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miércoles, 18 de octubre de 2017

DÍAS DE COLEGIO, DÍAS DE COMEDOR.


Me gustan los colores del otoño. Esas tonalidades de marrones, rojos, naranjas y amarillos. Me gusta ver cómo la entrada del otoño arrasa con el verde del verano, cómo de un plumazo, pero como si no quisiera, el otoño cambia el paisaje. Aquel árbol de hojas verdes ya no existe. Ha dado paso a un árbol marrón sucio, que se desprende, como si llorara, de esas hojas que antaño fueron fuertes y de un verde vivo. Ver una alfombra de hojas secas por las calles y recordar con una sonrisa, cuando mi hermano y yo, botas de agua en los pies, las pateábamos imitando a Gene Kelly en "Cantando bajo la lluvia". 


El otoño trae consigo el fresquito y ese placer de ponerse un jersey de manga larga, o una chaquetilla. Después de un verano caluroso siempre se desea llegar a ese momento en que es imprescindible llevar chaqueta por las mañanas. 



Otoño época de lluvias. Como hoy que llueve a mares, con sus rayos y sus truenos. El otoño trae ese cielo oscuro y temido que sólo se ilumina para dejar pasar un relámpago. Y nosotros, seres humanos inconformistas por naturaleza, deseamos la lluvia hasta el día que llueve. Ese día, como el día de hoy, agobia pensar en ir a recoger niños al cole, tener la mano ocupada con un paraguas que si el viento se presenta de poco sirve. 



Otoño, estación hermosa y estación odiada. Otoño, inicio del frío y final de un verano lleno de sol, playa, parques y paseos. Otoño, donde desaparece una hora de luz por la tarde, donde sin darte cuenta a las siete empieza a ser de noche y hay que recogerse para cenar e irse a dormir. Otoño que llega como un vendaval para arrasar con todo lo bonito del verano, y llevarse ese calor que para muchos es insufrible. 



Odio el otoño. Así, sin más. Porque me recuerda que se ha terminado el paraíso de la playa para mi pieza TEA y para mí, porque implica volver a tener en la distancia a superabuelosTEA, porque implica que nos queda un largo camino de rutinas hasta que la primavera llame a la puerta. Porque de golpe aparece la oscuridad. No existen tardes después del cole, solo la negra noche. DA igual que sean las seis o las ocho o las cinco, es oscuro y no hay parques que poder visitar. Otoño es encierro, es dejar pasar las horas hasta la hora de cenar, encerrados en casa o como mucho una visita al supermercado. 



Odio el otoño porque me hace sentir triste, nostálgica de algo ya pasado. Porque la playa está desierta, porque el paseo marítimo está desierto, porque por las calles de un pueblo de costa todo parece dormido o muerto.  



Y odio el otoño porque mi pieza TEA cambia. Cada año igual. Empieza el cole y el feliz como una perdiz. Asoma el otoño y lo que era una alegría diaria se convierte en un suplicio. Hace un año no quería entrar al cole, no quería andar más allá de la calle del cole. Tuve que avanzar la hora de llegada al cole para poder aparcar cerca y tener pocos problemas para llevarlo hasta el centro. Finalmente, lo superó, pero las semanas que lloró, pataleo, se tiró al suelo, se negó a andar.. fueron semanas duras.



Y este año, no ha sido menos. Incluso más duro si cabe. Las nuevas rutinas de mi pieza TEA incluyen entrar antes al cole y salir más tarde y quedarse a comer. Rutinas que aceptó sin problemas aparentemente porque entraba y salía contento. La comida era lo difícil porque no quería comer nada de lo que había de menú.  Yo era y soy consciente que el reto del comedor es un gran reto. De los más difíciles quizás para la persona que esté con mi pieza TEA. Porque a mi pieza TEA le gusta comer, le encanta, le apasiona... pero solo comida casera de la buena, de la de superpapá TEA o de las superabuelas TEA, para el resto hay que jugar, hay que engañar, hay que probar. Y con el comedor no iba a ser menos. 


