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viernes, 3 de diciembre de 2021

A DORMIR SOLET

Cuesta lo sé. Lo he dicho muchísimas veces, ver crecer a mi pieza TEA cuesta. Ser consciente que hay tantos pequeños grandes detalles que todavía se deben aprender... Peinarse solo, lavarse bien las manos, ducharse solo,... En definitiva, dejar ir de la mano para que camine más solito, sea más autónomo, más mayor y más independiente.

Y una de las asignaturas pendientes era el dormir. No necesitar ningún sargento a su lado para que le ayudara a parar, relajarse poco a poco y cerrar los ojos.
Ese rato eterno en el que ocurrían cosas bonitas como las rudimentarias conversaciones entre mi pieza TEA y yo. Esas primeras palabras, esos primeros deletreos para aprender a leer y a escribir, esas canciones tan bien entonadas y tan mal pronunciadas que emocionada grababa para que toda la familia lo oyera, esas risas locas compartidas...

Pero muchos días, esas guardias obligadas, se hacían eternas. Los minutos pasaban a gran velocidad pero mi pieza TEA se negaba a dormirse. Se movía, se tapaba, se destapaba, se desnudaba, deshacía la cama y le era imposible conciliar el sueño. Y mientras, mi agobio, mi cansancio iba en aumento. Ganas de pillar el sofá, de escuchar el silencio adulto sin interferencias infantiles.... Ver sin mirar la tele, momento de paz que solía llegar tarde, demasiado tarde porque superpapáTEA sí que había caído rendido en el sofá.

Al final, esa casi hora preciosa esperando ver cerrar los ojos de mi piezaTEA servían para distanciar momentos con superpapáTEA y para sumirme a mi en un hastío que aumentaba día tras día. 

No encontraba la manera de avanzar. La fórmula famosa de cada vez más lejos no me servía porque seguía alargándose el momento del sueño. Mi nerviosismo últimamente iba en aumento, los enfados y algún que otro grito eran cada vez más corrientes y las conversaciones o los juegos y canciones cada vez menos. Y dentro de mi crecía esa angustia de pensar en el futuro... ¿siempre alguien con ella? ¿siempre casi una hora para dormirse? ¿nunca un rato de sofá con superpapáTEA? ¿nunca un tiempo para nosotros?

Y me culpaba día tras día de no haberle enseñado antes a dormirse solita. Y me culpaba por no saber cómo actuar, como zanjar un tema que nos golpeaba de lleno a sus padres. Y como me empecinaba en que aprendiera el hábito de relajarse y dormirse sin ayuda médica, la cosa se me hacía más complicada.

Pero la vida a veces te da treguas, alegrías inesperadas y un buen día, fue superpapáTEA quien decidió que debíamos probar. Como buenos padres amorosos, acompañamos a mi pieza TEA a su habitación. Como buenos padres le dimos nuestros besos de buenas noches, como buenos padres lo arropamos y con voz temblorosa le dijimos: "a dormir solet". Nos miró y pidió su Doraemon, se abrazó a él y con ojillos nos miró. Le dijimos buenas noches y cerramos la luz. Y no, no se durmió enseguida, y sí, sí se levantó unas cuantas veces... agua, pipi, a dormir amb el papa, a meterse en nuestra cama, a corretear para jugar, abrir la luz y ponerse a jugar con sus puzles... Y con una paciencia que iba perdiéndose, volvíamos a hacer el ritual. Cada vez que se levantaba, cada vez que abría la luz, cada vez que nos lo encontrábamos en nuestra cama. 

Una de esas primeras veces, y después de pedir dormir con superpapáTEA le dije: "si quieres dormir con papá, no tienes que salir de tu habitación". Y lo entendió. Literal. Me lo encontré con la luz de su habitación encendida pero sin salir de su habitación, a lo que le especifiqué que debía dormirse. Y se durmió.

Han pasado dos meses desde que empezamos la nueva rutina. Durante casi tres semanas las excusas de mi pieza TEA para levantarse de su cama fueron muchas. Pero insistimos y a día de hoy mi pieza TEA se va resignado a su cama, se tapa hasta la cabeza después de darnos su beso y ya no la oímos más hasta el día siguiente. 

Ha sido muy fácil, mucho más de lo que pensaba. Mis miedos se han convertido en la burla de mi razón. Pensar en el no va a ser posible, y que las evidencias me digan que sigo equivocándome con mi pieza TEA.

Esa hora que antes era perder vida, se ha convertido en algo más vivo para mí. Puedo tener un rato para mí y para superpapáTEA, para volver a compartir momentos, aunque sea abrazados en el sofá. Esa hora se ha vuelto también en una hora de sueño para mí... Esa hora me ha dado vida.

Parecerá absurdo, pero visto en perspectiva la dinámica de vigilar cómo se dormía no era sana, ni para mi pieza TEA ni para los demás. Hemos perdido esos juegos, ese oírla cantar, pero da igual, he ganado paz.

Un reto más conseguido. Otra lección de mi pieza TEA y de confiar en el sí se puede. Seguiremos avanzando y superando retos, cueste lo que cueste.



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