martes, 27 de marzo de 2018

UN DÍA CUALQUIERA

Estar dormida y que unos pasitos presurosos te saquen de tu sueño más profundo. Sentir que esos pasitos se convierten en un salto para subirse a mi cama. Notar un peso fresco a mi lado que se tapa con el edredón y se acurruca a mi lado, buscando mis pies calentitos. Notar esos pies fríos y querer que se calienten cuanto antes mejor. Y ahí, una mañana más amanece en nuestra casa. No hay prisa. Es nuestro primer día de vacaciones. Durante los primeros días será un mano a mano con mi pieza TEA. Ella y yo, yo y ella. Hay que planificar qué vamos a hacer. El día es largo, mi pieza TEA ha dormido más de lo que lo hace habitualmente y tenemos que entretenernos y divertirnos todo el día. Puede parecer fácil, pero no lo es. Mi pieza TEA es difícil de contentar en casa. Se hace difícil que quiera jugar más allá de persecuciones cosquilleras por toda la casa. 

Pero no hay prisa. Así que remoloneamos en la cama. Diciéndonos bon dia, cantando las canciones de las rutinas del cole. A ratos abrazados quietos a veces odiando sus movimientos incesantes de piernas y pies que buscan mi calor. Nos miramos entre penumbras. Y veo esa mirada limpia que brilla en la oscuridad, que me mira embelesada... No sé que piensa, pero me mira y eso es suficiente. Al fin, toca desperezarse de verdad. Subo la persiana y un sol radiante entra por la ventana. Es primavera. Es nuestro primer día de vacaciones. Miedo me da. Un largo día por delante y rezando para que sus berrinches y sus frustraciones últimamente habituales no se den muchas veces.

Nos levantamos y desayunamos en ese silencio ruidoso que cada día nos acompaña. Sonidos y cantinelas que mi pieza TEA no deja de repetir. El teclado de un móvil que intenta hacer una melodía sin fín. Juguetes musicales que se encienden ahora sí y ahora también. 

Recojo la casa mientras pienso dónde podríamos ir. El sol insiste en su brillo descomunal, pero comparte día con un viento frío que se resiste a marchar. Me ducho y decido ir a pasear por el paseo marítimo. Y de golpe oigo un: "i eeeel lleeeeeóoo..."... Corro a mi habitación y chillo: "m'ha mossegat". Y me lanzo sobre mi pieza TEA. Y le hago cosquilas en el cuello y en las piernas y se ríe como una loca. E insiste con su canción. Quiere más. Y así seguimos. No hay prisa por salir, ni por volver a casa. Todo el día por delante y hay que aprovechar los momentos.

Al cabo de un rato me pide plastilina y se la dejo para que la toquetee sin ton ni son, pero antes aprovecho sus ganas de plastilina  y le hago hacer unos puzzles sencillos de 3 a 5 piezas. Nunca los ha hecho sola. Me mira y le digo que si los hace le concedo su deseo. Y empezamos y veo lo que nunca antes había visto. Mi pieza TEA coge las piezas del puzzle, las gira, las mira, prueba y en un plis plas hace el de cinco piezas. Nunca antes, nunca jamás lo había hecho. Emoción contenida. Avance que no sabía, que nadie me había comentado. Alegría. Deseo concedido mientras me visto para salir.

Salimos y a pesar de que la idea era pasear, mi pieza TEA se empeña en pisar la arena, en ir al puesto de vigilancia ahora cerrado y que tiene una rampa por la que correr de arriba abajo y volver a subir. Una vez más me dejo llevar por sus deseos y ahí estamos un rato. Tocando la fina arena, mirando de reojo ese mar que sé que echa de menos. Al final nos acercamos a la orilla, todavía lejos de poder mojarnos los pies. Pero hace frío, el aire es muy frío. Así que a pesar de su resistencia, logro que nos vayamos tranquilamente. 

Y nos vamos al supermercado, un lugar de diversión para mi pieza TEA muchas veces y se porta como un campeón obedeciendo, sin enfadarse ni chillar. 



Y así pasamos la mañana. La tarde, una vez más transcurre sin lágrimas ni berrinches, jugando con juguetes olvidados y escuchando canciones infantiles. Y volvemos a salir, esta vez con superpapáTEA. Un paseo sin muchos percances salvo ir mirando todos los portales habidos y por haber. Un paseo cogidos los tres de la mano. Sin enfados, sin tirarse al suelo, sin que se niegue a caminar por donde nosotros queremos y ella no. Y llegamos a casa y el día ya toca a su fin.

Un día cualquiera, sí. Un día en apariencia muy normal, sí. Un día que no tendría porqué ser recordado ya que no pasó nada especial. Un día de tantos como los que pasan todos los padres con sus hijos. Otro día más. Pero no, no es verdad. No estamos acostumbrados a esa tranquilidad, a esa normalidad. A poder estar en casa sin saltos locos, sin obsesiones con los relojes, sin ganas de móvil. Un día muy "neurotípico". Un primer día de vacaciones espectacular que mi pieza TEA nos regaló porque sí. Después de unos inicios de año sin treguas con rabietas, obsesiones y berrinches en casa y algunas en la calle, disfrutar de un día sin nada de esto, con sonrisas y risas francas es lo que hace que decida que vale la pena seguir yendo pa'lante, siempre pa'lante.  

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