Y miro mis pies bañados por la dorada luz del atardecer. Mojados por la salada agua del mar en la que mi pieza TEA y yo estamos metidos. Oigo de lejos su cantinela..." Taaambooor veeerdeee...." Sin embargo no le presto atención. Solo me fijo en mis pies que medio sobresalen del agua, con sus uñas medio bien pintadas de morado oscuro y como la luz de ese sol que se va yendo los tiñe de color púrpura. Veo ese mar a mi alrededor ondulando pacíficamente y me dejo llevar por el vaivén. Cerquita siempre de mi pieza TEA a la que sigo escuchando de lejos.... "toca con tus manos el tamboor verde...". Curiosamente, el resto de ruidos no los oigo. Risas, chillidos alegres de niños, música del chiringuito, últimos castillos de arena construyéndose... todo eso me sobra, todo eso desaparece. No me interesa, no me importa, no me dan rabia ni me dan envidia. Y sigo escuchándola cantar, de lejos, cerca de mí pero lejos... "tamboooor verdee.... toca con tus dedos y con tu pulgar... tum tum tum". Es esa vocecilla de mi pieza TEA, tan bonita cuando canta. Tan entonada siempre, tan rítmica cuando lo que hace es cantar. Es un momento perfecto. Esa luz crepuscular, ese mar tranquilo que nos da tregua ante el insoportable calor de este verano, esa felicidad en el rostro de mi pieza TEA.
Y pienso que no hay regalo más grande que esas horas de playa con mi pieza TEA. Horas en los que no existen los chillidos de gallina. Horas en las que el enfado no es llamado para nada. Horas en las que mi pieza TEA obedece a todo. Horas de risas, abrazos, besos y juegos, simples y sencillos. Ella es feliz, yo soy feliz. Y si superabuelaTEA ha venido con nosotros, también es feliz de ver a su "tresoret de la iaia" feliz.
Mi mar, mi playa, mi todo. Su mar, su playa, su todo.
En este lugar, nada me importa. Todo lo malo se olvida. Toda la mochila que llevamos a cuestas se vacía y aligera nuestras espaldas. Mi pieza TEA, muestra su lado más auténtico, tal cual es y tal cual me gustaría verla siempre. Carcajada va, carcajada viene. Más palabras de las habituales entre ella y yo. Casi como si conversáramos animadamente. Si solo nos miran, seguro que piensan que tenemos mucho que decirnos porque no callamos.
Y jugamos, jugamos muchísimo. A bucear, a tirarnos corriendo desde la orilla, a subir a caballito, juegos de palabras, incluso este año hemos jugado a pasarnos la pelota., y no cinco minutos, no. Mucho más... un sueño para mí, una diversión nueva para ella.
Y me invento juegos y ella me sigue. Jugamos a provocarnos la risa y acabamos a carcajada limpia, sin ton ni son, sin motivo alguno, y con todos los motivos del mundo. Da igual si nos miran. Es magia. Reír juntos. Mi hijo y yo. Sin poder parar, sin quererlo evitar.
Sigo mirando mis pies bañados por el sol del casi finiquitado atardecer y sé que la felicidad es eso: ver a mi pieza TEA sonreír. El resto... El resto solo son malos momentos.
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