lunes, 16 de julio de 2018

PACIENCIA Y SUPERABUELO TEA

Me gusta ver a mi hermano cuando comparte momentos con sus hijos. Veo la paciencia infinita en sus gestos, en su mirada. Atento a todas y cada una de las peticiones de los dos, ahora uno ahora el otro. Veo que quizás importa poco el cansancio que mi hermano pueda tener si ve a sus hijos felices, divirtiéndose. Veo un padre imaginativo, que busca en los diferentes intereses de sus hijos a través de su propia pasión por las tecnologías. 

Y lo bonito de mi hermano, lo que lo hace grande, muy muy grande, es que eso mismo hace con mi pieza TEA. Sé que ella confía en él, que se divierte con él. Sé que mi hermano le coge la mano y mi pieza TEA no se la suelta. Me fascina ver la capacidad que tiene mi hermano de entender la manera de pensar se mi pieza TEA. Que utiliza su paciencia para enseñarle nuevos juegos... Siempre esa paciencia infinita. 

Me gusta comprender que si mi hermano es así es porque tuvo un gran modelo. Sé quien fue. Y sé quien sigue siendo. Y cómo no, los recuerdos vuelven uno tras otro. Dando saltos alegres, porque ese modelo también ha sido mi modelo. Me gusta recordar, me gusta revivir momentos y me gusta compartirlos y explicarlos. Me encanta poner un poco más de salsa cuando se trata de contar las proezas heroicas de su abuelo a mis sobrinos. Y me gusta ver la cara de asombro en su rostro.

Porque mi padre ha sido y es nuestro modelo. A su manera, siempre ha dado lo indecible por ver sonreír a sus hijos... volver la vista atrás y recordar que era el Hamelín de todos los niños cuando éramos pequeños. Porque mi padre siempre ha atraído a los niños. Él, y esa paciencia para enseñarnos a jugar a ping pong. Pasarnos horas tirando a canasta, enseñarnos a ir en bici (aunque conmigo casi que no lo consiguió). Mi padre que le daba igual tener cincuenta años cuando jugábamos a voley en la playa, tirándose de cabeza al agua para salvar la pelota. Nunca un no, siempre un venga va... Siempre con nosotros. Nuestro ídolo de la diversión deportiva. Y siempre ganador. Porque no nos dejaba ganar. Porque siempre hacía magia con las pelotas, fuera una de baloncesto, de fútbol o de ping pong. Su manera peculiar de lanzar la pelota a canasta y creer que no acertaría y pam! desde donde fuera él acertaba. 


Mi padre compañero inseparable de baloncesto. Mi padre compañero inagotable jugando al pinball durante unas horas, con muchas refunfuñadas por ambas partes. Mi padre copiloto paciente y yo, piloto histérico cuando me inicié en el mundo de conducir. Siempre queriendo tener la razón él y yo. Siempre juntos. 

Pero mi padre no tan solo ha sido amigo de sus hijos. Su gusto por los niños, sus ganas de ver disfrutar a esas pequeñas criaturas le ha llevado a ser cómplice y amigo de sus tres nietos. Pasión. Eso siente por ellos. Con mis sobrinos ha sido fácil ganárselos, puesto que saben seguir sus propuestas. Con él han aprendido a jugar a las cartas, al dominó, a pelota... Ha creado con ellos lo que sin duda es la maravillosa relación abuelo-nieto.

Y sí, aunque más difícil, he podido ver con alguna que otra lagrimilla que también lo ha conseguido con mi pieza TEA. He visto a mi padre con esa paciencia infinita conseguir que repita todo lo que él quiere. He sido testigo de un juego de risas a base de cocos entre ambos. Me ha encantado cuando, sin pensárselo mucho, le ha ayudado a comer. Sentado a su lado, cogiéndole la manita para que utilice el tenedor o la cuchara y no los dedos. Incluso ha sido capaz de sentarse a la mesa y a base de perseverancia conseguir que haga actividades de mesa de las cuales suele rehuir mi pieza TEA. 



Y es que aunque siempre estará superabuelaTEA, también está superabueloTEA. Sé que le ha costado entender todo lo que rodea el autismo de mi pieza TEA, sé que ha llorado como el que más por ese sufrimiento que conlleva el autismo, pero no se ha dejado vencer. Ha aprendido a quererlo y a entenderlo tal y como es, aunque a veces duela, aunque a veces haga reír. Pero está ahí y sé que sin él nada sería lo mismo.


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