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lunes, 23 de septiembre de 2024

GUIÑOS DE LA VIDA

La vida son guiños. Cada vez lo tengo más claro. Y como guiños que son, son fugaces, instantáneos. Se necesita estar atento para verlos y saber apreciarlos. Abierto a descubrirlos, como un tesoro que no debe ser olvidado, que debe ser explicado y valorado.

Es como un abrir y cerrar de ojos. Casi inconscientes. Pero están ahí, pasan cada día. Uno, dos, diez... quizás no nos damos cuenta pero en 24 horas pueden aparecer tantos guiños que es por ello que debemos sí o sí abrir bien los ojos y despejar todos nuestros sentidos para encontrarlos escondidos dentro de la selva del día a día. 

Cada guiño es un soplo de aire fresco que nos empuja a dar un paso más, a hallar en nosotros mismos esa fuerza necesaria para seguir adelante... una sonrisa inesperada, una planta floreciendo, una nube blanca,  blanquísima, o un atardecer rosado, casi morado. El olor de la cena preparándose, los sonidos cotidianos de cacharros que se mueven, cubiertos que se ponen en el lavavajillas, platos que se ponen en la mesa, agua que cae alegre de la botella al vaso... no son ruidos, es el sonido de la cotidianidad del día a día, de lo que es seguro, de lo que no debe fallar. Y ese sonido, ese conjunto de pequeños ruidos que se mueven en armonía, es un guiño que valorar. 

Y este mes de setiembre, donde mi pieza TEA iniciaba una nueva etapa, era momento de estar atenta a todas estas pizcas de vida, de agradecerlas y saborearlas. El miedo a este nuevo inicio, lejos de todo lo ya conocido, duró lo que tardó mi pieza TEA en subir feliz al autobús que la llevaría a partir de ahora a nuevas aventuras. Decidida, se subió y se sentó donde le indicaron. Conoció a su nuevo amigo de viaje, que en dos minutos ya se sabía su nombre. En segundos vi alejarse ese autobús, tranquila, porque en redes me guiñaron el ojo y me tranquilizaron diciendo que iba supercontento (al parecer tengo espías sin contrato).

El siguiente guiño llegó a la vuelta del cole, cuando mi pieza TEA al verme bajada del autobús me animó a subir para seguir con esa excursión. Convencida que subiría y seguiríamos de ruta. Pero no era posible, así que se bajó y con esa eterna sonrisa suya y gritos de felicidad absoluta, nos encaminamos al coche. Y siguieron los guiños, porque me dijo lo que comió, sin inventar, sin mentir.

Y han ido pasando los días. Dos semanas ya de esta nueva aventura que va a durar varios años. Mi pieza TEA es feliz. Está a gusto en el cole nuevo. Hay días, que no he acabado yo de vestirme y aparece con la mochila colgada, sus pictos de carreteras en las manos y últimamente su tambor cantarín. Parece que tenga prisa por subirse al autobús, que necesite un poco huir de mí y de nuestra casa, buscar aires nuevos, y disfrutar de sus propios guiños. 

Me siento en paz. También feliz, ¿por qué no? ¿Por qué hay motas de polvo que de vez en cuando salpican mis ojos? sí, pero por descontado una vez las quito, puedo ver, puedo sentir la vida. A través de mi, a través de mi pieza TEA, que sigue avanzando por su sendero, sin prisas, cantando y sonriendo. 

A pesar de los pesares, a pesar de cierta nostalgia de esas mañanas dejándola en la puerta del cole, saludando a sus profes, escuchando anécdotas del día a día. Sé que mi pieza TEA ha encontrado un buen lugar, que estará cuidada y será querida, si no lo es ya. Que su esencia divertida y bonachona será el guiño que todas las personas que la están conociendo les haga sonreír cada mañana, cada tarde al salir. 

Mientras, yo seguiré observando y descubriendo mis propios guiños, los que me hacen querer seguir pa'lante, los que me dan vida. Los guiños de mi vida.  

