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lunes, 16 de diciembre de 2019

UN AÑO QUE TERMINA

Y nuevamente nos encontramos a las puertas de un año que termina. Más allá de esta puerta se esconde otra que prefiere mantenerse cerrada. Sin embargo, habrá que abrirla, habrá que traspasarloa para saber qué historias, qué aventuras y desventuras nos depara el nuevo año, ese que está a la vuelta de la esquina, esperando explotar.

En unos días volvemos a celebrar la Navidad. Nos volvemos a reunir en distintas casas e intentaremos disfrutarlas y vivirlas con la mayor alegría posible.

Un año que termina, un año plácido con mi pieza TEA, o al menos así lo he vivido yo. No han pasado grandes cosas ni tampoco hemos vivido malos momentos. Como un ni fú ni fá, pero más positivo que neutro.

Quizás esperaba un mayor avance de mi pieza TEA en cuanto al hablar o su rigidez. Quizás no le estoy dando todo el valor que se merecen los avances que ha habido durante este año.

El año termina. Y miro esa puerta cerrada esperando a ser abierta y solo de mirarla me da miedo. Miedo por no saber, como siempre. Miedo por no saber qué esperar, miedo por ser incapaz de imaginarme qué puede ocurrir este nuevo año que se acerca sin tregua. Me paralizo cuando me recuerdo a mi misma que mi pieza TEA crece, que ya no hay marcha atrás, ni tan siquiera un stand by. Me abruma la idea de saber que va dejando de ser un niño para pasar a ser un niño grande. Que ojalá, ojalá, ese clic que lo cambiaría todo se haga realidad de una vez. No espero grandes conversaciones, no espero que sin más se interese en mirar y leer cuentos o empezar a dibujar ya no rayotes pero sí muñecos de palo. Un clic que me permita hacerle preguntas sencillas y simples y que no se queden en una respuesta silenciosa. Un clic que le permita entender que abrir la boca en el dentista no siempre implica que te vayan a arrancar un diente o que cortarse el pelo no duele y que si colabora en diez minutos ya puede seguir con sus cosas. Un clic... Sólo eso. Eso es lo único que pido, lo único que espero y lo único que me desespera.

Durante el año que acaba no ha habido clic, en el año que acaba no hemos conseguido rebajar mucho sus rigideces.

Toca esforzarme por encontrar las mil cosas positivas de este año que termina. De acuerdo, no hay conversaciones, pero, ¿verdad que dice más palabras, hace sus demandas con palabras e incluso inventa juegos y bromas con palabras? Sí, es cierto.

La tablet y los vídeos de carreteras son su mayor entretenimiento, pero ¿no ha aprendido a ir en patinete hace poco? ¿No ha recuperado juguetes de cuando era pequeño y le ha dado otro uso, otra diversión? Sí a todo.
Y, ¿recuerdas hace un tiempo cuando ir al restaurante implicaba despertar esa ansiedad por si todo salía mal? Y, ¿qué ha demostrado mi pieza TEA? Que se porta bien en el restaurante, que no hace falta que estén sus padres porque  obedece y está tranquilo
.
Y así podría preguntarme mil cosas más. Y me daría cuenta que mi gran sueño no llega, pero tampoco se quiere marchar. Y sabría que mi pieza TEA ha brillado mucho más de lo que cuentan mis palabras. Y entendería una vez más, que por pequeño que sea el avance, por más tonta que parezca una victoria nuestra, es lo que le da valor y sentido al seguir pa'lante.

Termina el año, que no ha sido malo porque hemos avanzado aunque no en todo lo que yo quisiera.

Me despido de él, con la esperanza dicha en voz muy bajita que la puerta que está por abrir esconda uno de los mejores años de nuestras vidas.



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