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miércoles, 26 de septiembre de 2018

OPEL MERIVA

Vuelvo al pasado. No suelo hacerlo, no suelo pensar en aquellos momentos, en aquel lugar. Prefiero no recordar aquella habitación minúscula en la que una extraña observaba a mi pieza TEA. Y no me gusta recordar a esos padres asustados que no querían ver y se empeñaban en soñar bonito. No me gusta recordar esas palabras tan feas... "tu hijo deambula, está perdido, no sabe lo que quiere"... no me gusta recordar aquellos cuatro juguetes que le mostró aquella extraña señora a mi pieza TEA y como le arrebató el juguete musical cuando por fin mi pieza TEA decidió ir a investigar. Diez minutos de observación, un diagnóstico.

Hoy vuelvo al pasado, a ese pasado que nos trajo una tormenta interminable, que a veces parece que quiere parar pero otras muchas se deja caer como si no hubiera mañana. Hoy vuelvo a esos días en que mi mundo se vino abajo, cuando poco a poco  aparecían grietas en mis castillos soñados. Esas sesiones donde sin miramientos aquella extraña demolía nuestras vidas.

Hoy la casualidad ha querido que volviese a revivirlo todo. Un coche. Ese ha sido el punto de partida. Un Opel Meriva. Delante mío, lento muy lento, por eso he podidno ver el modelo. Ese Opel Meriva, protagonista de una historia que nos contó esa extraña como más de cinco veces. Una historia que quizás pretendía dar luz al abismo en el que nos estábamos adentrando, pero que a mi sólo me dejaba más triste. La historia no la recuerdo. La anécdota para que viéramos que un autista (como la extraña lo llamaba) puede llegar a razonar, a tener sus propias maneras de categorizar todo lo que conforma el mundo... anécdota inútil que encima se repetía a cada reunión con esa extraña.

Hoy he visto un Opel Meriva y he llorado al recordar esos malditos días. Hoy he llorado por la poca sensibilidad hacia unos padres primerizos que veían como su rechoncho bebé de 23 meses dejaba de ser un bebé para ser un bebé con etiqueta. 

La realidad es la que es. Nos dolió, nos pataleó en las costillas, nos hizo añicos el corazón y encogió y escondió nuestras almas lejos de ojos ajenos. La realidad es la que es y no la escondemos. Llevamos muchos años ya conviviendo con el autismo y todo lo vivido no tiene mayor semejanza a la anécdota del Meriva. Mi pieza TEa ha ido dando pasitos de hormiguita y pasitos de gigante. A veces se ha estancado y hemos sufrido en silencio por si ahí terminaba todo lo que podía alcanzar mi pieza TEA. 

Hoy, que he vuelto al pasado, si pudiera le diría a aquella extraña que se deje de anécdotas, de casos tratados. Que a unos papás asustados no nos ayudan estas historias porque no queremos un hijo que cante y sólo deambule o un hijo que reconozca a las personas por su coche y no por su nombre. No extraña, no. Cada vez que suelte un posible diagnóstico hágalo como si usted fuera la madre, pensando que el dolor es más fuerte que el llanto, que es un momento de duelo profundo y hable de ese pequeñín que ha acudido a su consulta. Hábleles a los padres del camino que van a empezar, que habrá que superar montañas, pero que habrá laderas en las que descansar y disfrutar del momento. Explíqueles que esa etiqueta no quita que tienen un niño hermoso y feliz. Olvídese de otros casos porque autismos hay tantos como niños con autismo. Empiece por centrarse en esos padres muertos en vida, deles el aliento necesario para que puedan tirar pa'lante sin ese miedo atroz de no saber qué pasará. Hábleles de seguir enseñando a su hijo esos hábitos del comer, descanso e higiene y que sean perseverantes y pacientes. Dígales que no se escondan, que no hay red más maravillosa que la que se va tejiendo con todas las personas que les van a apoyar si son sinceros y explican ese giro en sus vidas. Sin miedo, con confianza. Explíqueles que deben ir a una, que se apoyen entre ellos porque no va a ser fácil... Que sigan besando y abrazando a ese pequeño ser que les dio alas al nacer, que jueguen con él pero a los juegos que a él le gustan, por ridículos y tontos que parezcan. Que lo disfruten, que lo vivan. En definitiva que sigan viéndolo como lo que es, un niño con ganas de crecer. 

Extraña, cierre con llave la historia del Meriva. Nunca más. 


Así de pequeño eras.

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