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lunes, 8 de abril de 2019

SILENCIO RUIDOSO

Acostumbrada a conducir con música, sin voces hablando, sólo alguna risa de mi pieza TEA, se me hace extraño el silencio que impera últimamente cuando vamos a cualquier sitio. Mi música, la que me permite evadirme y dejar vagar mis pensamientos por donde quieran ha dejado de ser mi compañera de viaje cuando en el asiento de atrás está mi pieza TEA. Desde hace unos días su vocecita empezó a cantar la cuenta atrás desde el número 10. Uno a uno yo iba bajando el volumen de la radio hasta llegar al "seru". 

Y con ese mute, el silencio. Un silencio que solo se ve roto por las inesperadas carcajadas de mi pieza TEA que oye algo que yo soy incapaz de oír. Su risa me relaja pero el silencio del coche me pone nerviosa. Es como estar suspendido en la nada, me cuesta hasta conducir con dignidad. Mis pensamientos no se sueltan, no quieren divagar. Y entonces es cuando presto atención. Es cuando me pongo en la piel de mi pieza TEA y empiezo a escuchar, a atender a un sinfín de ruidos que sobresalen del ruido blanco de conducir por la carretera. Oigo el motor, mucho más claro de lo normal y sé que está bien porque canta sin desafinar. Y eso me tranquiliza. Y cuando hay que girar a izquierda o a derecha, el sonido rítmico de los intermitentes suenan alto y claro y de fondo, una carcajada feliz de mi pieza TEA. Y sigo agudizando el oído porque se ríe sin haber intermitente, sin haber frenazos, sin nada interesante aparentemente. Hasta que caigo en la cuenta de las juntas metálicas que hay en algunos tramos de la carretera, ese cutrún cutrún, dos, tres y hasta cuatro veces que surge cuando las ruedas lo pisan, primero las de delante, luego las de atrás. 


Y descubro los badenes, esas minimontañas rusas que siempre pasamos con cautela pero mi pieza TEA siente el bote en su cuerpo. Y salta y se ríe hasta perder el aliento. Nos hemos acostumbrado a ir en su búsqueda. Y sabemos que se acercan cuando empiezo a decir: "preparados, listooosss y.." y su vocecilla canta un alegre Yaaaa. Y esa risa, esa que no puedo evitar explicarla y adorarla, sale de la nada, y miro por el retrovisor y veo a mi pieza TEA feliz. Es un momento, fugaz, pero vale para llegar sonriendo al trabajo. 


Sin embargo, el silencio de la no radio en plena carretera me desmonta por dentro. Como suspendida en el aire, sin gravedad alguna, siento muy alto el sonido de las ruedas al girar por el asfalto, me sobresaltan los coches que me adelantan a velocidades desorbitadas, me abruma cuando oigo el ruido de las líneas discontinuas y me enerva el tintineo de las llaves. Oigo demasiadas cosas, oigo lo que oye mi pieza TEA y pienso que el oir demasiado, el escuchar detalles que solemos obviar, tiene dos filos. El bonito, el que sorprende porque descubres ruidos que ni siquiera sabíamos que existieran y ell feo, el que hace que este sentido sea un malestar en muchas de nuestras piezas TEA. 

Hipersensibilidad auditiva le llaman. Por suerte, mi pieza TEA no tiene grandes problemas con los sonidos. Los ha habido, como el microondas, el secador o la cafetera, que fuimos habituándola, a base de contar hasta 5, 10 o 30 hasta conseguir que nuestra cotidianidad hogareña fuera lo más normal posible. O la famosa tos, que tan mal nos lo hizo pasar, pero que mi pieza TEA fue capaz de aprender a tolerar. Hay otros, como el timbre de la guardería, que tantos años más  tarde aun sigue causando estragos en mi pieza TEA, todavía se tapa los oídos esperando que termine el ruido y empiece ese silencio tranquilizador. 

Quizás más adelante surjan nuevos terrores auditivos, quizás sean más difíciles de tolerar por lo inesperado del ruido, o por la rigidez de mi pieza TEA. De momento, aunque el silencio lleno de sonidos tenues inunde mi coche, seguiremos agudizando oreja para encontrar nuevos sonidos, nuevos significados a esas risas que aparecen de repente en el asiento de atrás de mi coche. E iremos en su busca para seguir diviertiéndonos a nuestra maner, para poder seguir haciendo feliz a mi pieza TEA, simplemente yendo en coche. 








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