Son las ocho de la mañana. El silencio impera en casa porque todos duermen. Sólo se escuchan los pájaros, quizás son los pájaros que le hablaban a Bob Marley y de paso me hablan a mí. El sol ya se filtra por las ventanas y la luz empieza a invadir toda la casa. Mi deseo es que ese silencio continúe mientras escribo. No hay ruido, no hay movimiento, no hay voces, no hay música. De vez en cuando, Blau deambula por el comedor en busca de alguna miguilla que cayó al suelo. Pero el silencio está y se agradece.
Hoy, primer día de vacaciones de mi pieza TEA. Ayer fue el último día de cole hasta setiembre y me siento vacía. Hoy resaca de emociones. Una resaca agridulce. De aquellas que parece que ya estás mejor y de golpe vuelve el mareo. De las que piensas que valió la pena todo el torbellino de subidas, bajadas, loopings y tirabuzones que hemos vivido todo este curso, pero no sabes si serías capaz de volver a vivir.
Hoy, día de saborear despedidas. De decir adiós a un año repleto de retos superados, de olvidarse de las lágrimas derramadas cuando parecía que no había solución. De dejar atrás el no soy capaz de aguantar esta presión, de tirar a la basura el pensamiento irremediable de "dejaré de trabajar" porque solo nos ponen trabas. Pero también es día de recordar aquel lejano día de octubre que entre lágrimas escuchaba un audio de la monitora del comedor diciéndome que se lo había comido todo. De cómo toda la tensión acumulada se iba a través de mis lágrimas de alegría. Fue saber que esa persona, C., era la persona más adecuada para mi pieza TEA. Que durante todo el curso ha hecho un esfuerzo titánico para ganarse el cariño de mi pieza TEA, hacérselo suyo y haberlo a ayudado en ese reto en el que yo misma le metí. Porque muchas veces me siento culpable por ese "abandono" diario. Por decidir que necesito sentirme bien porque por fin vuelvo a hacer el trabajo que me gusta.
Y no tan solo lo abandoné para comer. Las entradas a la escuela ya no han sido a las nueve con los demás niños y sus mamis. Tuvimos que iniciarnos en una nueva rutina. La de dejarlo un rato antes con adultos a los que no conocía. A F. y a M.. Dos personas que también se lo han ganado con creces. Paciencia infinita, privilegios que no tocan pero que eran necesarios como que me estuviera un rato allí en la acogida o que le dejaran día tras día un trocito de celo, o que le dejaran mirar todas las marcas de los ordenadores... Al final dio sus frutos y mi pieza TEA corría feliz hacía la puerta cada mañana y casi que me echaba para disfrutar de ese ratito.
También es momento de despedirse de la dulce etapa de Educación Infantil. De recordar todo el camino recorrido durante tres años. De agradecer el trabajo bien hecho de todas las personas que se han topado con mi pieza TEA. De agradecer los gestos amables de muchísimas personas del cole que día tras día saludan con una sonrisa a mi pieza TEA. Es momento de echar la vista atrás y ver que mi pieza TEA ha crecido en el mejor entorno que podía imaginar. Que quien más quien menos, le ha dado cariño, confianza y seguridad. Sonreír ante esos compañeros que han crecido con él, que le siguen respetando y que le quieren tal cual es. Porque aun no lo entienden, pero lo entenderán en breve. Pero ese sentir tan puro es lo que vale y con lo que me quedo.
Por mi mente pasan diferentes imágenes, fotografías colgadas en el blog del cole. Y veo esos cambios imperceptibles para otros. Quedarse sentado para la foto de grupo, aunque sea un minuto, participar aunque sean dos minutos en actividades propuestas, verlo disfrutar en las excursiones (a pesar de los lagrimones al subir al autocar) o como las últimas fotos... participando en los juegos de agua, con los demás, a su manera, pero estando allí.
Y mis recuerdos de estos años también tienen un hueco para la gente del AMPA del cole. Personas que, algunas de ellas han conocido nuestra historia desde el principio y han luchado desde dentro por los derechos de mi pieza TEA. Que alguna de ellas como Y. ha tenido que aguantar mis lloreras cuando era incapaz de ver la luz y solo sentir que nada tenía solución y escucharle decir: "es difícil pero lo conseguiremos" y ver al cabo del tiempo, que sí que ella tenía razón. Y que esta misma persona, cuando todo se complicó, fue valiente y me tendió la mano quedándose a mi pieza TEA para entrarlo ella misma al cole. Gesto increíble y que nunca sabré cómo agradecer.
Lloro porque se acabó este paraíso. Porque el año que viene ya no será un dulce vivir escolar. Siento la incertidumbre detrás de mí. No sé cómo será el próximo curso. No sé si tendremos las mismas ayudas, ni la misma suerte con las personas que nos topemos. No sé si mi pieza TEA será capaz de entender el cambio de etapa, del ahora viene lo serio y tocará trabajar de verdad. No sé cómo cambiarán sus compañeros no cómo lo van a tratar. Tengo miedo de lo que va a venir, de si sabremos llevarlo hacia delante, de si mi pieza TEA colaborará e irá aceptando todo lo que va a venir.
Sin embargo, setiembre aun queda lejos. Dos meses por delante, los dos meses de tregua que cada año nos regalamos. Momentos de playa y piscina, de paseos al atardecer. Momentos de olas que suben y bajan. Momentos de risas histéricas en ese mar que tanto nos da. Disfrutar del verano, de superabuelosTEA, de superpapáTEA y de esa dulce personita, mi pieza TEA.
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