Silencio. Hoja en blanco. Muda. Sé que hace mucho que callo. Quizás por quererme esconder de nuevo, quizás porque ya no hay nada que contar. Quizás va todo tan bien que no hay necesidad de soltar prenda.
Es verano. Dos meses de paréntesis, de olvidarse por ahora de lo que se avecina en septiembre. Un verano tranquilo de mi pieza TEA. Un verano que está siendo distinto al escenario de años atrás. Yo soy distinta, la compañía ya no es la misma. SuperabuelosTEA siguen al pie del cañón, empujando con todas sus fuerzas para que sigamos caminando con la cabeza bien alta y la sonrisa en los labios.
Mi pieza TEA se divierte a su manera. Pocos berrinches, alguna novedad y unas minivacaciones familiares que me han dado un poco de confianza en la nueva dirección que ha tomado mi vida.
Silencio. Porque no tengo ganas de destripar mis historias mentales. Son pensamientos que van y vienen que a veces duelen y otras me dan la energía necesaria para dar un paso al frente y caminar con firmeza por este nuevo presente y dirigirme hacia ese futuro sin certezas.
Silencio. Porque mi pieza TEA sigue dando pequeños pasitos y eso me relaja, me alegra el alma y me convence para que confíe.
Silencio. Porque el tiempo vuela y hay proyectos y sueños en mente que me ocupan las horas.
Silencio. Porque de nuevo la paz de nuestra playa nos une mucho más a mi pieza TEA y a mí.
Mitad de verano, casi final ya. Ha sido fugaz. Ha pasado por el casal sin pena ni gloria, con poco deporte y mucha piscina. Mi pieza TEA ha descubierto que existen las siestas y lleva hechas muchas más que en los últimos ocho años. Y aunque sé que dormir siestas atrasa la hora de dormirse y arriesga una noche plácida, me permite regocijarme en mi propa siesta.
Ha redescubierto los puzzles, lo que le ocupa parte de las horas muertas y me ha sorprendido verla armándolo con cierto desorden. Ni de fila a fila ni del 1 al 100. Según veía piezas las colocaba. Quizás por fin ha entendido que montar puzzles sin tanto orden es mucho más fácil y rápido. Me lo tomo como un avance.
O el simple hecho de ir a un restaurante y poder pedir otra coaa que no seab sus macarrones o canelones. Que esté sentada hasta que se paga la cuenta. Que se ensucie mucho menos comiendo y no haya tantas manchas que lavar.
Cosas sencillas, obvias en un chicarrón de 12 años cualquiera, pero no para mi pieza TEA, que con su cuerpo ya muy adolescente aun es un niño. Todavía se ríe de sus inocentes juegos de palabras y cambios de números o letras. Interesada en pocas cosas, demuestra que a pesar de eso, sigue queriendo aprender.
Un verano silencioso, que va pasando desapercibido, de puntillas, que nadie envidiará, carente de miles de fotos, lo contrario de lo que sucedía años atrás.
Silencioso de imágenes, silencioso de bonitas anécdotas, silencioso de palabras dichas, pero muy ruidoso en mi cabeza. Ojalá en algún momento se apodere este silencio de mí y de paso a un sosiego agradecido. Ojalá.