MUCHAS GRACIAS POR SEGUIR NUESTRO BLOG

sábado, 6 de marzo de 2021

RECUERDOS DE UN PARQUE

Sábado. Otro día más amanece nublado. Llevamos toda la semana con el mismo tono grisáceo en el cielo. Un día vale, dos bueno va, tres, los ánimos empiezan a cambiar, cuatro, va creciendo una mala leche sin sentido, cinco esa mala leche se convierte en una melancolía difícil de asimilar así como así. Echamos de menos el sol. Ese sol que ilumina todo a nuestro alrededor, ese sol que calienta en invierno y agradece nuestro cuerpo. 

Hoy es sábado, y como cada sábado mi pieza TEA y yo nos levantamos pronto porque vamos al casal de la pilota.

Ya está dentro, gozando, o no, de las propuestas del día. Dos horas para mí. Podría ir a desayunar y leer en un silencio interior que me aleja del bullicio habitual de las cafeterías a primera hora de la mañana, pero están a punto de cerrar... Normativa covid. Podría ir de tiendas, sin prisas, parándome donde quisiera y el rato que quisiera, pero en fin de semana las tiendas están cerradas... De nuevo, normativa covid. Así que solo me queda caminar. No me importa. Me gusta hacerlo sola porque puedo observar, ver detalles de una ciudad que veo normalmente a toda prisa porque llevo a mi pieza TEA de la mano. Mirar con otros ojos lo que en el día a día pasa sin pena ni gloria por nuestros ojos.

Echo a andar, cuesta arriba, poquito desnivel eso sí. Todo cerrado, todo medio en silencio salvo el movimiento de los coches. Y llego a un parque.

Es pronto, solo hay algun que otro papá o mamá con pequeñajos de uno o dos años. Aprovechan que todavía no hay los revoltosos niños de 6 u 8 años... Se oyen palabras como "cuidado" "olé" "te gusta el columpio eh?”... "Papi mira!"... Y lo echo de menos.

Todo me recuerda a mi pieza TEA. El viejo tren de madera que todos los niños lo viven como si fuera de verdad. Pasando de vagón a vagón hasta llegar a la locomotora. Mi pieza TEA con dos años también se subía, pero ahora sé que no veía el tren, solo un amasijo de maderas por las que trepar.

Sigue mi mirada y se va al tobogán. Era tan largo hace unos años. Ahora se le ha quedado más que pequeño y ha perdido todo interés. Cuantos días vigilando que con su cuerpazo no arrollara a ningún pequeñajo inocente. Nunca se atrevió a escalar por las cuerdas. Todo lo valiente que es mi pieza TEA para algunas cosas... Pero escalar por las cuerdas no.

Ha desaparecido el balancín balanza que le llamo yo. Muchos días me tocaba subirme a un lado porque a mi pieza TEA le encanta. Sube tú, bajo yo. Bajo yo, sube tú... Mientras cantábamos, mientras contábamos hasta diez, o veinte e incluso a cien. Ya no está. Forma parte del pasado, de nuestro pasado, de momentos de sonrisas francas y felicidad infantil. En su lugar una estructura de columpios que se miran unos a otros. Una estructura inclusiva puesto que hay columpios para bebés, para más mayores y uno para niños especiales. Tengo que traer a mi pieza TEA para que vea esta estructura.

Y sigo paseando mi vista por el parque y las veo. Grandes e imponentes, las letras del nombre de la ciudad. Cuantas veces hemos subido a mi pieza TEA porque es tan poco ágil que no sabe escalar aún habiendo los soportes para ello. Cuántas fotos bonitas de mi pieza TEA ahí, estirado en la E, sentado en el agujero de la R, usando la S de tobogán o saltando por el hueco de la U. Ya no podríamos auparlo para que subiera... Debería esforzarse ella sola... Y eso implica que el tiempo pasa... Y no perdona, como diría aquél.

Decido reanudar la marcha y me adentro por un caminito que lleva a unas mini colchonetas para saltar. Ahí empezó a coordinar su cuerpo para saltar con los pies juntos hacia delante. No sabía o no podía. Y observó a otros niños que lo hacían... Y lo consiguió. Hoy, esas colchonetas no están. Sólo hay una agujero lleno de hojas secas y unas vallas cercándolo. Sólo deseo que las vuelvan a poner, que las renueven. Necesito ver de nuevo a mi pieza TEA saltar de una a la otra.

Y con esa penita sigo andando. Esas esculturas de animales. Como cualquier mamá, empeñada en sacarle una foto a mi pieza TEA sentada en cada una de ellas... Era tan pequeña, y tan bonita mi pieza TEA... Ahora la figura ya no se vería si se sentara para echarle una foto.

Y con el corazón en un puño sigo mi paseo por el parque. De lejos, veo la estructura de psicomotricidad. Qué bien se le daba! De chiquitín mi pieza TEA no tenía miedos y ese circuito lo hacía cual soldado experimentado. De más mayor la torpeza se hizo evidente pero disfrutaba corriendo por la minirrampa para arriba y para abajo. Ya no lo llevamos... Es para niños pequeñitos y ya no tiene ningún sentido para mi pieza TEA.

Se acaba el parque y me queda una última mirada. Un último recuerdo. Esa estructura que gira y gira. Esa estructura que tanto le gusta a mi pieza TEA y que tanto nos hace cansar a nosotros. Esa estructura que me ha dado momentos de comprobar que hay personas con corazones grandes que son capaces de ver a mi pieza TEA como un niño que también quiere divertirse.

Un suspiro, una lágrima lenta que sale, otra que corre por mi mejilla. Recuerdos de un parque, recuerdos de una niñez que parece que se me escapa de las manos. El principio del final de una etapa que aunque dura ha sido y, de momento, sigue siendo bonita.



No hay comentarios:

Publicar un comentario