miércoles, 1 de marzo de 2017

SEIS MESES

Hace ya seis meses que nuestro Blau entró en nuestra familia. Estábamos contentos, esperanzados con él. Un poco de aire fresco a una época un poco dura, de aquellas en las que impera el desasosiego de los días que pasan sin más y que no tenemos más remedio que aguantar. Eran días de ver la vida como espectador, sin muchas ganas de trabajar en ninguna nueva esperanza. Porque es verdad que a veces el autismo te deja mudo de palabras hacia los que nos rodean. Nos hacen lobos solitarios, yo conmigo mismo y un rato con mi pieza TEA. Era verano, superpapáTEA se había roto la mano y se sentía un poco agobiado de no poder hacer todo lo que quisiera. Mi pieza TEA empezaba a notar el agobio de tantos días de vacaciones y playa sin nada más que hacer y yo, yo veía la vida pasar. Ese era mi estado. Esperando ver esa mano libre de cadenas yeseras, esperando con nervios el nuevo curso, esperando mejorar esas emociones algo negativas, esperando, esperando y esperando. 
Por eso Blau llegó como un aliciente más. Con esas ganas de que nos llenara de alegrías y sonrisas. Con esos sueños de ver a mi pieza TEA jugando con él. O imaginando un perro pacífico y fiel. 

Han sido seis meses un poco duros. Las intenciones eran buenas, pero Blau empezó a ser un cachorro destrozador y no atendía a razones. Ya sé que los perros no tienen razonamiento, ya sé que los perros no vienen enseñados y tienen que aprender, pero Blau, parecía (y a veces parece) no aprender nada. Rápidamente se acabaron los días pacífícos de jugar a la pelota con Blau en el jardín, de dejarlo dormir en los pies de la cama, de acariciar y sentir cariño por él. Empezó (y aún sigue) la era Blau destrozador. El jardín se convirtió en una batalla campal, hoyos por aquí, troncos por allá, trozos de red de la colchoneta de mi pieza TEA por lugares insospechados, bolsas de carbón de la barbacoa esparcidos por todo el jardín... Y en casa su camita destrozada, espuma de almohadas por toda la habitación, papeles de cocina descuartizados debajo de la mesa del comedor... Casi casi sentíamos odio hacia Blau. Y eso era triste. Porque era mi ilusión de siempre, ser una familia con perro. 

Muchos días he decidido darme por vencida, pero no. Blau, a pesar de sus travesuras extenuantes, nos quiere y nos adora. Se vuelve loco cada vez que llegamos a casa. No puede evitar ponerse a dormir a nuestros pies mientras miramos la tele. Blau necesita nuestro cariño y poco a poco hemos vuelto a darle esa oportunidad. Volver a intentar quererlo, valorando esa bondad que tiene de estar loco por nosotros y ayudándole de algún modo a que el instinto maligno no se apodere mucho de él. Ya no se queda solo en el jardín, sino que estamos nosotros con él. Le damos la oportunidad de pasar ratos solo en casa mientras voy a buscar a mi pieza TEA, le enseñamos a hacer monerías como sentarse o estirarse si quiere una de sus galletas. Incluso las casualidades de la vida han hecho que Blau tenga "profes" (estamos en el inicio así que no diré nada, sólo que hemos avanzado porque Blau cuando ve la correa se sienta y espera a que se la ponga y nos pongamos en marcha) con lo que también hay esperanzas de que Blau muestre al fin su mejor versión. 

¿Y cómo va Blau con mi pieza TEA? Pues eso es lo más bonito de todo. Blau es, con mi pieza TEA, el típico perro fiel de las películas, que no abandona a su pequeño amo ni a sol ni a sombra, que sólo quiere estar donde esté él, hacer lo que hace él. Y lo mejor es que mi pieza TEA se deja querer. Hay días que mi pieza TEA no está muy alegre y es él mismo quien le riñe: "Uau, no" (Blau no). Otros días, es mi pieza TEA quien le deja la mano para que le lama lo indecible. La mayoría de días permite que Blau se quedé en los pies de su cama y deja que cada mañana a las ocho en punto Blau salté a su cama para despertarlo, como un huracán, arrollándolo a lametazos en el pelo o hurgándole el sobaquillo con el hocico. 

Y Blau sólo le deja su pelota a mi pieza TEA. A Arnau sí que se la suelta para que se la tire. Pero mi pieza TEA aun no ha comprendido muy bien de que va el juego. Mi pieza TEA deja que Blau esté con él en la colchoneta mientras salta, hay días que hasta la risa se apodera de él, cuando la cola de Blau se pasea por su cara una y otra vez. Y Blau se deja observar las pezuñas por las brutas manos de mi pieza TEA que nunca antes había visto esas almohadillas que tienen los perros debajo de las patas, siempre con infinita paciencia. O cuando le da por mirar los dientes de Blau, que le coge todo el pelo del hocico y lo levanta para mirar su boca. Además, mi pieza TEA tiene su rutina establecida, después de cenar, toca darle la comida a Blau, y algunas veces también le da sin reparos ni miedos una galletita triunfadora a su fiel perro.

Y así poco a poco, día tras día, seguimos esperando a que sí, que esa parte bonita de Blau sea la que brille cada día. Y esperamos también que esa amistad que Blau busca en mi pieza TEA día sí y día también llegue algún día a ser real. 

Mientras, cómo no, seguiremos pa'lante.


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