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viernes, 19 de octubre de 2018

GUIÑOS DE LA VIDA

La rapidez de los días, sus minutos que se hacen cortos, sus noches que parecen no existir, el correr para aquí y para allá... ese no parar que tiene la vida, no me deja el parentésis necesario para explicar nuestras cositas. Pasan cosas cada día, puedo contar mil anécdotas de mi pieza TEA, explicar, como cada año, qué tal ha empezado este año el cole, cualquier cosa que concierna a mi pieza TEA vale la pena enseñarla, porque son sus triunfos, son sus penas, son sus alegrías o son sus avances.

Pero el tiempo, el maldito tiempo, el correr cada mañana, el no minuto de pararse a respirar, no me ha dejado. Miro este pequeño rincón donde tantas cosas caben y me sabe mal verlo tan dejado. Tan solitario, como abandonado, como que ya no vale la pena, pero sé que no es así. Está en mi cabeza, día tras día, y mis dedos están locos por volver a apretar tecla tras tecla para contar nuestras cositas.
Y es que, como el tiempo, mi pieza TEA avanza. A su manera, como siempre, pero avanza.

Un inicio de curso que parece plácido para mi pieza TEA. Tan contenta como cada día, esa sonrisa matutina que me dedica cuando le abro la luz y ese nuevo "bon dia" que ahora me dice con total soltura. Esa alegría al subirse al coche y pedirme directamente que lo ponga la radio... "os uaenta"... cómo salta de alegría sobre su alzador cuando suena su canción favorita actual, un hit del aquí y ahora... como digo yo, ya no es vintage con las canciones.

Este año no sé lo que es llevarlo al cole todavía, mi horario por un lado y movidas cuando se trata de un niño con necesidades especiales por otro, no me han dejado gozar de ese momento que tanto echo de menos, cuando con la mirada y con un "aeu" mi hijo se iba saltarín hacia la clase cogido de la mano de su maestra. Este año el privilegio ha caído sobre los otros abuelos de mi pieza TEA. Hemos cambiado rutinas, hemos incluido nuevas personas al día a día de mi pieza TEA y creo que ha sido una de las mejores cosas que nos han pasado. Y es que los otros abuelos de mi pieza TEA, a pesar de quererla con locura, tomaron cierta distancia desde su diagnóstico. Era miedo, lo sé. No sabían la manera de hacerse suya a mi pieza TEA, porque a ella le dan igual las chuches, que los regalitos, le importan tres pimientos q lo lleves a un chino para que elija lo que quiera.  No le gustan los helados, le dan arcadas si le plantas chocolate en los labios... quizás lo veían como un niño impenetrable, imposible hacérselo suyo, imposible jugar con él, incapaz de hablar, contar cuentos... un niño sí, pero no como los demás.

El día a día, ese cada mañana al cole y durante unos días, unas horas por la tarde después del cole, han servido para que vieran que sí que es un niño diferente pero que como cualquier otro niño te lo puedes ganar. Ese "hola chiquitín" que mi pieza TEA repite en cuando ve a su abuela, ese "hola hola" que su abuelo le dice cada mañana y que mi pieza TEA repite mirándolo a la cara, esos abrazos inesperados que le da a su abuela, esas risas contagiosas.... todo eso es lo que les ha convencido que mi pieza TEA a pesar de todo, vale la pena ser conocida. Esa barrera, esa distancia construida por el miedo a lo desconocido, poco a poco se ha ido destruyendo a martillazos, dejando entrar la luz de la infancia en los corazones de sus abuelos. Ha sido y es bonito ver que por fin ese miedo ha quedado atrás y que este nieto tan peculiar, tan inaccesible, es un nieto más.


Los caminos de la vida, como cantaba aquel, son tan extraños, son tan sorprendentes que una mala circunstancia trae cosas buenas. La verdad es que no nunca pensé que abuela y nieto se llevarían tan bien como se llevan. Jamás pensé que su abuela sería capaz de entender la manera de hacer de mi pieza TEA. Pero la vida a pesar de ser una cabrona a veces, tiene esos guiños de plenitud, que es cuando digo que vale la pena vivirla. Así, que seguiré buscando los guiños de la vida, mi vida, nuestras vidas, y si el tiempo me da paréntesis los contaré, porque las palabras se las lleva el viento, pero las palabras escritas ahí quedan, para siempre.


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