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lunes, 13 de enero de 2025

2025, A POR TI

A veces cuesta empezar. Empezar a arreglar la casa, empezar un libro, empezar a cocinar... Empezar es no procrastinar. Así de claro. 

Ahora me cuesta empezar a escribir. Quizás porque no hay nada que de ir, quizás porque hay mucho que contar pero no siento la necesidad.

Pero aquí estamos, con un 2025 ya arrancado, con unos recuerdos de Navidad que parecen querer irse más rápido de lo que querría. Pero el tiempo es así, nuestras vidas van tan rápido que es imposible pararse a recolectar los recuerdos y dejarlos a buen recaudo. 

Lo único que me queda de estas fiestas es ver a mi pieza TEA contento. Este año sin muchos aspavientos abriendo regalos. Pero es normal, va creciendo, y los regalos empiezan a ser regalos con utilidad, es decir, ropa, calzados, dinero para ropa de verano... Sin embargo todavía lo he podido ver sonreír al descubrir lo que había debajo de un papel de regalo bien navideño. Una calculadora. Y no una cualquiera, no. Una casio como la su maestra del cole a la que cada día se la roba e incluso la trae con cara inocente a casa. Un regalo simple pero que cubrió con creces esa necesidad de madre de ver ilusión en sus ojos.

Hubo comidas, hubo cenas y hubo paseos. Un paseo por las luces de Navidad de la ciudad. Mano a mano. Paseamos, nos subimos en el tiovivo, andamos, nos hicimos fotos y para rematar nos fuimos a merendar. Una cosa tan trivial, tan normal como un paseo con mi hijo, fue el regalo que me hizo mi pieza TEA. Él, feliz con su sonrisa eterna, yo, con esa ilusión de hacerle vivir la Navidad como lo hacía superabuelaTEA con nosotros. No me aburre estar con mi pieza TEA, aunque diga poco, aunque no se emocione por ver mil luces de colores, ni se sorprenda al ver un árbol de más de tres metros de alto. Lo he dicho muchas veces, compartir paseos, sin prestar atención a miradas, sin esforzarnos por ser como todo el mundo, sin necesidad de mucho más que nuestras manos cogidas... Todo eso me da paz. Somos él y yo, los demás, pues casi que da igual la verdad. Reír juntos, abrazarnos mientras el semáforo no se pone verde, negociar cuánto debemos andar, aceptar lo pesada que es mamá con sus fotos y quedarse quieto donde yo le digo mientras repite:"foto la mama". 

Es la sencillez dentro de todo lo complicado de nuestras vidas, es disfrutar de lo simple, dejando de lado lo que podría ser y no es. Es lo que es y ya está. Sacarle la parte positiva, buscar lo bonito de vivir esta aventura llena de tropiezos que, como podemos, superamos cogidos siempre de la mano.

Siempre lo digo, no estamos solos, nos acompañan geniales guardaespaldas siempre dispuestos a echarnos una mano. Ya sabéis, la familia. Que si uno le corta la carne, que si otro está atento y lo vigila, que si otro le hace compañía en la escalera de superabuelosTEA mientras no se apaga la luz automática, que si sus tíos le guardan un platito de arroz o macarrones, que si la yaya le hace buena comida, que si l'avi le deja su ordenador... Todos parece que nos barran el camino para no encontrar piedras con las que tropezar.

Es un bálsamo para mí saber que puedo contar con tantísimas personas a nuestro alrededor. Es un alivio ser consciente que todos quieren a mi pieza TEA, que quieren su bienestar, su tranquilidad y su sonrisa.

Así que no puedo pedir nada más para empezar el año. Mi hijo feliz, yo bien y los dos arropados como príncipes del reino.

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