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sábado, 10 de octubre de 2020

UN MES EN EL COLE

Parecía un sueño. El miedo a que en poco menos de una semana el virus se apoderara de los coles parecía casi evidente. Malas lenguas criticando, vaticinando el peor de los desenlaces, mentes negativas que solo abrían la boca para augurar que en un abrir y cerrar de ojos volveríamos a encerrarnos en casa, coles infectados, muchos, no sólo unos pocos. Miedo a un aluvión de contagios desmesurados... Todo negativo. Nada de confiar en los profes y lo que es peor, nada de confiar en los propios niños. Nuestros hijos.

Un mes. Se cumple un mes desde ese 14 de setiembre. Y en nuestro caso, todo ha salido a pedir de boca. Es verdad que hay mocos y toses, que hay algún que otro síntoma sospechoso a nuestro alrededor. Pero ahí estamos. Decididos a seguir creciendo y aprendiendo. En el cole, en el lugar que necesitan estar nuestros niños. Rodeados de niños, jugando de manera un poco distinta pero juntos otra vez. Porque lo necesitan, porque se necesitan.

Mi pieza TEA nos da señales evidentes que no puede vivir sin su cole, sin sus compañeros, sin sus referentes. Día tras día veo esa sonrisa al ir al cole. Escucho esas palabras mal dichas de "anem al cole". Porque entiendo que es dónde debe y quiere estar. los miedos han desaparecido, sólo pienso que lo que haya de ser será. Que mi pieza TEA no es inmune a un virus que todo lo quiere, pero que de momento hay que vivir el día a día y lo que nos ofrece. 

El cole, por su parte, ha hecho lo posible para que mi pieza TEA esté en su salsa. Con buenos recursos, con un espacio diseñado para él. Su pupitre perfecto, con sus cosas, haciendo sus quehaceres sin rechistar. Sé también que alguna trastada hace. Trastada de aquellas que aunque quieras enfadarte sólo puedes reirte. Porque sí, porque no hace mal a nadie, sólo entorpece unos minutos el ritmo de los demás, pero ellos lo conocen, saben cómo es, lo que necesita y lo aceptan. Sé que salir pitando de la clase porque la puerta está abierta no es correcto. Sé que ponerse a correr por el pasillo del cole tampoco está bien, pero vuelve, acompañado eso sí, pero vuelve. Y trabaja, y está predispuesto a hacer las actividades que le encargan.

Al final, es una cuestión de actitud de los referentes. Al final el que mi pieza TEA está bien o no, sea querido o no, depende en gran parte de sus referentes. Y esa es nuestra suerte. Encontrarnos año tras año con personas que aceptan el reto. Que aportan su granito de arena a la personalidad y manera de ser de mi pieza TEA. No abraza porque sea de entrada cariñoso. No. Le han enseñado abrazar, a demostrar lo que siente a través de abrazos que casi ahogan pero que da con total sinceridad. Le han enseñado a aceptar la mano que le tienden sus compañeros y acepta ser guiada por donde los demás creen que debe ir. Le han enseñado a esperar, con o sin ayuda, puesto que sus compañeros son capaces de "ordenarle" que se esté quieta que aun no toca. Y mi pieza TEA "obeceder" lo que sus compañeros, por su bien le indican. 

Es otro mundo. Un mundo de fantasía para mí pero real para mi pieza TEA. El agujerito para verla no existe, sólo me puedo fiar de lo que me cuentan y a mi me toca imaginar cómo es su día a día. Su ratito en la acollida, su mañana en la clase, sus ratos de patio, o los momentos de comedor. Toda información que me llega, lo hace en positivo. A veces pienso que no puede ser todo tan bonito, otras, me dejó llevar por la ilusión de que es verdad, porque mi pieza TEA solo piensa en volver al cole cada fin de semana, porque sale corriendo hacia el coche para ir al cole, porque entra sin despedirse de mi, con su adeeeeu largo que indica que "sobras aquí". 

Y yo, yo la miro y sé que es feliz. Que fue lo mejor que decidí para ella en su momento. Si dudé alguna vez fue solo por alguna traba y algún que otro percance. Pero todos estos años en un cole ordinario que se encontró con un "regalito" quizás no deseado, me han enseñado que han valido la pena todas las lágrimas, todos los enfados por la tozudez de otros, todo nuestro empeño en que me pieza TEA sea un poco como los demás, tener paciencia ante los retos que ponía mi pieza  TEA... Todo, todo ha valido la pena.





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