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domingo, 14 de septiembre de 2025

CAMBIAR MI MIRADA

Me doy cuenta que mientras mi pieza TEA crece, los motivos para escribir disminuyen. La vorágine de victorias que se iban sucediendo a lo largo de los primeros años han ido menguando. Ya no es novedad que pronuncie palabras. Ya no tiene demasiada importancia que me mire a los ojos o me señale. Ni tan siquiera hace tanta gracia los rituales obsesivos que no llevan a ningún lado, salvo a su sonrisa eterna y a mi agotamiento mental por repetir una y otra vez la misma bromita, la misma frase, la misma palabra. 

Ya no encuentro aprendizaje en sus cosas, salvo que todo tiene su orden indestructible en su cabeza y que yo tengo que tener una memoria de elefante para acordarme de dicho orden, de esos emparejamientos. Nombre, coche, matrícula (inventada muchas veces), lugar y canción. Si fueran tres, vale, perfecto, pero pueden llegar a ser perfectamente de ocho a diez. Y no me puedo equivocar, porque mi pieza TEA sí tiene un memorión de aquellos que se envidian. No lo puedes engañar, en nada. Tiene sus ficheros mentales superbien ordenados, tiene las fechas claramente ordenadas con los acontecimientos que tocaron y con los que tocarán. Y cambiar planes a veces es complicado, a veces es de fácil convencer. 

Quizás la cotidianidad del autismo, me ciega a ver nuevos avances. Que sé que los hay, lo que quizás no los valoro como tocaría. El día a día no me permite saborear esas pequeñas grandes gestas, que aún están, que me cuentan que mi pieza TEA no ha tocado techo, que ese miedo a cuando estaría el tope de su crecimiento, todavía no ha llegado. Y es que, en realidad, el aprendizaje, tanto para él como para el resto de la humanidad, es infinito. Sólo se necesitan ganas, ganas de aprender, ganas de mejorar, ganas de cambiar. Por ejemplo, veo a superabuelaTEA empecinada en aprender cosas tecnológicas. Le costará más o menos, pero lo consigue y es capaz de hacer cosas que yo, porque no me interesa seguramente, no tengo ni la más remota. 

Pues con mi pieza TEA, creo que es así. A pesar de que su evolución parece haber echado el freno, pequeños gestos diarios me cuentan que no es así. Que lo que ocurre es que equivoco yo el foco de aprendizajes. Querría un millar de cosas nuevas que no se dan, pero hay otras, a las que no le doy el valor que tienen. 

Convivir este verano con superabuelos TEA me ha hecho dar cuenta que sí, que mi pieza TEA sigue avanzando, sigue andando con paso firme por la vida. A su manera, es obvio, pero sigue pa'lante. Poner la mesa, empezar a ducharse solo, llevar los platos sucios al fregadero, reciclar, escuchar su voz introducir algún que otro verbo, adaptarse a la nueva situación familiar... son pequeños gestos que me indican eso, que sigue aprendiendo, que va caminando hacia una autonomía mejorada. 

Sé que no debo perder la paciencia.Ni la ilusión en seguir enseñándole a caminar por la vida. Sé que debo confiar en él, porque me ha demostrado que puede hacer más de lo que muestra normalmente. También sé que cada vez debo ponerme más firme porque tiene su propia voz y su propio carácter. Él tiene su poder de decisión, aunque también tiene que recordar que debe respetar mi autoridad. Al final es un toma y daca, un negociar a nuestra manera. 

Como el paseo de ayer. A mi pieza TEA le cuesta horrores salir a caminar. Prefiere no esforzarse y pasear cual miss Daisy con el coche, de aquí para allá, de un pueblo a otro, sin parar a respirar el aire libre, ni el olor a mar, ni disfrutar del verde de un camino de montaña. Para mí es una pena porque las opciones de ocio disminuyen y mucho. Los cabreos pueden ser monumentales si obligo a mi pieza TEA a andar por donde yo quiero. Así que hay que buscar opciones. Un "si tú... yo...". Al final sé que lo que mueve a mi pieza TEA son los desayunos en cafeterías, las galletas frente al mar, la búsqueda de un supermercado para comprar pan... La comida, es lo que hay. 

Ayer, después de mucho tiempo, volvimos a nuestros paseos cerca de la playa. Pero esta vez innové en la ruta. No tenía grandes expectativas. Ni creía que mi pieza TEA fuera receptiva a ese nuevo paseo. Accedió a caminar al saber que llevaba sus cinco galletas para la merienda. Fijamos un destino donde sentarnos a merendar. Echamos a andar. Y no vi en su cara ningún atisbo de fastidio, al contrario, la sonrisa eterna ahí pegada en su cara redonda. Estaba contento. Observaba el paisaje, nuevo para él. Disfrutó esperando ser mojado por las olas que rompían cerca del camino. Semi posó para infinidad de fotos... con una tortuga de piedra, al lado de la escultura de Jaume I, en medio de un precioso mural de Pilarín Bayés, abrazados los dos, sentado delante de una casi puesta de sol abrumadoramente bonita... Caminamos más allá del destino fijado. No se enfadó porque seguíamos caminando y no le daba las galletas prometidas.. Fue un regalo para mí, para los dos. Nos disfrutamos y disfrutamos de una nueva tarde mano a mano que me recordó que no necesito grandes cosas para gozar de mi querida pieza TEA.



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