Hoy, por primera vez en su vida, mi pieza TEA ha ido de colonias. Nada, dormir una noche fuera. con sus nuevos compis de cole, con sus nuevas maestras. Como madre, tenía, bueno tengo, un poco de miedo, a que quiera volver, a que se agobie, o que tenga un berrinche de los suyos.
Durante toda esta semana, le he ido explicando que iría de vacaciones con el cole (colonias no lo entiende, excursión entiende que es ida y vuelta el mismo día, así que vacaciones). Lo primero que me dijo cuando le dije que dormiría fuera de casa fue decirme:"Y la mama". Se me cayó el alma a los pies, pero seguí insistiendo y cada día casi a cada rato le contaba sus vacaciones.
Esta mañana al despertarse, parecía nervioso. No paraba de ir arriba y abajo del pasillo, repitiendo el nombre del cole y diciendo que a dormir con la chica de prácticas. Sin embargo, cuando le he puesto la bolsa del saco al hombro y cuando le he hecho coger su maleta, no ha dicho nada. No lo ha soltado a mitad de camino del coche. Al contrario sonreía.
Como siempre que mi pieza TEA ha ido de excursión, he pedido llegar más tarde al trabajo para poder despedirme de él, siempre con un abrazo, mil besos y un "passa-t'ho súper!". Pues bien. Hemos llegado pronto. Hemos esperado dentro del coche. Mi pieza TEA, ansioso por bajarse, ha apagado la radio. Yo observaba el empezar el día en un cole de educación especial.
Con lentitud han ido llegando maestras. Una de ellas nos ha saludado. Le he preguntado a mi pieza TEA quien era, y sin dudarlo me ha dicho su nombre. Iban llegando coches, iban llegando papás con sus hijos, algunos en silla de ruedas, otros, bien cogidos de la mano para que no se desviaran del camino.
Han llegado los autobuses. Han bajado niños y niñas, chicos y chicas, todos con una alegría en su rostro que me ha emocionado. De fondo, se escuchaba música, canciones conocidas por todos de los grupos catalanes de ahora. Todos iban directos a la entrada del cole. Algunos se saludaban entre ellos, otros sin mirar a nadie, encaminaban sus pasos hacia sus clases.
Hemos bajado del coche y, de nuevo, le he hecho coger todos sus trastos, maleta, mochila y saco. Sin rechistar y con una decisión envidiable, se ha dirigido a la entrada del cole. Me ha parado su nueva tutora, a la que no conocía. Muy bonica ella, muy amable y con un piropillo para mi pieza TEA "és molt bon nen". Y mientras hablaba con ella, mi pieza TEA, se iba sin decirme ni adiós. He corrido como una loca de punta a punta del patio porque necesitaba abrazarle, decirle adiós y darle los mil besos de mamá empalagosa.
Una vez conseguido el objetivo, he subido al coche. No podía esperarme a que se fueran porque el deber me llamaba. Pero antes, me he encontrado una mamá que conocí en una de las terapias de mi pieza TEA. Un abrazo sentido de dos personas que se solían hablar diez minutos cada semana mientras no terminaban la sesión nuestros hijos.
Sentada en el coche, no he podido irme. He tenido la necesidad de deleitarme observando desde fuera, el día a día del lugar donde mi pieza TEA parece estar feliz como una perdiz. Entretenerme mirando a esos papás y mamás a los que les ha tocado la misma suerte que a mí. Comprobar que, al final, aunque el dolor sea perenne, la sonrisa no la pierden, el amor por sus hijos menos. He sentido una paz extrema. Un ser consciente que fue el acierto más grande de mi vida para mi pieza TEA. Que está rodeado de buena gente, que adora su trabajo, que seguro que es vocación pura y dura. Un entorno seguro donde sé que mi pieza TEA crecerá lo que no está escrito. Porque ya ha hecho avances, ya he podido ver cambios. Y sé que habrá más.
Al arrancar el coche, he tenido la mala suerte de ver que mi pieza TEA había salido al patio. Se ha acercado a la cerca y ha visto mi coche. Mi instinto ha sido tirarle muchos besos volados (gracias por la expresión a quien corresponda, seguro que sabe quien es), para que le llegaran bien adentro, para que supiera que lo que más quiero en este mundo es a él. Sólo a él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario