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domingo, 4 de diciembre de 2022

CONVIVENCIA

Domingo frío de otoño. Casi invierno. Mi pieza TEA a las ocho y media de la mañana ya pide salir. Pereza. Es muy pronto, hace frío y el día parece que será largo. Aguanto dos horas más. Mi pieza TEA, ansiosa, se viste sola con una rapidez espasmosa. 

Salimos. Propongo patinete en un pueblo cercano, pero ella me guía a otro, al de siempre. Al que sabe que el fin de semana pasado fuímos mano a mano a desayunar. Como repetición exacta de hace una semana me hace aparcar en el mismo sitio. Me hace coger el patinete del maletero y con un grito de franca alegría empieza el paseo. Ella sabe dónde quiere llegar, yo también. La sigo. A veces andando a su lado, a veces corriendo loca detrás. Hace frío y amenaza lluvia, pero eso no es problema. 

Mi pieza TEA se para en la entrada de un parquing subterráneo a la espera de que entre un coche y ver cómo se sube la valla. Es pronto y pienso que nos darán las uvas esperando. Hay suerte y en cinco minutos un coche entra. Seguimos, consciente de cuál es el objetivo. Llegamos al badén que tanto le gusta pasar con su atrotinado patinete. Lo pasa varias veces y de repente su dedo señala la cafetería. Quiere desayunar. Nos vamos para allá. Está a tope de gente esperando. Consigo que una señora vigile el patinete y así yo poder gestionar la espera con mi pieza TEA.

Me encuentro con el primer atisbo de conciencia cuando un padre con dos niños me cede su sitio en la cola. Le agradezco el gesto y le digo que no, que mi pieza TEA tiene que aprender a esperar. El hombre entiende mi situación porque tiene un familiar con esta condición. Siento la amabilidad y agradezco que cada día haya más comprensión.

La dependienta nos saluda contenta. Sólo nos ha visto una vez pero ya sabe que mi pieza TEA solo quiere pan con un poco de aceite. Pago y nos vamos a sentar.

La terraza es abierta y las palomas buscan comida. Mi pieza TEA se pone nerviosa, le siguen dando miedo. Consigo espantarlas y empezamos a desayunar. Mi pieza TEA debora su pan y ya quiere irse. Yo casi ni he empezado, cedo ante la petición de tablet. Le pido que quite la música del juego y ella accede a condición de dejar los efectos especiales. Bueno, pienso que no son muy molestos.

Dos minutos más tarde, una pareja con un bebé me pide que si puede el niño bajar el volumen. Me los miro y digo: "No, lo siento. Tiene autismo y ya he conseguido que quitara la música, más no puedo hacer". Imperturbables, aceptan a regañadientes seguir oyendo los clincs, los poings y varios soniditos más. 

Sigo desayunando, pero ya no me siento bien. Siento que estorbamos a pesar de los ruidos de coches y motos que pasan constantemente cerca de la terraza, a pesar de las varias conversaciones a la vez, a pesar de las palomas que caminan por entre las mesas, a pesar de la cafetera, a pesar de todo. 

Siento que un simple sonidito de tablet de un niño con autismo no permite desayunar tranquilamente a una pareja primeriza con su bebé. Siento rabia, impotencia y me dan ganas de llorar. Decido marchar, con pena, con mucha pena. Porque está claro, se ve a la legua que mi pieza TEA tiene algo diferente. Está claro que no es que yo sea una madre pasota que le da la tablet para que no me moleste el niño mientras yo desayuno. Está claro que estoy en medio de un desafío para normalizar mi vida con mi pieza TEA. Y sin embargo, no lo ven. Y le cortan la libertad a mi pieza TEA para tener la suya. 

Hoy me he enfadado conmigo misma. Por ceder a la presión, por desaparecer de un sitio donde a una pareja le molestaba nuestra presencia y nuestro ruido.

Y he pensado que esta pareja primeriza, recién estrenados como padres tienen mucho que aprender. Porque los algodones en gran cantidad no le harán ningún bien a su hijo, porque aún tienen que aprender a ser condescendientes con los demás. Aún queda aprender a convivir con los demás, respetando la diversidad y los gustos de los demás si estos no hacen ningún mal a nadie. 

No sé. Hoy, raro en mi, me lo he tomado todo mal. He preferido huir persiguiendo a mi pieza TEA que corría feliz como siempre con su patinete.



2 comentarios:

  1. Anónimo12/04/2022

    Como te entiendo y cuantas veces yo me he enfadado conmigo, por dejar de hacer ruido, de molestar, por el que dirán , y luego veo lo egoísta que es esta sociedad y lo poco que hacemos por el otro.
    Me encantaría tener el poder para cambiar y solo por un ratito ponerles en mi situación .
    Y ni aun así, harían lo mismo que tú.
    Mañana saldrá el sol de nuevo y será otro dia, que no te lo amargue nadie💫

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    1. La verdad es que intento siempre explicar las cosas, pero hoy parecía que eso no era razón suficiente para no cesar de hacer ruido.
      Pero bueno mañana más y mejor! Gracias por el comentario!❤️❤️

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