Han sido unas semanas caóticas, buscando estrategias, palabras, imágenes, lo que hiciera falta para que mi pieza TEA comiera. Sólo cedió con sus queridas croquetas y con los postres. Su monitora, lograba que comiera alguna cucharada pero eso y nada era lo mismo. Era un desastre. De alguna manera intentaba animar a su monitora en ese reto. Porque seguro que estaba siendo muy muy frustrante para ella. Intentaba que la monitora supiera que estaba haciendo una labor increíble y que nosotros confiábamos en ella. 

Hasta que un hace dos semanas nos llamaron del colegio que mi pieza TEA tenía fiebre. Raudo y veloz superpapáTEA lo fue a buscar y en casa estuvo toda la tarde bien. Contento y feliz como suele ser él. Así que al día siguiente volvió al cole porque la fiebre no apareció por ningún lado. 

Ese mediodía superpapáTEA tuvo que ir a buscarlo de nuevo. Desde la mañana, no paraba de llorar y estaba nervioso. Cuando llegó superpapáTEA, las lágrimas cesaron y esa alegría habitual volvió a la cara de mi pieza TEA.  ¿nos estaba probando? ¿Era una estrategia para salirse con la suya? ¿para volver a comer comida de la buena?... Todo apuntaba a que sí. Ni fiebre, ni quejas, ni tos, ni mocos. Nada. Así que nuestra pieza TEA nos volvía a poner a prueba. Y solucionar este tema implicaba que todos aguantáramos el chaparrón. Si lloraba, que llorase, porque no quedaba otra que quedarse a comer en el cole. Tocaba trabajar mucho para devolverle la sonrisa a esa carita llorona que mostraba cada día en el cole. 

Sin embargo, antes de ello, nos aseguramos que mi pieza TEA estuviera bien. Fuimos a urgencias y allí me confirmaron una otitis en el oído derecho. No fingía, no era una estrategia, no era manipulación. Era dolor y el refugio de casa el mejor aliado para aguantarlo.

Los problemas no acabaron con la cura de la otitis. Esta semana se ha negado a entrar en el comedor. Y ha llorado, y se ha enrabietado. Y esta vez, quien me ha animado a seguir pa'lante con el plan trazado para este curso ha sido su monitora de comedor. Implicada 100% con mi pieza TEA, hoy cuando se negaba a entrar en el comedor y lloraba y se encabronaba, ha sido su monitora quien me ha quitado de la cabeza tirar la toalla. Consciente ella de que mi pieza TEA la estaba probando. 

Ayer pasó lo mismo y sólo consiguió que entrara y se sentara. Él enfadado con ella, con su madre y con el mundo, ella dura por fuera y creo que llorando de pena por dentro. Pero consiguió su objetivo: entrar en el comedor. Y hoy la historia parecía que iba por el mismo camino, pero una serie de audios dedicados a mi pieza TEA de parte de su padre y su madre. Sólo entonces, con un móvil dedicado a escuchar audios, solo entonces se ha obrado el milagro. Por fin, después de muchos días de sufrimiento, de querer darnos por vencidos, mi pieza TEA se ha comido toda la comida.

Un día para recordar. Un día en el que las lágrimas han pasado de ser de pena e impotencia a ser de alegría desmesurada, de quitarse mucho lastre arrastrado durante tantos días. Esperemos que el primer día de muchos. Que la normalidad se instale de nuevo en mi pieza TEA. Que acepte que el camino es duro pero que vale la pena. Un día más una sorpresa más. 

Así que seguiremos insistiendo y siempre con el lema pa'lante, siempre pa'lante. 






1 comentario:

  1. ohhhhh como me alegrooooo k ganas tengo de ver al arnau yo estoi en casita mal , i estas palabras me an alegrado un monton , me as animado mucho Montse gracias de verdad te lo agradezco , estoi en casa con un pinzamiento lunbar i lo estoi pasando mal , pero ver al arnau i tu comentario me an alegrado un monton gracias wapa i pa lanteeeeee un besooooo

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