jueves, 2 de noviembre de 2023

CUANDO TOCA A LOS DEMÁS

Ayer mi pieza TEA quiso ir al parque del pueblo. Deseo concedido porque sé que todavía disfruta. Primero se fue al columpio a pesar de que me había dicho tobogán. Y es que el tobogán estaba ocupado. Un niño de unos cuatro o cinco años se esforzaba en subir con la ayuda de sus abuelos. Mientras hacíamos juegos de palabras con mi pieza TEA, mi mirada se desviaba hacia el tobogán. Observaba toda la estampa de unos abuelos contentos animando a su pequeño a subir. El niño apenas sonreía pero intentaba sincronizar su cuerpo para conseguir escalar aquella pequeña pared de peldaños. Lo consiguió, pero con el empujoncito que esos abuelos le dieron. Una vez arriba, se paseó arriba y abajo de un puente que hay entre el tobogán y otras escaleras. 
Entretanto mi pieza TEA seguía con su risa loca, sus gritos de pura alegría que ensordecen a cualquiera. Bajaba de un columpio y corriendo a su manera torpe, se iba a otro columpio para empezar la diversión de enroscarse y desenroscarse dejándose llevar por la inercia. Yo, la observaba, pero mis ojos no podían evitar irse al tobogán, donde la paciencia de unos abuelos seguía en alza.
Al cabo de un rato, mi pieza TEA decidió ir hacia el tobogán, con su correr, con su risa, con sus gritos... Todo muy poco propio de su edad. 
Subió por las escaleras del otro lado del puente, le recordé que debía tener cuidado con el pequeño y que esperara para bajar por el tobogán. Allí, el niño, de pie, con la mirada lejana, obviaba que había un niño grandullón esperando para tirarse por el tobogán. Sus abuelos empezaron a apremiarlo para que bajara. El niño seguía ausente, sin mirarlos, sin sonreír, sin el típico nervio de un niño en un parque. Y entonces una punzada en el corazón. Lo vi claro. Uno más. Miraba a esos abuelos cariñosos con esa criatura que apenas asoma a al mundo, quizás sin ser conscientes de que algo no iba bien. Miraba a mi pieza TEA, a la que he normalizado sin más. A la que le he "quitado" sus conductas autistas, para verlas como algo más que normal... Cuando chilla feliz, cuando berrea enfadada, con su poco lenguaje. Miraba a mi pieza TEA disfrutar de un parque a pesar de la edad que ya tiene. Y lo veía normal: un niño jugando en un parque. Pero veía también cómo se veía mi pieza TEA desde fuera. Cómo lo veían esos abuelos. Pensarían quizás que pobre niño, tiene un problema mental... Pobre mamá... Pobre... Pobre... Pobre... 
Y volví a mirar aquel pequeño y fui yo la que pensé pobret, y la que miró a esos abuelos solícitos y pensé "pobres, qué injusta es la vida, no se lo merecen".
No sé si ya sabían, o si aun eran ignorantes, por eso, cuando consiguieron que bajara del tobogán, y lo cogieron de la mano para irse, sin prisas dondequiera que fueran, empecé a llorar. Por eso, por lo injusto del camino que quizás les espera caminar, por otro más que sin querer va a tener que luchar más de lo debido en su andadura por la vida. Lloré por ese sufrimiento inhumano que les esperaba a esos dos abuelos que, quizás, viendo a mi pieza TEA, empezaron a abrir los ojos, a intuir que algo no iba bien en ese pedacito de su corazón. O quizás, quizás, ya lo sabían, quizás ya habían empezado su propia andadura, y sencillamente lo acompañaban de la mano, como yo hago con mi pieza TEA... A pesar de los pesares, andar juntos, de la mano, sin soltarla, para no caer, para tirar, para acompañar, para hacerle saber que ahí están, para lo que haga falta.


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