sábado, 1 de junio de 2024

GIRA EL MUNDO GIRA

Amanece. Y amanecer siempre implica un nuevo principio, un volver a empezar. Una nueva oportunidad que se puede o no aprovechar. Mirar el cielo y no ver nada nuevo, sólo un día más, un levantarse otra vez, un solo deseo: volver a ver la oscuridad de la noche para por fin cerrar los ojos de nuevo y dormir, sabiendo que en cuanto se vuelvan a abrir, habrá un amanecer. Y así día tras día, noche tras noche, deseando que termine la luz para acariciar una almohada que nos permite olvidar. ¿olvidar qué? Olvidar la vida, el estar vivo. Olvidar las ocho horas eternas del trabajo, olvidar las tareas domésticas, olvidar lo poco que se ha hecho y lo mucho que queda por hacer. 

Dormir es como no ser. Dormir implica un final. Dormir es no tener responsabilidades, no tener nada pendiente. Sin embargo, también es inevitablemente un nuevo despertar. 

Pero amanece. Vuelta a empezar. Mirar el cielo y descubrir que existen miles de tonalidades naranjas, amarillas y rojas. Que el color del mundo es vivo, llamativo y alegre. Que estos diferentes tonos de naranja difuminan suavemente los oscuros tonos azules de la noche, que disipan las tinieblas para dar paso a un nuevo día. Y sonreír. Y agradecer ese espectáculo cromático que invita a dar un paso firme para disfrutar de un nuevo día. Con ganas de afrontar nuevos retos y volver a casa con la victoria bajo el brazo. Por el placer de vivir y gozar de todas esas pequeñas grandes cosas, personas y acontecimientos que se cruzan en nuestro camino. A veces en forma de obstáculo, otras como apoyo indispensable para cruzar el charco. Degustar el camino y saber ver dónde está la belleza de la vida. Saber descubrirla y aprovecharla. Y acariciar de nuevo la almohada con una sonrisa en los labios agradeciendo el estar vivo y con la esperanza de que el nuevo amanecer sea un nuevo regalo para la vista. 

El mundo, inexorablemente gira. Siempre. E, inevitablemente, giramos a su son. Nos empuja a seguir y de nosotros depende cómo hacerlo. Es la actitud, son las ganas. Deambular por la vida sin rumbo o caminar pa'lante. Sólo dependemos de nosotros. 

De golpe, sin casi esperarlo, mi mundo ha girado bruscamente. Hay nuevos retos ante mi que lejos de darme miedo, me dan alas. Para volar, para volver a ser de nuevo.

He pasado mucho tiempo sin mirar la belleza del amanecer, viéndolo únicamente, pero sin degustarlo. He cogido la cama día tras día con esa única frase en la cabeza:"por fin, un día menos, un infierno menos". He sentido cómo el mundo no giraba ni un milímetro para mí. Sin avanzar, sin retroceder. Sin esperanzas y con mucha desesperanza. No había destino donde llegar. Un sinsentido de vida que no esperaba y que no entraba en mis planes de futuro. Una vida triste, solitaria a pesar de estar rodeada. Poco cariño y muy mal ambiente. Un único refugio, mi trabajo. Donde allí sí giraba el mundo, con esa alegría genuina de los niños que están empezando su vida, con sus juegos y sus risas contagiosas, con esas lecciones que día tras día me daban, donde las dificultades para ellos son enormes, pero siempre consiguen salir victoriosos. Un empezar a saltar, un conseguir subir escaleras, un rallote rosa, un cochecito empujado que se va lejos lejos... Todo son retos que una vez conseguidos valoraban con risas de felicidad. Una lección de vida que me tenía que aplicar.

Nuestras vidas han cambiado. Mi pieza TEA y yo, sin soltarnos de la mano iniciamos una nueva etapa. Mano a mano. Ella no es consciente que su mundo dará un giro radical en setiembre. Que su querido cole será pasado, que no volverá nunca más a no ser que sea de visita. Que nunca más volverá a abrazar a los que han formado parte de su vida tantos años. Que el entorno cambiará. Que yo ya no lo llevaré en coche hasta el cole. Un cambio brutal que solo quiero que sea para bien, para que su futuro sea mucho más amable de lo que se me antoja ahora mismo. 

El duro golpe que me ha dado la vida, aunque muy muy doloroso me ha permitido desbloquar el mundo para que vuelva a girar y darme una nueva oportunidad de vida. Podría haber seguido venerando la oscuridad de la noche, regocijarme en la pena, embadurnarme de tristeza y rabia por lo cruel de la vida. Sin embargo, he decidido mirar el amanecer cara a cara, cada día, son una gran sonrisa en los labios. Porque señores, a pesar de los pesares, aquél tenía razón: LA VIDA ES BELLA. 




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