Empieza a terminar el curso. Un año más. Otro año que se aleja, que se va dejando miles de momentos buenos y malos en el cole. Otro curso que me recuerda que mi pieza TEA crece, se va haciendo mayor. No me gusta nada pensar en eso. Se me escapa de las manos. No él, sino que pueda seguir el ritmo de sus compañeros. La distancia entre ellos se va haciendo cada vez más grande, más insuperable. Ellos aprenden a dibujar, a leer, a escribir a pintar, a jugar juntos y revueltos, mientras mi pieza TEA avanza a su estilo. A su manera (quizás por eso le gusta tanto el "My way" de Frank Sinatra. Mi pieza TEA ha dado pasos de gigante este año. Unos pasos que desde fuera parecen de hormiga, cuando en realidad son de eso, de gigante.
Hace un año terminó el curso con aquella esperanza gloriosa de que las palabras estaban surgiendo. Que mi pieza TEA quería o pretendía usar el lenguaje verbal para algo... Daba igual hace un año que sólo fuera repetir las palabras que se le decían. El caso es que por fin imitaba palabras. Repetía y empezaba a entender que esos sonidos parecían importantes. Y yo pensaba que si ya había llegado el momento de no sólo comprender si no también expresar.
Fue un primer año de cole que empezó mal porque nada sabían de autismo y acabó con un montón de personas implicadas en mi pieza TEA. Terminó el curso con esa sonrisa de todo va viento en popa. Y las fotografías que me llegaban del cole confirmaban que era capaz de estar concentrado y trabajar al menos un rato. De que teníamos dos años para que el ansiado click en la cabecita de Arnau por fin llegara.
Y hoy, un año después, iniciamos la cuenta atrás para terminar el curso. Un curso donde mi pieza TEA no ha conseguido el ansiado click. Pero hemos avanzado. Por un lado, repite mucho más a menudo palabras, y no tan sólo eso sino que palabras como "aigua", "otxe", " eit uis", "no", "aéu" " a urmir" o "bona nit" las utiliza de manera funcional, con una intención realmente comunicativa, queriendo expresar realmente una necesidad. Así que, a pesar de que hay días que pienso que esta lentitud me mata por dentro, estoy orgullosa de esa vocecita que expresa, que se empieza a hacer entender.
Y hoy, un año después, sabemos que mi pieza TEA sabe los colores, que es capaz de clasificar por colores, que se sabe los números al menos hasta el 30 (aunque estoy convencida que va más allá), que es capaz de contar en voz alta con ayuda (aunque seguro que sin ayuda también lo haría), que se sabe el abecedario de arriba abajo, del derecho y del revés. También hemos podido comprobar que ya entiende aquello de igual y diferente y que puede reproducir una palabra siguiendo el modelo. Sabemos que su comprensión va en aumento, que cada día se le puede hablar más o pedirle más cosas, porque cada día esa orejita escucha más y entiende mejor.
Este año ha aprendido a autorregularse mucho más sus rabietas, a ceder mucho más rápido que antes, aunque algunas veces su genio y su tozudez salgan a la luz.
Pero esas manitas tan bonitas, tan gorditas todavía no han aprendido a dibujar, a seguir más o menos bien diferentes trazos, ni siquiera a reproducir modelos. Esas manitas no saben todavía escribir su nombre, o las primeras letras que suelen ser vocales.... Mi pieza TEA está muy lejos de llegar a ese punto. Y eso sé que lo va alejando, de seguir pa'lante con sus compis, esas criaturas que lo quieren, que lo aceptan y que lo buscan sí o sí.
Un año que termina con esa alegría de pasos agigantados, pero con el sabor agridulce de estar cada vez más alejado de seguir. Un año que se me ha hecho corto porque necesito ver cómo sigue avanzando mi pieza TEA.
Mi consuelo, es que nos queda todavía un año en el paraíso. Un año que puede dar mucho de sí, un año en el que mi pieza TEA demuestre todo su potencial, el que sé seguro que tiene.
Así que seguiré soñando bonito, con un futuro bonito, con un mañana con sus compañeros, con una voz que cuenta y explica su mañana en el cole. Seguiremos soñando y seguiremos pa'lante, siempre pa'lante.