Querido ser humano:
Suelo observarte cada día. Miro cómo muchas mañanas tu cara dibuja un arco extraño en tu boca. Cómo tus cejas se quieren unir forzadas hacia la nariz. Veo cómo tus pasos son decididamente fuertes, duros, con unas prisas extrañas. Muchas mañanas tu voz deja de ser dulce cuando apremias a tu pequeño para que espabile. Muchos días pienso que te olvidas de sonreír. Ese arco en la boca, esas cejas que se quieren unir... no me gustan. Y no me gusta el tono de tu voz. Cada día te observo, escucho tus quejas... hacia la vida, hacia tu pequeño, hacia tu trabajo o tu pareja. Y pienso, ¿Qué te importa? ¿Qué quieres? ¿Qué necesitas? Tienes un pequeño maravilloso. Que habla, que sonríe, que juega con los demás, que desborda imaginación, que sabe escribir, leer o dibujar. Que se sabe vestir solo, que te ayuda en casa si se lo pides, con el que puedes compartir juegos, paseos, ilusiones, planes... y sin embargo, muchas mañanas dibujas un arco extraño en la boca y tu cejas quieren unirse hacia la nariz.
Querido ser humano, yo también tengo una mamá. Sé que sufre cada día, que muchas mañanas se quedaría escondida en casa para que nadie viera su pena ni sus ganas de llorar. Tengo una mamá que sueña con ser como tú, con hacer conmigo lo que tú puedes hacer con tu hijo. Sé que daría lo indecible por ello. Sin embargo, sé que después, cuando ve mi arco bonito en la boca, coge toda su pena, todas sus lágrimas, todos sus sueños y los cierra bajo llave, los borra de su mente hasta que vuelven a florecer. Y yo la miro. Y veo ese arco bonito en su boca, y observo cómo sus ojos rasgados se empequeñecen al dibujar ese arco. Y yo la imito. Eso sí que me gusta, imitar ese arco bonito. Y escucho su tono de voz. Dulzura pura, alegría inacabable de buena mañana. Y esos chillidos locos cuando parece que he conseguido algo guay que me ensordecen pero que me hacen latir el corazón de emoción compartida.
Querido ser humano, yo no soy un peque como el tuyo. Tengo mis cosas, esas que al parecer complican mi vida. Mi mamá lo sabe, pero cada día, al salir por la puerta de casa, me coge de la mano con fuerza y decisión. Paso firme y decidido. Y ese arco bonito, más bonito aún. Y lo sé. Sé que mi mami busca nuestra felicidad en las pequeñas cosas. Esas cosas que tu peque hace sin pensar y con facilidad. Y sé que ella se siente feliz cuando demostráis con un pequeño gesto que sabéis que yo también soy un ser humano.
Querido ser humano, tú eres como yo y yo como tú, pero vivo sin recordar que hay normas sociales, aspectos que una vez alguien decidió de manera arbitraria que aquello era lo correcto. Vivo sin seguir los patrones de lo normal. Pero sigo siendo un ser humano.
Sólo quiero que recuerdes esto: yo también soy un ser humano. Que siente, que sufre, que se divierte, que aprende, que respeta, que ama, que quiere crecer. Así que, si no te importa, déjame crecer, a mi manera. No me pongas peros todavía, no me niegues lo que tu peque tiene. Déjame ser y crecer.
Un niño con autismo
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