 


jueves, 12 de septiembre de 2024

SEPTIEMBRE YA ESTÁS AQUÍ OTRA VEZ

Y de nuevo llega septiembre. Y de nuevo aparecen nuevos retos para mi pero sobretodo para mi pieza TEA, que este año se enfrenta a una nueva etapa escolar, lejos de los de siempre, lejos de todos aquesllos maestros y maestras que tanto lo mimaban.

Han pasado tres días desde que se inició el curso y parece que mi pieza TEA, de nuevo no defrauda y diría que va contenta a su cole nuevo. El valor añadido de ir  y volver cada día en autobús es de gran ayuda. Está feliz y eso me vale más que mil palabras.

Energías renovadas, esperanzas puestas en el nuevo cole. Pensando siempre en positivo porque negativo no nos dejaría vivir en paz. En realidad, no sé qué espero encontrarme. Sólo el deseo de seguir viéndola avanzar, aunque sean pequeños pasos, esos pasos de hormiga que tanto valoro habitualmente. 

Hay días que miro con cierta nostalgia los días pasados en su cole. Fueron años tranquilos, salvo cada septiembre donde me encontraba con ciertos obstáculos que entre unos y otros conseguía sortear y salir airosa. Era pequeña, mi querida pieza TEA, tenía mucho que aprender, mucho que pulir y mucho que mejorar. Y lo hizo, a su manera tan genuina. Querida por todos, animada por sus compañeros, trabajando duro sin ser consciente que conseguía mil cosas que nadie creyó que conseguiría... escribir, leer, saber estar, tener bastante vocabulario, tener cierta paciencia... Moldeado con manos expertas, puliendo pequeñas trabas por personas vocacionales, que creyeron en ella ciegamente como lo hago yo.

Ahora toca trabajar otras cosas. Aprender a ser más autónoma, ser capaz de expresarse usando más frases, caminar hacia la edad adulta de la mejor manera posible. Es un gran reto. No sé hasta dónde llegará. Pero ahí estaremos, dándolo todo, caminando como siempre con las manos entrelazadas. 

Estamos en un momento de grandes cambios para las dos. Camina con paso firme hacia la adolescencia. Una época en la que será ajena a las emociones convulsas de estos años. No se enamorará. No llorará por su primer amor, no irá por primera vez a la discoteca, no saldrá en pandilla, no hablará de chicas, no jugará a la play, no buscará cortarse el pelo al estilo de moda... Sé que será una adolescencia solitaria, infantil quizás. Yo estaré a su lado, sin tener que sufrir por las compañías, sin tener que negociar horarios, sin pensar en si es mejor una paga semanal o bien ir dándole dinero. No tendré necesidad de estarle encima para que estudie y entienda que le va su futuro... todo es un no.

Como cuando era pequeña, que no había extraescolar al que apuntarla, que no había deporte que practicar, ni partidos que animar. Que no hubo necesidad de enseñarle a ser responsable de sus estudios, que no hubo fiestas de pijamas con los amigos, que hubo miedo para que disfrutara de las ferias. No pude explicarle cuentos antes de dormirse, ni fiestas de cumpleaños para ella. No hubo tantas cosas...

Pero es la vida que nos ha tocado. Y con lo que tenemos debemos intentar ser felices. Gozar y valorar victorias... sus primeras palabras, utilizar bien los cubiertos, vestirse solo, descubrir capacidades como la orientación o la capacidad memorística. Bailar juntos con sus cuatro pasos rudimentarios, reír con sus bromas, saborear los abrazos sentidos, sentir esa paz cuando sus ojos se cierran mientras me coge de la mano...

Y ahora toca estar atenta. Descubrir nuevas victorias para valorarlas y sacar el máximo partido para la futura pieza TEA, que ya no es un niño, que quiere ser hombre, pero su autismo no se lo pondrá nada fácil. 

Seguiremos soñando con un futuro digno, seguiremos confiando en que tienen que venir cosas buenas y bonitas. Seguiremos pa'lante, siempre pa'lante. Por mi, pero sobretodo por mi pieza TEA.