hablan los adolescentes que empiezan a vivir un mundo distinto al de la fantasía de la niñez. No es una obra maestra pero es fácil de leer y te acerca a la realidad del momento. El caso es que en un momento del libro, el protagonista describe lo que más arriba os decía de la unión entre música y conducir. Aquel sentirse infinito:


extraído de "Las ventajas de ser un marginado" (S.Chbosky, 2014, Ed. Alfaguara)
Os preguntaréis a que viene toda esta historia de sentirse infinito, del coche, mi música, etc con mi querida pieza TEA. Pues mucho. Muchísimo, más de lo que jamás yo me hubiera imaginado cuando leí ese párrafo en el libro de Chbosky. Y es que mi pieza TEA y yo vivimos hace un par de días un momento de ser infinitos, de ser uno, de estar conectados el uno con el otro como jamás lo habíamos estado dentro del coche ni en ningún otro lugar. Y cómo no, fue la música la que propició este momento único e imborrable ya en mi memoria. Y la canción que mi pieza TEA escogió para compartirla conmigo fue "Sweet chil o' mine" de Sheryl Crow. Una canción con fuerza, tanta o más que la original de Guns'n'Roses. Una canción que en su momento me presentó mi hermano (cómo no) y que convertí en una de las agraciadas para formar parte de mi USB. También debo decir que hasta el día del somos infinitos, no le prestaba excesiva atención... Pero lo que digo, la vida, los momentos inesperados, pueden hacer que una canción, una música determinada pase a ser banda sonora de nuestro viaje por la vida.  
El caso es que iba con mi pieza TEA en coche camino de la playa. Él, como siempre observando aquí y allí, los coches, semáforos, puentes, motos, personas... y yo conducía. Como en las películas, música a todo volumen, cantando hasta casi romper mis cuerdas vocales mis canciones predilectas. Y empezó a cantar Sheryl. Y yo canté. Y seguí cantando y lo oí. Y escuché. Y miré por el retrovisor. Y lo ví. Mi pieza TEA también cantaba, también se dejaba llevar por el final apoteósico de esta canción y allí los dos, de viva voz, cantamos a la vez. Con fuerza, con alegría... los dos, él y yo. Y por el retrovisor ví que mientras cantábamos a la vez, me miraba y sonreía. Y sí, juro que éramos infinitos. 


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