MUCHAS GRACIAS POR SEGUIR NUESTRO BLOG

martes, 16 de junio de 2015

GARABATEANDO

Mi experiencia laboral con niños pequeños durante unos cuantos años me llevaron a tener unas tablas mentales de lo que toca hacer o no en cada edad. Una especie de tablas de la "normalidad" que grandes teóricos han fundamentado a lo largo de los años, basándose en cientos de observaciones y estudios y que curiosamente se suelen adaptar a los patrones que durante esa etapa de mi vida fuí observando (para conocer aspectos evolutivos según la edad pinchar aquí). Los primeros pasitos a los 10-12 meses, primeras palabras a los 12, interés por garabatear a partir de los 12, pañales a los 24, empezar a comer solo a los 18 meses... Y así un sin fin de pequeños grandes triunfos que la gran mayoría de pequeñajos de mi aula conseguían no sin su esfuerzo. 
Toda esta experiencia, estas tablas de lo que toca o no toca hacer no me han servido para nada con mi pieza TEA. Salvo el andar que siendo movido como es no le costó nada, el resto ha ido surgiendo con "retraso". Por poner algunos ejemplos cuando tenía 9-10 meses masticaba toda la comida que le pusieras en la boca. Y yo llena de alegría porque el sólido puede ser un reto peliagudo para muchos niños. Sin embargo un día decidió por sí mismo que no quería ni oír hablar de minitrozos. No había manera de engañarle. Así que me dejé llevar por la "comodidad" de los triturados y sopas para comer y cenar y pan y galletas (que curiosamente engullía sin reparo) para sus meriendas y tentempiés. Finalmente cuando cumplió dos años me puse dura conmigo misma y decidí acabar con los triturados y.. Oh! Sorpresa! Todo lo que le ponía, se comía. Es cierto que hay algunos alimentos que no quiere ni olerlos (entre ellos el apreciado chocolate!). 
Y lo mismo sucedió con lo de comer solito. Mi pieza TEA se caracteriza por el movimiento sin descanso (aunque vamos mejorando poco a poco). Tozuda de mí, y recordando los aprendizajes y mis tablas mentales, creí que era oportuno que aprendiera a estar sentado en una silla en vez de seguir atado a una trona. Así que mesita y sillitas de su tamaño decidí pasar las comidas allí. ¿Comía sentado? ¿se estaba quieto? la respuesta a las dos es Sí... pero con trampa. Para poder estar sentado, mientras comía la mesa rebosaba de juguetes. Un día su tambor musical, otro día sus cubos, algún día un pianito y a veces todos. Y comer solo, ¿Lo hacía? la respuesta... NO! Pero era evidente, tenía las manos ocupadas en sus menesteres de ocio. La solución llegó para navidades. Sentado en una trona en casa de sus abuelos y con su plato favorito delante, nadie le ayudaba. El hambre llamaba a su estómago y así empezó a coger el tenedor y la cuchara. Vi claro que el proceso tenía que ser al revés. Primero aprender a comer solo y descubrir que "no necesito a nadie para zamparme mis espaguettis" y después una vez el placer de comer solo se apoderara de mi pieza TEA llegaba el turno de desatarse y aprender a estar sentado cuando se come, sin juguetes ni trampas, tan solo mi pieza TEA, su plato y su tenedor... y yo cantándole sus canciones favoritas y ayudándole en esos pequeños problemillas que dan a veces las bolitas de maravilla cuando quedan pocas.
Así que mi pieza TEA jamás deja de sorprenderme porque sus aprendizajes surgen "com el bolets" que se dice por nuestras lares, como sin previo aviso, sin preparación. Y eso me fascina porque nuestras vidas están llenas de pequeñas grandes sorpresas, de logros que para muchos será poco pero que para nuestra familia TEA es lo más.
Y hace poquito, unas tres semanas, mi pieza TEA aprendió algo más. Algo que me sorprendió porque no le interesaba: garabatear. Como con todo lo demás, mi experiencia me decía que todos los niños dibujaban sus garabatos desde bien pequeñitos. Algunos con fuerza y energía, otros con desgana y tranquilidad. Algunos combinaban muchos colores, otros eran monocromos. ¿Y mi pieza TEA? a él no le interesaba. Una vez con dos añitos pareció inspirado y con mi ayuda realizó un precioso dibujo con ceras y muchos colores.


Sin embargo, fue un espejismo, ya que aunque nos pusimos manos a la obra muchas otras veces, el interés era nulo. Pero como he comentado antes, mi pieza TEA es una caja de sorpresas. Y el pasado 29 de mayo (lo sé porque de la emoción lo apunté), estando en una cafetería con papa TEA y nuestra pieza TEA, después de merendar, para que continuara un ratito más sentado en la silla sin necesidad de atarlo al cochecito le dejé mi libreta de bolsillo y un bolígrafo negro. Y ahí, en ese momento, lo descubrió. Vio por primera vez que su movimiento tenía una consecuencia. Que después de la causa viene el efecto... "Que si aprieto ese palo contra el papel y lo muevo de un lado para otro aparece una línea, y otra y otra más. Y es bonito. Y lo miro, y vuelvo a probar y sí, he creado algo, lo he hecho yo. Y ni papá ni mamá me han ayudado... y me gusta y disfruto y me sorprendo". Desde aquel día Arnau garabatea con ilusión, con fuerza, con ganas, de un lado a otro, dando vueltas. Desde aquel día Arnau se ha iniciado en el dibujo consiguiendo así subir un peldaño más en su tranquilo desarrollo.





No hay comentarios:

Publicar un comentario